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¡Con mi plata no! ¿Triunfo del sentido común? Print pantalla programa «100 indecisos»

¡Con mi plata no! ¿Triunfo del sentido común?

Miguel Aichele
Por : Miguel Aichele Médico Anestesiólogo
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Previo al 4 septiembre, la parrilla televisiva se inundó de programas en torno al plebiscito y, aunque solo vi un capítulo, destaco el formato del «100 Indecisos» de Megavisión. Pues nos entregó, casualmente, un laboratorio de cognición social. Y con una pequeña muestra logró resultados con valor predictivo al universo en estudio, situación envidiable para cualquier investigación en ciencias sociales.

El capítulo, que tuve oportunidad de ver, fue en el que se debatió la propuesta al sistema de pensiones y en éste, el factor más destacable fue la presencia de Francisco Orrego. Pues su participación aportó información no despreciable de cómo respondemos (razonamos) al vernos enfrentados ante una decisión compleja ¿Qué prevalece? ¿Cuál es el rol de la incertidumbre? ¿Cómo el Marco Social interactúa con ambos elementos?

¿Qué prevalece al votar?

Nos es útil recordar la consigna (la que por cierto, es fácil de recordar) levantada por el movimiento que representa Francisco Orrego y que sería su carta de presentación, Con mi plata no.. Es una frase concisa lo que la convierte en un paquete fácil de asimilar. Pero lo que la transforma en un potente germen comunicacional no es lo anterior ni lo explícito en el mensaje, sino en su potencial de evocar conceptos implícitos que entregan su propio mensaje. Mensajes que apuntan precisamente a lo que nos es invisible del complejo fenómeno social en el que participamos.

Lo anterior suena desproporcionado. Pero si desenmascaramos los conceptos que, estas 4 palabras, arrastran en forma automática a nuestras mentes veremos que son conceptos familiares y que nos hacen mucho sentido. Sólo enumeraré los que más se repitieron en las forzadas conversaciones que tuve sobre el tema: esfuerzo, propiedad, autonomía, “valoración” e, incluso, arrojo.

La imagen que nos asalta y, fácilmente, nos identifica es la de nuestro esfuerzo, pues la mayoría no hemos heredado nuestro dinero (“¡Es nuestra sacada de cresta!” argumentó Francisco Orrego, durante el programa). Por tanto, tener el dominio o propiedad sobre el fruto de nuestro sacrificio y disponer de éste libremente parece un derecho tácito ¿o no? Lo anterior, permite valorarme como un individuo autónomo e independiente y simbólicamente, en este caso, la valoración se encarna en la expresión más inequívoca y tangible, plata. Pero, no es solo eso, desde la frase emana una cierta sensación de poder, el suficiente como para tener el arrojo de establecer un límite a este ente, el Estado, en su intento de apoderarse de algo que como individuo he ganado.

Aunque lo detallado, en el párrafo, anterior tiene mucho sentido, objetivamente, ninguno de estos conceptos se conecta directamente con nuestro interés de evitar lo que está sucediendo o nos puede suceder, caer en la pobreza durante la vejez2 y que, en definitiva, es el origen y objetivo de la política pública discutida.

Entonces ¿Por qué jugarían, estos conceptos, un rol en esta decisión? La respuesta a esta pregunta proviene de varias disciplinas y, contrario, a la Teoría de la Elección Racional3, éstas convergen en que nuestro voto no se alinea, necesariamente, con nuestro interés propio (Voto Racional). Sino que, lo que prevalece al votar, es lo que se alinea con lo que nos identifica, es decir, con lo que construimos nuestra identidad y, sobre todo, con los valores que protegen esta identidad4. Y si nos detenemos a observar todos y, cada uno de los conceptos que evoca esta consigna, son valores con los que nos identificamos o quisiéramos nos identifiquen… o, por lo menos, en el futuro identificarnos.

¿Qué papel juega el Marco Social y el Sentido Común?

Nuestros valores dependen de nuestra historia personal, la contingencia y el entorno sociocultural en el que nos desenvolvemos. Esto último es importante, pues de nuestra interacción cotidiana (trabajando, descansando, comprando, etc.) es de donde más información obtenemos y procesamos para concebir, automáticamente, lo que nos hace sentido, lo que suele acercarse a lo que hace sentido también al colectivo en que está inserta mi interacción. En definitiva es lo que definimos como Sentido Común5, sentido que es dinámicamente enmarcado por el entorno sociocultural.

El que, en un momento, una simple consigna sea exitosa evocando imágenes con las cuales se identifica una gran parte de los individuos es signo incontrovertible de que le está apuntando al Marco Social que predomina en ese momento en la comunidad. Marco Social que, según los lingüistas cognitivos, son estructuras mentales que moldean nuestra visión del mundo y que suele replicarse en la mayoría de los individuos de una sociedad. Los marcos no son perceptibles conscientemente, de ahí a también llamarlos el “inconsciente cognitivo” de una población, lo que determina la forma en que ésta razonará y lo que, ya expuse, considerará como “Sentido Común”.

Por tanto estos valores, que aparentemente pueden no tener sentido que predominen al definir ésta u otras políticas públicas, sí nos hacen sentido porque predominan en nuestra comunidad (Inconsciente cognitivo). No tener presente lo anterior puede ser fatal en una democracia que intenta cimentarse en una suerte de plebiscitos. Y así fue en el proceso constituyente, pues quienes lo lideraron no sólo no entendieron lo legítimo de esto, sino que además lo invalidaron y ridiculizaron agresivamente7.

La Incertidumbre esculpiendo el Inconsciente Cognitivo

Sin embargo, lo expuesto no explica el que otros valores igualmente apreciados por los individuos y que sí, tienen relación directa con la política pública discutida (o cualquier política pública), como la solidaridad y la cooperación, no se anidaron con tanta fuerza en nuestro inconsciente cognitivo. Nuevamente , durante el programa, Francisco Orrego nos orientaría al señalar “Nosotros la verdad tenemos miedo, sí esa es la verdad, miedo que y eventualmente a futuro…”, en otras palabras, su temor era producto de una desagradable sensación cognitiva: la Incertidumbre.

La destreza de la incertidumbre esculpiendo o dando forma al Marco Social, la pudimos palpar de primera mano, durante el estallido social. Es innegable que nos vimos inundados por un tsunami de incertidumbre, el que hizo reflotar en el inconsciente cognitivo del país valores que no predominan fácilmente, pero que habitualmente están, y que nos servirían para enfrentar esa incertidumbre. Sí, ahí la solidaridad, cooperación y la empatía predominaron y se convirtieron en algo que hizo “Sentido Común”. Sin embargo, este Marco Social sería transitorio, pues a poco andar, la incertidumbre volvió a surgir y, paradójicamente, generada por el mismo proceso que ofrecía mitigarla. Sumado a lo anterior, el tiempo jugó su rol en nuestras memorias, relativizando el estallido, y restableciendo con fuerza el marco social previo.

El veredicto, al final del programa, sólo ratificó lo anterior. Triunfó, con un apoyo del 54% de los participante, la posición contraria a la propuesta del sistema de pensiones ofrecida en el texto y eso, aunque el programa cumplió con informar que nuestra plata no corría riesgos, ni tampoco había un sistema de pensiones explicitado en el texto.

¿Triunfó el Sentido Común?

En ese capítulo de 100 Indecisos, efectivamente, sí triunfó el Sentido Común. Lo que sería una predicción de lo que sucedería, de manera rotunda, en el plebiscito. Pero puede que este triunfo del sentido común no signifique, lo que creen estar expresando, quienes lideran la posición ganadora.

A puertas de reiniciar el debate para reformar el sistema de pensiones, tanto el resultado del plebiscito, como algunas encuestas nos advierten que para la población tiene sentido un sistema de capitalización individual y que los fondos sean heredables9. Esperemos que quienes lideren este proceso tengan la destreza para que los objetivos de esta política pública predominen sobre el sentido común y eviten, que en esta oportunidad, triunfe… aunque no parezca de sentido común.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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