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Crónicas cínicas XLI

(Desde La Habana) Gordo querido:


Finalmente llegué a la Habana, compadre, y ya estoy instalado en la Escuela de Cine de San Antonio de los Baños, después de pasar una noche en el hotel del aeropuerto de Santiago -flor de cama, flor de desayuno y grosso almuerzo, gentileza de la neblina de Pudahuel- y para que la aventura no fuera tan mula, tan chilena, también me fui de carrete una noche en Panamá City, paraíso tropical, de la tremenda onda y la comilona, también gentileza del avión atrasado y de la línea aérea necesitada de reparar los daños sicológicos de sus pasajeros con tanto despelote. Resultado: pasé una noche en vela, comiéndome una tremenda barbacoa en el hotel El Panamá, conversando con Volodia que viajaba en el avión y atinando con una española que venía a Cuba a pasar una pena de amor. ¿Cómo estoy?



No quiero sacarte pica Guatón, pero aquí la situación es alucinante. La escuela está en el campo, en medio de prados verdes rodeados de palmeras, con la botella de ron a luca, una piscina olímpica y las minas en cantidades, bonitas, simpáticas y amistosas.



Tuve de casualidad, por andar pajareando sin encontrar una sala de clase donde tenia que ir, un encuentro con el director de esta escuela, un tipo macanudo, como dice un amigo argentino.



Este señor fue director del ICAIC, o sea de la productora de cine de Cuba, en la época de oro del cine isleño. En esa época dejó a todo el mundo marcando ocupado con un artículo que escribió en Cine Cubano, revista que era leída como la Biblia por todos los genios de los sesenta -hablo de: Rocha, Littin, San Ginés, Getino y todo el resto-.



El artículo en cuestión se llamó "Por un Cine Imperfecto" y decía que lo que hay que hacer es cine con los medios que se tenga a mano, lo importante era encontrar una poética propia y los medios para realizarla. Al final, según él, lo que vale, más que la perfección técnica, es la historia y el contenido.



Hoy, Don Julio García Espinosa, que es como se llama el caballero, ya más viejito, sigue tan puntudo como antes y plantea que la tarea de estos tiempos es crear una poética electrónica a raíz del nacimiento de las nuevas herramientas digitales.



Anoche me mamé un discurso de Fidel. Está súper choreado con sus ex amigos europeos, que le pegaron un raspacacho por el cuento de los secuestradores fusilados. ¿Te acordai? Putas el gallo increíble, viejito y todo, con las manos tembleques, se mandó por lo menos tres horas de arengas, chistes, explicaciones y retos por la tele y hoy sacó a la calle, frente a las embajadas de España y Italia, a un millón de cubanos a marchar puteando a Aznar y Berlusconi. ¡Es increíble!



Te quería dejar pal último, una peli argentina increíble. Se llama La Ciénaga, es un filme casi sin historia, que hace una crónica de dos familias de clase media decadentes en el norte de Argentina, en la frontera con Bolivia.



Es el fin del verano, entre el ocio, el alcoholismo y la humedad, los niños y adolescentes ven hundirse a los adultos en el aburrimiento y el calor, mientras ellos sobreviven sin ayuda, haciéndose cargo los unos de los otros.



Las actuaciones de los jóvenes son espectaculares y la sensación de abandono en medio de una naturaleza selvática invasora es espeluznante. Dicen que la realizadora, Lucrecia Martel, tiene treinta años. ¿Nos les basta con Maradona a los argentinos, que tiene que tener ahora una cineasta genial?



El curso lo estoy recién empezando. El profe es un guatón que parece que sabe de qué está hablando. De ahí te escribo.





Negro querido:
Recibí tu mail. No tengo ganas de escribir. La Laura anda con un paraguayo y ya no me pesca. La echo de menos. No puedo ir al cine porque con cualquier güea me pongo a llorar y me da plancha parecer una margarita en público. Llega luego.





* Luis Mora, realizador, comentarista y profesor de cine.
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