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¿En qué cree Chile Vamos? Opinión

¿En qué cree Chile Vamos?

Alvaro Vergara N
Por : Alvaro Vergara N Investigador del Instituto de Estudios de la Sociedad.
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La ciudadanía no respaldó a quienes venían articulando una política de acuerdos luego del decisivo rechazo en el plebiscito del 4 de septiembre. ¿Fue este resultado mera casualidad? Evidentemente, no. Los partidos de centroderecha han sufrido un desgaste significativo durante los últimos años, y esa fatiga quedó de manifiesto en estas elecciones. No solo perdieron la confianza del electorado más duro, debido a saldos que dejó el Gobierno de Piñera o por su llamado “entreguismo” durante el estallido social; tampoco por su rol en la configuración del proceso pasado, donde cedieron en controvertidos asuntos como la hoja en blanco, paridad, escaños reservados o las listas de independientes. Su pérdida de simpatizantes puede explicarse también por un fenómeno de incapacidad para definir y comunicar en qué creen.


La mayoría de los analistas advirtió que el Partido Republicano crecería en las elecciones del Consejo Constitucional. Sin embargo, ni los más optimistas se atrevieron a predecir que los candidatos de José Antonio Kast arrasarían en casi todas las regiones del país. Fuimos testigos de una situación paradójica: la única colectividad que siempre se manifestó contraria a todas las modalidades del proceso constituyente, terminó alineando a una impresionante cantidad de chilenos para dominar el órgano encargado de redactar una nueva Constitución.

La elección y la victoria republicana dejan mucho para el análisis, y una dimensión interesante es la de quienes fueron los grandes damnificados. Entre ese lote se encuentra no solo el oficialismo, sino también Chile Vamos, coalición que ni siquiera logró estar a la altura de sus proyecciones electorales más conservadoras. En efecto, lo que estaba en juego era la hegemonía en la derecha, y los republicanos resultaron triunfantes por amplísimo margen.

La ciudadanía no respaldó a quienes venían articulando una política de acuerdos luego del decisivo rechazo en el plebiscito del 4 de septiembre. ¿Fue este resultado mera casualidad? Evidentemente, no. Los partidos de centroderecha han sufrido un desgaste significativo durante los últimos años, y esa fatiga quedó de manifiesto en estas elecciones. No solo perdieron la confianza del electorado más duro, debido a saldos que dejó el Gobierno de Piñera o por su llamado “entreguismo” durante el estallido social; tampoco por su rol en la configuración del proceso pasado, donde cedieron en controvertidos asuntos como la hoja en blanco, paridad, escaños reservados o las listas de independientes. Su pérdida de simpatizantes puede explicarse también por un fenómeno de incapacidad para definir y comunicar en qué creen.

Si algo ha demostrado el Partido Republicano, además de la actitud confrontacional, la capacidad de apelar a un nuevo público y de explotar las redes sociales, es su visión política definida. A diferencia de lo que se piensa, elaborar un discurso en esta línea no requiere de detalles técnicos ni de contar con las posibilidades fácticas de concretarlo. No, se trata de algo mucho más básico y, a la vez, más importante: definir las posturas para alcanzar lo que se estima como deseable. ¿Cuáles son, por ejemplo, las convicciones de Evópoli, RN y la UDI? ¿Qué tienen en común dichas colectividades? ¿Un liberalismo insípido y poco letrado? ¿La proclama por el Estado social y democrático de derecho? ¿La defensa de la colaboración público-privada? ¿La extraña mezcla entre un supuesto “gremialismo” y posturas progresistas? ¿Una historia juntos?

A su vez, aunque el contenido del proyecto republicano pueda ser objeto de críticas pertinentes, sus militantes han logrado cumplir con otro aspecto fundamental: comunicar ese proyecto. En sus diferentes campañas presidenciales, Kast se preocupó por transmitir aspectos de su propuesta en forma sencilla, incluso recurriendo abiertamente a consignas muy simples de comprender: “cumplir la ley”, “resguardar el orden” y “frenar la inmigración ilegal”. Eso generó efectos: la población sabe, más o menos, qué representa Republicanos. Kast puede ser extremo en algunos aspectos, pero “no se dará vuelta la chaqueta”.

Esas prioridades y actitudes logran transmitir mucho: al estar conectadas con el contenido de su propósito, generan confianza en la población. Recordemos que los grupos que formaron al Partido Republicano se arriesgaron con sus ideas cuando estas no podían ser más linchables. Agrupados en torno a ellas, sus candidatos lograron plasmar el imaginario republicano en sus respectivos distritos. El mismo criterio se puede utilizar para analizar la elección de Chile Vamos en la Región Metropolitana. ¿Qué mensaje o proyecto común podían transmitir personas como Rodrigo Delgado, Jaime Ravinet y Gloria Hutt? ¿Cambios con estabilidad? ¿La defensa de los treinta años? ¿La exclusión de rostros nuevos? Misterio.

Es cierto que Chile Vamos sacrificó parte de su capital para mantener vivo el proceso constitucional. El problema es que el daño colateral no fue menor y ahora dependen del apoyo de Republicanos para que esa pérdida no haya sido vana. El desafío entonces está en recomponerse. Se trata, sin embargo, de una tarea imposible si insisten en prescindir de una definición clara de proyecto político. En lugar de concentrar muchas fuerzas en la crítica a Republicanos –que por momentos resulta enceguecedora–, sus dirigentes deberían tomar nota de sus aspectos positivos, después vendrá ese periodo de juicio. Mal que mal, están al debe: les dieron una clase en el despliegue y planificación de campañas; en jugársela en el presente en lugar de guardar candidatos para futuras elecciones; en la utilización de medios difusores y en el orden de sus propias filas.

Si Chile Vamos no enmienda el rumbo, corre el riesgo de convertirse en el reflejo de esta elección: una derecha que dialoga para las clases profesionales más educadas, mientras Republicanos se hace fuerte en el mundo popular. Al final, esta disputa refleja que la constancia en política castiga, pero, de vez en cuando, también premia.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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