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El exprofesor Parisi Opinión

El exprofesor Parisi

Lorena Meneses
Por : Lorena Meneses Secretaria general de Convergencia Social.
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Por cierto, las dificultades económicas del país están aún lejos de estar resueltas y el Gobierno jamás ha pretendido lo contrario: se ha reconocido que el escenario sigue siendo complejo, en particular en fenómenos como el freno a la inflación. Estamos lejos de los anuncios rimbombantes sobre “saltos al desarrollo”, tan propios de la administración anterior. Pero ciertamente estamos aún más lejos de los anuncios catastrofistas de los autodenominados “economistas de la calle”, como el candidato Parisi, quien parece vivir en otro país.


El pasado jueves 26 de enero aterrizó en Chile Franco Parisi, excandidato presidencial del PDG, luego que recién el 23 de diciembre pasado se levantara la orden de arraigo que pesaba sobre él desde agosto de 2020, por no pago de pensión a sus hijos. Mientras intentaba justificar su no pago de pensión de alimentos juzgándolo –con impresionante frialdad, tratándose de sus hijos– un “asunto cerrado”, también incorporó parte de sus visiones sobre lo que ocurre en el país.

En el mejor estilo del Partido Republicano, prefirió la mofa al argumento para referirse a la situación económica nacional. Sin embargo su timing no pudo ser peor: solo un par de días después supimos del excelente desempeño fiscal del Gobierno del Presidente Boric, gracias a la gestión encabezada por el ministro Marcel. Como bien han señalado los medios de comunicación, se trata de un hito, en tanto es la primera vez en once años que el país logra un superávit presupuestario, siendo reconocido transversalmente por los diferentes académicos y referentes en la materia.

Entrando en el detalle, los resultados descritos se explican por diversos números: según los informes de Dipres, el Gobierno Central redujo en un 23,1% el gasto total, adicionalmente a una baja del 7,4% en gasto de personal. El hecho de que estas cifras se den en un contexto de mayor ejecución presupuestaria en relación con 2021, gracias en gran medida a la nueva estructura de transferencias de capital a los gobiernos regionales en lugar de inversiones, representa un enorme logro en términos de eficiencia en apenas el primer año de administración. La joya de la corona la representan el crecimiento del PIB en 2,7%, superando todas las proyecciones, y el de la inversión extranjera, elevada en un 12% en relación con el 2021.

Como consecuencia de estos logros, organismos como el FMI, así como analistas internacionales, han elogiado la política emprendida por el Gobierno, enfatizando que tanto corregir los desequilibrios macroeconómicos como el emprendimiento de reformas estructurales contribuyen a la solidez fiscal en el largo plazo. Esto es enormemente significativo, pues en gobiernos anteriores se solía argüir precisamente la necesidad de aquel equilibrio como argumento para frenar las reformas. En ese sentido, los inversionistas extranjeros parecen más cerca de las posiciones del Gobierno que de las de la oposición. Lo mismo los ciudadanos, que aprueban la gestión del ministro de Hacienda en un 57%.

Por cierto, las dificultades económicas del país están aún lejos de estar resueltas y el Gobierno jamás ha pretendido lo contrario: se ha reconocido que el escenario sigue siendo complejo, en particular en fenómenos como el freno a la inflación. Estamos lejos de los anuncios rimbombantes sobre “saltos al desarrollo”, tan propios de la administración anterior. Pero ciertamente estamos aún más lejos de los anuncios catastrofistas de los autodenominados “economistas de la calle”, como el candidato Parisi, quien parece vivir en otro país.

No está solo en ello, su PDG y el Partido Republicano son los únicos del país donde el porcentaje de hombres afiliados supera en al menos el doble a las mujeres. No sorprende, entonces, que el candidato tampoco tenga palabras para los avances en políticas de igualdad de género y su inclusión en asuntos presupuestarios, lo que ha desembocado en la mejora en calidad de vida de quienes conformamos más de la mitad del país. Gran mérito ahí el de la ministra de la Mujer y la Equidad de Género, Antonia Orellana, quien –a pesar de críticas constantes de quienes aún no aceptan la igualdad de género como parte estructurante de una nueva forma de entender el país– ha empujado una agenda pro igualdad, destacando, por ejemplo, el sistema nacional de cuidados y otros en la misma línea.

Lo significativo de todo esto reside en que parece haber ocurrido un giro copernicano en la política chilena. A diferencia de hace una década, hoy se utilizan pretendidos argumentos económicos para fomentar el populismo y no para frenarlo. No puede subestimarse el papel del Gobierno anterior en esta tendencia: los anuncios grandilocuentes combinados con una eficiencia relativamente baja parecen haber abonado el camino para Parisi y los “economistas callejeros”, que nos recuerdan al personaje Lionel Hutz, de “Los Simpson”.

En cambio, los pretendidos populistas de ayer nos encontramos defendiendo los logros de una política fiscal equilibrada. ¿Es que nos volvimos neoliberales, defensores a rajatabla del ajuste fiscal? No. Muy por el contrario, se trata de una maduración política que implica comprender la importancia de la sostenibilidad para que los cambios estructurales que perseguimos para nuestra sociedad perduren en el tiempo.

Entonces, no es de extrañar que cada vez se haga más sólida la convergencia de las fuerzas de izquierda y centroizquierda en un proyecto histórico común. Esta administración mezcla experiencias y trayectorias, pero siempre empujando una agenda que, pese a los ruidos y críticas, sigue avanzando no solo en normalizar el país, sino también en dar perspectivas de certezas para un futuro mejor. Si esto es la “economía boricista”, pues enhorabuena para Chile.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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