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¿Una o dos listas? Opinión

¿Una o dos listas?

Carlos Cerpa Miranda
Por : Carlos Cerpa Miranda Experto y Master en eLearning, ex Concejal y ex Director Laboral BancoEstado.
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Se equivocan aquellos que ven el próximo e inminente proceso electoral como uno más, en el que se define, al margen de la realidad, la posición de fuerza relativa de los agrupamientos y partidos políticos por separado. No se le ha tomado el peso al hecho de que una derrota en la elección de consejeros constitucionales compromete posibilidades, de por sí hoy muy escasas, de concordar una Constitución que refleje los desafíos de esta época y abra paso a superar el Estado subsidiario de la dictadura, camisa de fuerza a la expansión de la democracia y la justicia social en nuestro país.


Punto de partida obligado de cualquier análisis político hoy y hasta el próximo 6 de febrero, cuando se cumpla el plazo legal para la inscripción de listas de consejeros constitucionales, es si las fuerzas de Gobierno concurrirán a la elección en una o dos listas.

Tema aún abierto y de resultado incierto, lo que en el curso de los últimos días ha dado pie a que distintas autoridades políticas y de Gobierno le hayan bajado el perfil a la posibilidad de ir en dos listas, manifestando que lo mismo haría la derecha. Si bien, por otra  parte, es positivo que estos asuntos se ventilen por la prensa y la opinión pública pueda hacerse una idea de cómo se abordan estos asuntos, se van enturbiando cuando al mismo tiempo y en simultáneo se les mezcla con disputas internas alrededor de cuotas de poder al interior del aparato del Estado.

Efectivamente, como muchos analistas ya lo han dicho, los números dan para los dos lados. Pero ello refiere solamente al elemento electoral de la cuestión, y no da cuenta del elemento político que define el escenario que emergió tras la derrota del 4S. Dicho escenario se expresa, por una parte, en la irrupción de una derecha mucho más agresiva, deseosa de retrotraer la realidad del país al estado de “oasis” proclamado antes de la revuelta social; se expresa, también, en las dificultades y errores no forzados en los que ha caído el Gobierno; un escenario complejo y malo para las fuerzas políticas transformadoras y de confusión en sectores que votamos Apruebo.

En ese marco, de reflujo social y confusión política, cobró finalmente expresión el Acuerdo por Chile, un acuerdo carente de hambre democrática y elitista.

En un contexto restringido como en el que nos encontramos, encorsetados y con poco margen de maniobra, cualquier error, como la dispersión de fuerzas, limitará aún más las perspectivas de cambio que el país requiere para terminar de salir de la crisis en la que nos encontramos hace ya varios años. El vacío de poder en política dura poco, eso la derecha lo sabe, lo conoce bien y no se arma lío a la hora de llenarlo.

Por eso, se equivocan aquellos que ven el próximo e inminente proceso electoral como uno más, en el que se define, al margen de la realidad, la posición de fuerza relativa de los agrupamientos y partidos políticos por separado. No se le ha tomado el peso al hecho de que una derrota en la elección de consejeros constitucionales compromete posibilidades, de por sí hoy muy escasas, de concordar una Constitución que refleje los desafíos de esta época y abra paso a superar el Estado subsidiario de la dictadura, camisa de fuerza a la expansión de la democracia y la justicia social en nuestro país.

Seamos claros, una elección se puede perder incluso con la más afiatada unidad, pero no es lo mismo perderla con unidad de propósito, por mínima que sea, a perderla en medio de recriminaciones, roces y conflictos que comportan los procesos electorales, que los egos solamente exacerban. Y abundan.

Por eso es que, si por intereses subalternos la derecha obtiene más representantes en el Consejo Constitucional como resultado de la dispersión de fuerzas de la izquierda y el campo progresista, las consecuencias no tendrán solo incidencia en la gestión de Gobierno. Que no quepa duda: tan pronto se conozcan los resultados de la elección, si esta le resulta favorable, la derecha no trepidará en seguir bloqueando la acción de Gobierno en asuntos incluso tan básicos como lo es conformar una mesa para tratar los temas que atañen a la seguridad pública del país.

Pero más en el largo plazo, las consecuencias de seguir concibiendo la política a partir de intereses particulares como si se tratara de los intereses de todos, las seguirán pagando las futuras generaciones que tendrán que seguir viviendo bajo una Constitución concebida en democracia, pero hecha a la medida de un sector de la sociedad que no trepida en poner sus propios intereses por encima de la paz social y del propio país.

Eso, en el caso de que se imponga una lógica que se corresponde con la política de los 90, obsoleta y ensimismada.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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