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El estigma de peso NO es saludable Opinión

El estigma de peso NO es saludable

Cecilia Prieto Bravo
Por : Cecilia Prieto Bravo Doctoranda en Ciencias de Salud de la Población, Universidad de Edimburgo
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En Chile, las personas gordas habitualmente son diagnosticadas como “obesas”. Desde este enfoque biomédico se da por sentado que el cuerpo gordo es un cuerpo “obeso” o enfermo, por lo tanto, se patologiza la condición del “sobrepeso” como algo que debe ser modificado. El estigma de peso es tan potente, que profesionales de la salud basan el “tratamiento” contra el “sobrepeso” o la “obesidad” en la pérdida de peso, a través de dietas, uso de fármacos y cirugías para reducir el tamaño del cuerpo. Sin embargo, no todos los cuerpos delgados son sanos, y no todos los cuerpos gordos son enfermos. ¿Por qué? Porque el peso no es un indicador de salud, como tampoco lo es ser de piel morena, blanca, estatura baja o alta.


Cotidianamente se asume –en diversos contextos– que las personas gordas tienen ciertas características individuales: que comen mucho, que son flojas, que no tienen fuerza de voluntad o autodisciplina. Es decir, que están gordas porque quieren, en una categoría de inferioridad. El tamaño del cuerpo o peso son características personales que en Chile siguen siendo motivo de burla o discriminación, y por la que muchas personas se ven afectadas diariamente y de manera sistemática. Esto es lo que se conoce como estigma de peso. El estigma de peso se define como una devaluación que se hace a una persona por el tamaño de su cuerpo, a través de actitudes discriminatorias en diversos espacios.

Las consecuencias del estigma de peso han sido ampliamente estudiadas, y entre estas se encuentran efectos en la salud mental: desórdenes alimenticios, ansiedad, depresión, abuso de sustancias e ideación suicida, entre otras. Asimismo, el estigma de peso incrementa el deterioro de la salud física como la diabetes tipo 2, enfermedad cardiovascular y aumenta en 58% la mortalidad por todas las causas.

En Chile, las personas gordas habitualmente son diagnosticadas como “obesas”. Desde este enfoque biomédico se da por sentado que el cuerpo gordo es un cuerpo “obeso” o enfermo, por lo tanto, se patologiza la condición del “sobrepeso” como algo que debe ser modificado. El estigma de peso es tan potente, que profesionales de la salud basan el “tratamiento” contra el “sobrepeso” o la “obesidad” en la pérdida de peso, a través de dietas, uso de fármacos y cirugías para reducir el tamaño del cuerpo. Sin embargo, no todos los cuerpos delgados son sanos, y no todos los cuerpos gordos son enfermos. ¿Por qué? Porque el peso no es un indicador de salud, como tampoco lo es ser de piel morena, blanca, estatura baja o alta.

Asimismo, se insiste en clasificar la “obesidad” como una enfermedad crónica (como ocurrió en Canadá), lo cual permitiría incrementar el presupuesto estatal para el uso de fármacos (de por vida) y cirugías reductivas para la población. De este modo vemos que la industria farmacéutica –al igual que la tabacalera o de alimentos– determina comercialmente la toma de decisiones en salud, generando recursos a costa de la salud física y mental de personas que –debido al estigma de peso– buscan una solución a corto y mediano plazo que reduzca su tamaño corporal.

Como sociedad, debemos repensar cómo estamos comprendiendo el peso en el cuerpo, cuáles serían los indicadores que efectivamente dan cuenta del estado de salud de una persona y cuáles son las experiencias de las personas que habitan estos cuerpos y estas clasificaciones. Es preocupante que, con toda la evidencia del estigma de peso, aún existan estructuras medicalizadas que no consideren un enfoque más inclusivo y no “pesocentrista” para la salud poblacional. Con esto, no estoy haciendo una apología a la grasa o romantizando la “obesidad” (como se suele contraargumentar); lo que pretendo es ampliar la mirada y mostrar que no toda la población está enferma como se lee frecuentemente en reportes sobre la denominada “epidemia de obesidad”, y que, por el contrario, muchas personas están empeorando su salud (física y mental) a partir de estos “diagnósticos”, las dietas y las bajas de peso.

Por eso en este 4 de marzo, día de la “obesidad” o “contra la gordofobia”, invito a salubristas y a quienes trabajamos en salud poblacional a sentarnos a dialogar junto a profesionales de diversas disciplinas, organizaciones y grupos por la diversidad corporal, a repensar el rol del peso en el cuerpo, cuáles serían los elementos que efectivamente están dañando la salud física y mental de la población, cómo se evalúan, evitar el foco en comportamientos individuales y, más importante aún, evitar el uso indiscriminado de fármacos o cirugías y que algunos profesionales de la salud están impulsando incluso en niñas y niños. Les invito a repensar los principios de la salud pública, sobre todo, considerando el bienestar físico, psicológico y social de los individuos, respetando sus derechos y la no discriminación, es decir, no al estigma de peso; no empeoremos la salud de la población.

*Nota: se utiliza la palabra “obesidad” entre comillas porque desde el enfoque biomédico se asume el cuerpo
“obeso” como una condición médica problemática. Se utiliza la palabra gordura para describir cuerpos grandes, como un adjetivo neutro.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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