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Marketing universitario

Gabriel Angulo Cáceres
Por : Gabriel Angulo Cáceres Periodista El Mostrador
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Se está convirtiendo en mercancía a jóvenes que lo que necesitan es información, posibilidades de elegir y sobre todo respeto, porque sólo así decidirán correctamente respecto de su futuro.Uno ve a veces que algunas universidades públicas se tientan con estos comportamientos disfuncionales y salen a «competir», tratando de armar sus míseros combos y ofertones.


Comienzan ya algunas universidades privadas la lucha por la captura de estudiantes con buenas notas para el año académico 2010. Antes siquiera de dar la PSU, es posible para los jóvenes hacer una «prepostulación». Las universidades compiten por captar a estudiantes con alto puntaje porque así perciben más recursos del Estado. El AFI (aporte fiscal indirecto) las premia con dinero contante y sonante por cada buen puntaje. Por eso es que cuando se entregan los resultados de la PSU las universidades entran en una deprimente competencia de halago y estímulos a los puntajes nacionales, ofreciendo becas, desayunos, fotos y demases.

Este proceso es, en rigor, una perversión. La idea de premiar a los planteles con buenos estudiantes se basa en que si una universidad tiene la capacidad de atraerlos en principio eso habla bien de ella. Pero lo que ocurre es finalmente que el estudiante-maravilla con buen puntaje «escoge» un combo promocional universitario diseñado con criterios de marketing, o mejor dicho cae en él.

El mecanismo resulta muy desorientador para los jóvenes, en cuyo proceso lo más importante no es el puntaje obtenido sino la capacidad de orientarse, de encontrar aquello que mejor calza con sus valores y deseos, no con los de sus padres, ni con los de las universidades, ni con los de los funcionarios estatales. Cuando la temporada de marketing haya pasado, y las universidades hayan hecho sus balances, aquellos jóvenes quedarán quizá atrapados estudiando durante cinco o siete años algo que no era lo suyo. Nadie se hace responsable de estos efectos perversos.

Pero además el marqueteo febril desvía a las universidades de su misión declarada, que es la de dedicarse al conocimiento, a generarlo, conservarlo y transmitirlo. No a venderlo o a comprarlo, que es otro negocio.

Esta lucha ridícula por captar buenos puntajes es una excrecencia del neoliberalismo de los años ochenta. Se parece a los esfuerzos que hacían las municipalidades por pelearse las patentes, y así los alcaldes que podían gastar más en publicidad captaban más recursos, desconfigurando el equilibrio presupuestario entre las comunas y poniendo pasión y esfuerzo en algo que nada tiene que ver con la administración de la ciudad.

Pero en el caso de las universidades el daño es mayor, ya que se está convirtiendo en mercancía a jóvenes que lo que necesitan es información, posibilidades de elegir y sobre todo respeto, porque sólo así decidirán correctamente respecto de su futuro.

Uno ve a veces que algunas universidades públicas se tientan con estos comportamientos disfuncionales y salen a «competir», tratando de armar sus míseros combos y ofertones. Pero lo propio de las universidades públicas no es competir sino colaborar. Sin embargo el desatinado sistema actual de financiamiento de las universidades estatales las empuja a probar, casi siempre sin mucho éxito, estas repugnantes movidas publicitarias.

Una universidad muestra su calidad no con ofertones, sino con un trabajo sostenido, con un ambiente interno de respeto y de coherencia con los valores que dice sustentar, con buenos indicadores obtenidos sin pillerías. Es de toda necesidad -un deber- que las universidades informen, que hagan contacto con los jóvenes, que abran sus puertas a sus futuros estudiantes y publiciten su oferta de estudios. Eso es una cosa, y otra muy distinta es convertir la vida académica de un país -su capacidad de pensar- en una cascada de promociones de temporada hasta agotar stock. Dando, además, un feo espectáculo a los jóvenes.

*Juan Guillermo Tejeda es profesor asociado de la Facultad de Arquitectura y Urbanismo de la Universidad de Chile.

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