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Trabajadora sexual alza su voz por primera vez en Conferencia de VIH

«Las trabajadoras sexuales no somos parte del problema, somos parte de la solución, ¡carajo!», sostuvo.



Una trabajadora sexual intervino este miércoles por primera vez como ponente en una sesión plenaria de la Conferencia Internacional sobre el Sida para exigir respeto y reconocimiento mundial a la prostitución como trabajo frente a un negro panorama de violaciones de derechos humanos y alta prevalencia del VIH en ese colectivo.



La argentina Elena Reynaga, secretaria ejecutiva de la Red de Trabajadoras Sexuales de Latinoamérica y el Caribe, señaló en un emotivo discurso interrumpido constantemente por aplausos y gritos de apoyo, que se requiere «derogar todas las normativas que criminalizan el trabajo sexual».



La también fundadora y secretaria ejecutiva de la Asociación de Meretrices Argentinas (AMAR), pidió juicio y castigo a todos los crímenes contra sus colegas de oficio y la abolición en las ciudades de las llamadas «zonas rojas», donde las encierran «en guetos y se promueve la violencia y la discriminación».



Además, expresó su rechazo a los exámenes médicos obligatorios y la eliminación de la tarjeta sanitaria que algunos países exigen a las mujeres para ejercer el trabajo sexual.



En la Conferencia, que se celebra en Ciudad de México, pidió pruebas de detección de VIH voluntarias, gratuitas y confidenciales, y acceso universal a la prevención y atención de esa enfermedad.



«No queremos coser, no queremos tejer, no queremos cocinar, queremos mejorar nuestras condiciones de trabajo», precisó la argentina, que inició su trabajo como activista social en 1994.



Por último, reclamó que se destinen recursos a financiar las organizaciones de trabajadoras sexuales, que conocen y entienden mejor la problemática y han demostrado capacidad de organización y seriedad para conseguir resultados.



Entre lágrimas y a gritos, Reynaga concluyó su ponencia: «las trabajadoras sexuales no somos parte del problema, somos parte de la solución, ¡carajo!».



EFE

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