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Los Amarillos de Warnken Opinión

Los Amarillos de Warnken

Germán Silva Cuadra
Por : Germán Silva Cuadra Psicólogo, académico y consultor
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Esta no es una asamblea designada a dedo ni por sorteo. En la Convención hay personas elegidas que representan intereses de las regiones, de grupos específicos, de los Pueblos Originarios –algo histórico- y también de minorías. Y para tranquilidad de los amarillos, todos y todas quienes son convencionales sacaron más de 75 votos.


El amarillo es un color que se usa en política. Candidatos, partidos, movimientos y grupos de todas las tendencias lo han utilizado. En Europa se asocia a los liberales, salvo en Suecia que es el color del ultra derechista URD. También existió el sindicalismo amarillo en la Francia a fines del Siglo XVIII, en que obreros contrarios a las huelgas, lo usaban para distinguirse de los socialistas. Hace unos años, en ese mismo país, surgió el movimiento de “los chalecos amarillos”, un grupo espontáneo e inorgánico de transportistas que comenzó a protestar por el precio del combustible, y que luego se extendería a otros países, como España. Acá el color lo ha usado la UDI en su logotipo, incluso a Boric lo trataron de amarillo en la segunda vuelta. Sin embargo, desde los años setenta, la interpretación de “ser amarillo” se ha asociado con la falta de definición, de buscar la ancha franja del medio, evitando tomar posiciones claras y zigzaguear de un lado a otro. Al PDC, se le ha tildado siempre de ser un partido amarillo. Bueno, hasta que Warnken lanzó su propio colectivo. Amarillos por Chile lo bautizó.

Amarillos por Chile es un invento del intelectual, columnista y personaje favorito de la elite chilena, Cristian Warnken. El profesor de literatura, que dirigió por años ese gran programa “La Belleza del pensar”, en el último tiempo -desde las elecciones del 2021 con más precisión-, comenzó a cultivar devotos en un sector que lo miraba con respeto, pero con algo de recelo por su pasado izquierdista. Sorpresivamente, Cristian, se convirtió en uno de los gurús de la derecha más tradicional. Tanto sus entrevistados, como en las entrevistas, se empezó a notar un mayor sesgo. Estaba más jugado, pero esta vez, para el otro lado. ¿Hay algo que le cause más placer a la derecha, que conquistar un intelectual converso para sus registros?

El colectivo lanzado la semana pasada, junto a 75 personalidades –la mayoría ex DC y ex Concertación- tiene su origen en una crítica ácida y descarnada de la Convención. El comunicado en que, Amarillos por Chile, justifica su nacimiento, parece haber sido escrito por los guionistas de la campaña de Kast. Una nueva campaña del terror, esta vez amarilla. Hablan de “estallido institucional”, de “euforia refundacional”, de desmembramiento de Chile, de revolución, de callejón sin salida. Luego de citar a Humberto Maturana –bastante feo, por lo demás-, la nota termina advirtiendo que podrían votar No –es decir Rechazo, no sé porque no usan la palabra- y adjudicándose la voz de “una mayoría silenciosa”. Nada dicen los amarillos que los 154 convencionales actuales fueron elegidos de manera democrática, libre e informada. Puede que no les guste, no compartan o no comprendan el fenómeno político que desencadenó el proceso constituyente, y que terminó con esta composición, pero todos ellos y ellas fueron elegidos con las reglas del juego democrático. Tan simple como eso, aunque no le guste a la elite y a algunos intelectuales.

Por supuesto que los amarillos tienen el legítimo derecho a llamar a votar Rechazo en el plebiscito de salida, al igual que lo está haciendo ya la derecha más dura. Lo único que se esperaría, es que el colectivo de Cristian Warnken, al menos tuviera paciencia hasta el 29 de abril –fecha en que se conocería el primer texto borrador de la nueva Carta Magna- y hacer este mismo llamado, pero con conocimiento de causa. Nadie puede llamar a votar a favor o en contra de algo que no conoce, porque aún no existe. De hecho, el día anterior al lanzamiento oficial de los amarillos, sólo se habían votado 10 artículos -en particular- en el pleno, siendo rechazado el de “Sistemas Jurídicos Indígenas”, una de las principales inquietudes que había manifestado la minoría de derecha, que son el 24% de los Convencionales.

[cita tipo=»destaque»]Alertaron que con el Apruebo en el plebiscito vendría la lava, que con Boric se acabaría el país y hoy advierten que se viene el caos con la Convención. Son los Amarillos de siempre, esos que siguen capitalizando de lo que alguna vez fueron, esos que cada cierto tiempo arman un pequeño referente para representar la “mayoría silenciosa”, aunque siempre, se representan a sí mismos.[/cita]

También es válido cruzar fronteras ideológicas, cambiar de posiciones, hasta de bando, pero es legítimo pedir sinceridad y transparencia cual es el verdadero objetivo de esta iniciativa, porque el relato genera bastante confusión. Conozco a varios de los firmantes. Es gente valiosa y creo que es completamente legitimo tener miedo, dudas y aprehensiones frente a un proceso inédito, pero anhelado –el 80% de los votantes pidieron terminar con esta Constitución- Sin embargo, podrían tener más confianza en la institucionalidad y en la democracia. Esta no es una asamblea designada a dedo ni por sorteo. En la Convención hay personas elegidas que representan intereses de las regiones, de grupos específicos, de los Pueblos Originarios –algo histórico- y también de minorías. Y para tranquilidad de los amarillos, todos y todas quienes son convencionales sacaron más de 75 votos.

Pero si en algo tienen razón los amarillos chilenos es que la elite, la de ellos -la de los 75-, no está representada en la Convención. Principalmente porque no compitieron o perdieron, como Soledad Alvear, Gutemberg Martínez o Mariana Aylwin –firmantes-. Si hay, en cambio, intelectuales como Baradit, Atria o Squella. Todos jugados por definir una nueva Constitución, para lo que fueron electos por la gente, democráticamente. Incluso hay personas de derecha, que están dando la batalla por las ideas dentro de la institucionalidad, como Marcela Cubillos o la desenfrenada Teresa Marinovic. Los Amarillos de Warnken, en cambio, hacen un diagnóstico apocalíptico desde una tribuna cómoda y confortable. Temen a los cambios, así como en su momento, muchos de los firmantes, estuvieron por el rechazo en el plebiscito y luego apoyaron candidaturas de derecha en la elección presidencial.

Creo que el país ha evolucionado y ya no comulga con ruedas de carreta. Valora y premia la sinceridad, el que se diga las cosas por su nombre. Si ser amarillo es una opción de derecha, bienvenidos. Pero no se tolera la ambigüedad, el escudarse en conceptos que intentan confundir. Hace rato que la triada Alvear, Martinez y Aylwin se fueron a la derecha. Han formado varios pequeños movimientos –que han muerto a la misma velocidad-, han sido parte de los equipos de campaña de candidatos de derecha, sin éxito. Alertaron que con el Apruebo en el plebiscito vendría la lava, que con Boric se acabaría el país y hoy advierten que se viene el caos con la Convención. Son los Amarillos de siempre, esos que siguen capitalizando de lo que alguna vez fueron, esos que cada cierto tiempo arman un pequeño referente para representar la “mayoría silenciosa”, aunque siempre, se representan a sí mismos. Son los Amarillos de Warnken.

Usted, no es na, no es chicha ni limoná.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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