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Tenet: la oportuna salida de un disidente de la administración Bush

El director de la CIA, el hombre de los secretos bien guardados, debía irse cuando su partida fuera útil para la reelección presidencial. Fuentes cercanas a la administración republicana aseguran que "su renuncia o destitución acordada venía negociándose desde hace un año y que sólo faltaba el momento propicio (para anunciarla)".


George J. Tenet, el hombre de los secretos bien guardados, dejará la CIA en pocos meses más. La renuncia del director de la agencia no sería casual y marca un punto de inflexión en la estrategia para asegurar la reelección del presidente estadounidense George W. Bush.



Según fuentes cercanas a la administración republicana "su renuncia o destitución acordada venía negociándose desde hace un año y sólo faltaba el momento propicio (para anunciarla)".



Ese momento llegó ayer, ya que su salida podía ser aprovechada para justificar equivocaciones centrales de la administración de Bush -tales como el 11 de septiembre del 2001 y la no existencia las armas de destrucción masiva en Irak- antes de las elecciones presidenciales de fin de año. Evitando, de este modo, que el mandatario pagara el costo político de estos errores.



Tenet debía irse cuando su partida fuera útil para la reelección y en ese sentido representa el clásico papel del chivo expiatorio. Del cordero que se sacrifica para continuar el blindaje al equipo de leales a Bush representado por el vicepresidente Dick Cheney, el secretario de Defensa Donald Rumsfeld, su vicesecretario Paul Wolfowitz, el asesor en Seguridad Lewis Libby y el jefe de Gabinete R. Aldeman, integrantes del taller formado en la ya célebre reunión del 21 de mayo de 1991, cuando se comenzó a diseñar la actual estrategia internacional de los Estados Unidos.



Tenet no pertenecía a este equipo y, más aún, se oponía a muchos de sus planes. Sus diferencias con Rumsfeld -que instaló una célula de inteligencia independiente de la CIA para manejar la situación de Irak- y con el "conde negro" del equipo del ex trotskista Paul Wolfowitz, eran conocidas y divulgadas por la prensa.



Aún así, pocos cuestionan su lealtad con la administración y con su país. Aunque no por ello dudan que con enemigos tan importantes el ahora renunciado director de la CIA tenía sus días contados.



Un tecnócrata es arrinconado



En la soledad del corredor de larga distancia, Tenet buscaba establecer alianzas para sobrevivir. Lo intentó con Colin Powell, quien podría ser otro de los "renunciados" antes de las elecciones, otro de los "equivocados" que no pudo con los sacrificios en función de la patria.



En la famosa presentación de Colin Powell el 6 de febrero de 2003, antes de la invasión a Irak, cuando se exhibieron fotos e información de inteligencia en la sala 1 de la ONU asegurando que ese país contaba con armas de destrucción masiva, nada menos que George Tenet observaba entre incrédulo e insatisfecho la performance del Secretario de Estado.



Powell intentaba ser convincente, y el director de la CIA disciplinado, pero la cara de Tenet, sentado detrás suyo, era la viva imagen de la decepción. La expresión de su rostro fue tópico en editoriales de los medios menos enganchados con el montaje de la existencia de armas química. Es decir, The New Yorker, The Guardian, LA Times y NY Times.



Pese a su necesidad de alianzas, en el mismo mes Tenet declaró ante el Senado que "no había certeza de la existencia de armas". Había respondido el profesional, anteponiendo el interés de mantener la credibilidad de su agencia -una especie de "segundo gobierno", por el tipo de información que se usa y se analiza- por sobre el interés político, que a la larga demostró ser el núcleo de la equivocación mayor.



Después de esta intervención, pocos dudaban que Tenet pudiera mantenerse en su cargo más allá de los primeros meses de la ocupación. Sin embargo se mantuvo, encarnando de esta manera la famosa frase de Iain Fleming en las tiras de James Bond: "sólo se vive dos veces".



Tenet no sólo pudo vivir dos veces, sino que varias más, ya que por provenir de la administración anterior venía siendo cuestionado desde el día uno, cuando recién asumía Bush y su equipo para implementar la nueva estrategia de seguridad de los EE.UU.



Más cargado a la visión demócrata que la republicana, colocado como director de la agencia de inteligencia más poderosa del mundo por Bill Clinton, era el único miembro de un equipo presidencial que se destacaba por férreos códigos de lealtad en las buenas y en las malas decisiones.



Tenet era también el encargado de continuar una reforma a la CIA y al concepto de "inteligencia" para el milenio que venía diseñándose desde los dos períodos de Clinton. (Recuérdese el tema de la desclasificación de documentos que ayudó a los juicios de los DDHH). Tenet era el tenócrata por excelencia, en una era en que lo político sobresee el criterio técnico a como dé lugar.



Con la desaparición de Tenet del aparato de poder en los EEUU, ya no es un misterio por qué permanecen Rumnsfed y Wolfowitz en el equipo de punta. Su salida bien puede ser tomada como la confirmación de ellos en el cargo y la dispersión de la disidencia.



Lo que sigue tras la renuncia de Tenet -y eventualmente también de Powell- habla a través de las palabras de Donald Rumsfeld al decretar el fin de la guerra: "Podemos quedarnos e Irak nueve semanas, nueve meses, o nueve años ".



El vulnerable futuro de la inteligencia



Finalmente, de un somero análisis de la información que emerge de las investigaciones llevadas a cabo en el Reino Unido y en los EEUU sobre el tema Irak, se desprende que el marcado blindaje político y mediático que rige para las autoridades involucradas en decisiones clave, seguirá permaneciendo casi independientemente de la gravedad de las faltas en que éstas incurran.



Todo indica que al embarcarnos en el siglo XXI nos enfrentamos a un sistema tentado de mantener estructuras conocidas y estilos de trabajo ya probados, a pesar de que el escenario internacional es menos rígido y más multidimensional que durante la guerra fría, cuando el referente común de ambos bloques en pugna era evitar el holocausto nuclear.



Pese a que los sistemas de inteligencia han demostrado ser altamente vulnerables a la diversidad de organismos y a la falta de centralización, persiste una inercia que tiende a prevalecer por sobre la necesidad de hacer un quiebre y reformar una actividad que debe estar más cercana al ojo público.



El problema es que nadie parece estar preparado para asumir las responsabilidades de una urgente reforma. Por lo que la seguridad nacional, y en eso se incluyen las tareas de la inteligencia, deberá ser parte de las agendas de los políticos del futuro (ojalá) inmediato.



Tenet es quizás el último guardián de una profesión eminentemente tecnocrática donde -está demostrado sobretodo en Irak- la injerencia política al nivel de la lectura o de la acción no debe incidir en lo más mínimo. Por esta razón debía salir en oposición, a un equipo de políticos leales, tremendamente equivocados. ¿O no?



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