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«El modelo con que funcionó la Concertación está haciendo agua …»

La diputada cercana a Lagos hace una crítica al distanciamiento de la Concertación de las demandas sociales, reconociendo que las fórmulas políticas utilizadas ya no dan abasto. Además, defiende al ministro Viera-Gallo y considera que los otros ministros políticos lo tienen solo peleando en el Parlamento. También reconoce que la esencia del rechazo ciudadano a la LGE está en que no confía en los acuerdos políticos.


En su oficina frente al Cerro Santa Lucía, la diputada Carolina Tohá se reunió con El Mostrador.cl a conversar del complicado momento que atraviesa La Concertación.



Consciente de que la reciente encuesta CEP devela que más de la mitad de la población no se identifica con ningún sector político, la parlamentaria cercana a Lagos analiza y explica por qué su bloque político se ha distanciado de las demandas ciudadanas.



En cuanto al peliagudo escenario que su partido, el PPD, tiene montado con el ministro secretario general de la Presidencia, José Antonio Viera Gallo, no comparte el llamado a cortar relaciones con él. Todo a raíz del emplazamiento del secretario de Estado a los parlamentarios que presentaron un recurso ante tribunales en contra de la ministra de Medioambiente para que abandonen las filas oficialistas.



¿Por qué disiente con su partido respecto a Viera-Gallo?



-Creo que las palabras que ocupó el ministro al decir que las personas que estaban en esa postura mejor que se fueran de la Concertación, no son apropiadas. No las respaldo. Pero creo que son fruto de otras palabras de parte de personeros del PPD que lo han irritado. Mi opinión es que más que cortar relaciones, lo que hay que hacer es tener una manera más constructiva de discutir.
Y hay que tomar en cuenta una realidad: hoy en el Parlamento existe una presencia del Gobierno mucho más baja de la que hemos conocido en el pasado. Y por lo tanto una sobrecarga al ministro. En el período anterior cuando había temas delicados, cuando había que trabajar por votos o desacuerdos en la Concertación, tenías a La Moneda entera en el Congreso. Hoy hay una ausencia tremenda de otros ministros del área política y Viera-Gallo es el que está ahí todo el día, lo que por supuesto le causa un desgaste grande.



¿Y por qué este abandono de los otros ministros?



-Creo que es un tema de diseño del trabajo. Es un diseño que se adoptó en su momento porque eran otras las prioridades, pero en este instante se requiere un apoyo mayor de otros ministros políticos y también del ministro de Hacienda a la labor que hace Viera Gallo, que le toca ir resolviendo cada uno de los temas. Y la verdad es que no hay ministro que resista esa carga.



¿Y cómo ven desde dentro del partido la agenda del senador Guido Girardi, que se está ampliando a muchos otros parlamentarios? ¿Cree que esto refleja que la Concertación se está disgregando?



-Hay un ciclo político que se está agotando desde todo punto de vista. De las temáticas prioritarias, estamos entrando a otras. Y del punto de vista también del contexto social en que estamos. Tenemos otro tipo de actores, que tienen otra fuerza y el modelo con que la Concertación funcionó, en esta nueva etapa está haciendo agua por todos lados.



Y ve factible que pueda haber una reinvención de la Concertación o cree que se está llegando al límite para reordenar al oficialismo?



-Me cuesta pensar en una Concertación que se disperse completamente. Según la encuesta Adimark hay una parte importante de la ciudadanía cuyo domicilio político es la Concertación. Yo creo que los estímulos para que la Concertación se mantenga junta son muy grandes. El problema es que hay que hacerlo sin recurrir a las mismas recetas, porque yo creo que esas no van a operar. Ya no sirve buscar el candidato más popular y ponerlo ahí porque antes se daban por supuestas una serie de cosas.



En todo caso, la encuesta CEP demostró que más del 50 por ciento de la ciudadanía no se identifica con la clase política, lo que revelaría que la Concertación no está representando las demandas ciudadanasÂ…



– La Concertación tiene una dificultad grande para hacerse cargo de los cambios que ella misma ha detonado en esta sociedad. Incluso tiene muchas más dificultades para hacerlo que el Gobierno.
En general este Gobierno y los anteriores siempre han logrado un nivel mayor de adhesión ciudadana, de empatía con la gente que lo que el conglomerado político propiamente tal tiene.
Siempre estuvo en el mensaje de la Concertación la necesidad de que haya actores sociales con voz propia, que sepan manifestarse y que no sean obsecuentes, que planteen sus demandas. Pero ahora hay muchas dificultades con eso. No creo que esto sea un problema de la Concertación, sino de la política chilena en relación a la sociedad chilena.



Ha sido una de las parlamentarias que más ha defendido la LGE, pero ¿no considera que el rechazo de la ciudadanía apunta más a un tema de fondo que tiene que ver con la necesidad de un cambio radical, porque básicamente la gente está cansada de cambios tímidos y cuidadosos que reflejan que el sistema está amarrado a la herencia de Pinochet?



– Detrás de este cuadro complejo con la LGE hay dos explicaciones. A pesar de que deroga la LOCE y hace cambios bien significativos en relación a su esquema, no resuelve ni da cuenta de los cambios que necesita la educación pública. El corazón del malestar está en la ausencia de definiciones ante ese tema.
Lo segundo es que lo que regula la LGE, que se hizo tras una negociación que dio cuenta que la agenda tal como la quería la Presidenta no era posible aprobarla: no teníamos los votos. La verdad es que Bachelet lo intentó, pero en ese contexto, cuando esos proyectos se votaban y se discutían, hubiera ayudado mucho que hubiera habido movimiento social. Pero hubo poca presión.
El fenómeno que veo es que la gente no confía en la negociación que pueden hacer los bloque políticos. Y eso es reflejo de un vínculo que está deteriorado entre la sociedad y los actores políticos.
Esas son las razones por las que esto ha sido tan tortuoso y difícil de resolver: porque hay esa crisis de desconfianza y los sectores que podrían representar a esos actores sociales no están en el Parlamento. La sensación de impotencia, de que la institucionalidad no te da respuesta es muy peligrosa, porque cuando pasa eso la sociedad empieza a buscar otros caminos.

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