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Irak: Comienza la «dictadura de la libertad»

Pese a que los aliados están festejando el éxito militar, el problema inmediato, más allá de controlar el caos que se ha desatado en Bagdad y en las otras ciudades "liberadas", se centra en cambiar la imagen que esta invasión dejó en las cuatro esquinas del mundo.


Washington sabe que debe actuar rápido antes que las opiniones vertidas en medios como Wall Street Journal, New York Times o en The Guardian no se generalicen arrebatándoles el favor de la población norteamericana e inglesa.



Columnistas como Julien Borger y Carla Anne Robbins, conocen al equipo que ha estado detrás de la aceleración de este proceso; conocen las conexiones del establishment bélico con el staff financiero, y las están entregando a la opinión publica. Uno de ellos escribió que: "el solo derrocamiento de Sadam y un buen plan de ayuda humanitaria no son señales suficientes, porque aún está por comprobar que esta acción tiene justificación".



Ante esta amenaza, los aliados intentarán que episodios como el bombardeo al hotel Palestina, pase rápido a la historia de esta guerra, y no en la clarinada de advertencia de lo que viene en las siguientes fases: Una vez que el colapso de régimen esté asegurado, se impedirá el trabajo de la prensa independiente y sólo se permitirá a los medios "victoriosos" contribuir en la legitimación del fraude.



Los aliados tratarán de cerrar los espacio para el escrutinio público. Solo se permitirá una visión, una opinión, otro tipo de despotismo mejor fabricado con la ilusión de la libertad, esa que gustan tanto los norteamericanos y, ahora, muchos líderes europeo.



En esta nueva fase de la guerra, la batalla propagandística no tendrá contrapeso a menos que los organismos internacionales -o los países que se opusieron a la invasión- asuman una postura enérgica que impida la consolidación de un proceso fraudulento que, de concretarse, tendrá enormes consecuencias.



Vítores prefabricados



Los estrategos del la guerra eligieron muy bien el sector por dónde hacer su entrada triunfal en Bagdad: por aquel que les asegurara las mejores imágenes televisivas de una población iraquí saludando a las tropas. Población que, por cierto, no pertenece a los sectores diezmados por la guerra o que tiene parientes mutilados abarrotando los hospitales de la destruida capital iraquí.



El montaje mediático que El Mostrador.cl ha venido denunciando desde antes que finalizaran inspecciones de armas, se concretó ayer. La BBC de Londres -uno de los pocos medios que ha hecho propia la tesis del francotirador en el hotel Palestine que justificó el asesinato de dos camarógrafos- no ha escatimado en saturar sus ondas con los cánticos y vítores de niños iraquíes saludando a los soldados yanquis.



"Son los mecanismos publicitarios de las fuerzas instruidas para que la gente se suelte de las tensiones de miles de bombas caídas en las últimas tres semanas. Pero el engaño durará poco", sostiene un iraquí que asegura que será opositor de cualquier intento de montar un gobierno títere, como el que pretende instaurar Washington con un grupo de exilados para conducir el país en la fase de normalización de Irak, como la ha denominado Bush.



Con está lógica como motor, Bush está acelerando, en todos los frentes, para "no dejar rastros de partidarios de Sadam o del partido Baas, con lo que no hace más que estimular el resentimiento e incubar el terrorismo, que es lo que ellos quieren para el Medio Oriente", concluye nuestro circunstancial focus group iraquí que -sin saber quizás- empalma con la tesis del grupo dirigido por Paul Wolfowitz, gran lector de las obras de Trotzky, de introducir inestabilidad permanente en la zona para después intervenirla a su amaño.

Con la misma falta de contemplación por las vidas de civiles con que las tropas han entrado en la mayoría de las ciudades de Irak donde ha habido resistencia militar y civil, ahora esa falta de racionalidad se expresa en el frente mediático: Justificar lo injustificable, legitimar lo ilegitimo, el montaje de las evidencias a toda costa.



Las dudas que despierta este manejo de los medios han aparecido incluso en uno de diario que ha apoyado la intervención a ultranza: el Wall Street Journal advirtió, en sus ediciones del 5 y 8 de abril, que se debe actuar con criterio para que la legitimidad de la operación no se vaya al carajo.



El control total



Estos antecedentes confirman, también, el carácter ideológico que hay detrás de esta guerra. En su declaración oficial tras la toma de Bagdad, el jefe del Pentágono habló de un paso más en la historia que le dice adiós a un dictador criminal que estará en la galería de los monstruos junto a Stalin, Hitler y Lenin.



Pareciera curioso que haya nombrado a Lenin, pero su nombre delata el temor al fantasma del comunismo que aún prevalece en las cabezas de los planificadores de esta guerra. Lenin, Stalin y el mismo Hitler, pertenecen a categorías muy por encima de un tiranuelo de tercer orden como Sadam. Al meterlo en el mismo saco puede sonar exótico, especialmente en un país como Irak que está, hoy más que nunca, tan lejos del comunismo como de la verdadera libertad.



El recurso de agitar el cadáver del comunismo, junto a la fanfarria de la victoria, denota el fracaso de los ideólogos de la invasión que no lograron posicionar ideas más frescas ni siquiera el concepto de libertad occidental.



En perfecta sintonía, el Comando Central ha anunciado que una vez controlado el país, la prioridad será encontrar las "evasivas" armas de destrucción masiva y demostrar los vínculos del depuesto régimen con las redes terroristas. Pero esto no se hará con decenas de periodistas de medios independientes e inspectores de la ONU husmeando sobre el terreno, sino en alianza con la oposición de Sadam que constituirá el Gobierno Provisional del futuro Irak. El rol que tendrá este gobierno títere será de testigos de fe cuando "aparezcan" las pruebas de legitimación de la invasión aliada.



Incluso, las tropas de EEUU están poniendo dificultades a los periodistas que desean salir del país. Se les revisa en búsqueda de potenciales "descolgados" de las fuerzas que encabezaron la resistencia. Por supuesto que los que son objeto de los registro no son los periodistas europeos o estadounidenses, sino los venidos de países árabes, asiáticos y latinoamericanos.



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