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Neopingüinismo a la carta

Mirko Macari
Por : Mirko Macari Asesor Editorial El Mostrador
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Me permito ser pesimista mientras no troquemos el lenguaje que reina hoy en el mundo de la educación; porque la crisis que se diagnostica desde todos los centros de pensamiento, la agudiza aún más -sí, la agudiza- con las propuestas que promueven de acuerdo a sus propios intereses económicos. Necesitamos para la educación un lenguaje nuevo, que desplace al paradigma teórico del recurso humano y el capital humano.


Me imagino que debió de ser muy desagradable para la ministra de Educación tener que volver rapidito desde París a Chile a solucionar el problema de estos profesores de la educación pública que reclamaban por unas lucas de un bono pretérito. Desagradable tener que dejar el spleen parisino, por el sopor santiaguino; dejar el cafecito a media tarde en Saint-Germain-des-Prés, la reunión siempre interesante en algún organismo internacional, la experiencia de flâneur por el Quartier Latin, por unas galletitas nacionales con sucedáneo de café en una mesa atiborrada de pobreza y demandas de los profesores que sufren la administración municipal, más encima, en un edificio -el del Mineduc- que se ha transformado de un tiempo a esta parte, en el símbolo de la gestión que no queremos para un Chile ad portas el bicentenario.

Esto, no me cabe duda, explica sus palabras tan rotundas al arribar: «Están dinamitando la Educación Pública». Palabras más palabras menos, sábado por la noche, problema resuelto con los profes, habemus bono, el lunes a clases y a retomar la patita de esta cueca brava que llamamos año escolar en el sistema público.

Pero, lo que nadie sabía era que los estudiantes del Instituto Nacional se tomarían un largo San Lunes. Todo de nuevo. Tres grandes máquinas repletas de agua, y otra más pequeñita llena de gas, y un gran bus verde -todavía vacío- dispuesto a recibir pasajeros, y unos señores y unas señoras vestidos con duros plásticos verdes y cascos ad hoc, y el tránsito detenido por la vereda norte, y una veintena de periodistas, camarógrafos, fotógrafos y cientos de estudiantes jugueteando con el agua, el gas, los flashes, los micrófonos y el correteo de los carabineros.

Da para hablar de nuevo de dinamita o más bien, para hacer ver que ellos mismos -liceanos inconscientes- son los que están dinamitando su propio futuro. La pobre Ministra pasó rapidito del Paris je t’aime al neopingüinismo chileno. El planeta escolar otra vez movilizado, otra vez exigiendo lo que los adultos ya hemos pensado cómo solucionar. Pero además estos neopingüinos ejercen la violencia de moda, el bullying, nada  más y nada menos que contra el cuarto poder. Por lo tanto, más fuerte que nunca la escuela pública acusada: malos resultados, mala convivencia, malos profesores, mala administración, y con grupúsculos violentistas.

¿Se trata de un mundo -el mundo escolar- que no camina sino por malos entendidos (Baudelaire)? ¿Se trata de una nueva escalada -en el mundo escolar- de desorden, caos y violencia? Basta leer las reflexiones del establishment este fin de semana en los medios nacionales para percibir una opacidad de sentido: interrogando la legitimidad de los movimientos escolares, pidiendo disciplina y control, exigiendo por un lado y por otro, volver a las aulas en aras de la desatendida calidad de la educación. Es decir, violencia física de los escolares y violencia simbólica del poder. Violencia que se permite abolir los límites de lo razonable, sea cual sea la razón o el sentido de esa razón. Sólo al hombre, decía el filósofo franco-alemán Eric Weil, se le revela la violencia, porque sólo él es el único que busca un sentido.

Así los escolares, apostando por un sentido y el poder político, por otro, ambos con sus propias fuerzas, una hasta física, otra hasta simbólica; unos jugándose la vida en un San Lunes, otros en sus SIMCESs PSUs. La pregunta es ¿dónde buscar una equivalencia, si ya el mundo adulto jugó sus cartas vía el Congreso? O dicho de otra manera ¿quién no ha escuchado a quién, que hemos llegado de nuevo a este embrollo: la que lanzó el jarrazo o la que recibió el agua? Porque embrollo es, sobre todo si nuestra sociedad chilena se parece cada vez más a eso que Baudrillard llamó una masa compuesta de átomos individuales lanzados en un absurdo movimiento browniano. ¿Qué sentido puede aunar, de una vez por todas, esos grandes relatos de deslegitimación que unos y otros acentúan día tras día?

Me permito ser pesimista mientras no troquemos el lenguaje que reina hoy en el mundo de la educación; porque la crisis que se diagnostica desde todos los centros de pensamiento, la agudiza aún más -sí, la agudiza- con las propuestas que promueven de acuerdo a sus propios intereses económicos. Necesitamos para la educación un lenguaje nuevo, que desplace al paradigma teórico del recurso humano y el capital humano nacido en la década del 60, en Estados Unidos  bajo la reflexión de académicos como W. Schultz; E. Denison; G. Becker; J. Mincer, y que hoy es el paradigma unidimensional de la OCDE. Este es un paradigma que usa un lenguaje para representarse al conocimiento, tal cual un capital, es decir como una acumulación individual capaz de crear y producir riqueza y crecimiento, en una palabra, lucro. Se supone, que en un momento presente dado, el individuo (o sus padres) invierte en sí mismo para beneficiarse con mayor ventaja de las oportunidades que a futuro entregará el mercado como oferta, de esta manera, acrecentar el conocimiento es acrecentar las capacidades productivas, las competencias.

En un universo así, no se distinguen más los capitalistas de los trabajadores: todo el mundo es capitalista y todos deben movilizar sus competencias, quien más mérito tenga en esa movilización, más podrá gozar de las finalidades de una sociedad así organizada. En fin, ese lenguaje, que legitima la competencia en educación, ese lenguaje que denota una naturalidad y neutralidad tan común en los centros de pensamiento, es el lenguaje que de una u otra manera debe ser reemplazado por otro que verdaderamente hable de educación, pero desde la educación. Por ello, nos permitimos ser pesimistas. Los estudiantes seguirán por largo tiempo enfrentados con sus propios sentidos, y contra los sentidos de este paradigma, ya permeado en toda la clase política, académica y cultural. Este neopingüinismo, si amaina, será hasta que sus compañeros de primero y segundo medio estén en tercero y cuarto. Cuando de nuevo sientan que les prometieron un conocimiento humanista científico y sólo ven que tienen un par de competencias y muy pobremente aprendidas.

 

*Jaime Retamal es académico del Departamento de Educación, Facultad de Humanidades. USACH

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