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ME-O, entre la confianza y el miedo

Gabriel Angulo Cáceres
Por : Gabriel Angulo Cáceres Periodista El Mostrador
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Aparentemente la gente cree que Marco Enríquez-Ominami ya no estaría «jugándose la personal», sino que personificando un verdadero recambio generacional. Sin embargo, el recambio que requiere la política chilena no es una cuestión de canas más o canas menos, sino que de una nueva forma de hacer política, una que sea abierta a la ciudadanía.


Para clasificar al mundial de fútbol falta muy poco. Explicaciones de por qué estamos tan cerca han habido de sobra y todas coinciden en que la selección chilena cambió: hoy no sólo tenemos un equipo talentoso, sino que jugadores con otra mentalidad.

Comparaciones de este proceso y la política hemos leído y escuchado bastante. Y todas coinciden en que falta un cambio similar. ¿Pero quién se la puede?

Últimamente todos los candidatos «se las dan» de Bielsa, pero la verdad es que Frei más se parece al Acosta del 2002, con más de lo mismo y un resultado para el olvido, y Piñera sufre el mal de Juvenal Olmos, a quien sólo lo quieren los seguidores del equipo cruzado… por algo será.

El éxito del proceso Bielsa radica en el compromiso de sus jugadores con la meta, y no sólo de sus jugadores, sino también de la dirigencia y la hinchada. Y este compromiso existe porque Bielsa logró conquistar la confianza de los involucrados y gracias a ello los movió a cambiar sus conductas.

A su vez, el progreso de Chile depende del compromiso de los ciudadanos con la implementación de las políticas públicas, pero ello no se logrará hasta que se restablezca la confianza con quienes están legislando. Y en ese aspecto, la CEP de la semana pasada ha sido contundente: si de confianza se trata, los políticos perdieron por paliza.

Está claro, la ciudadanía no confía en los políticos, y si el ciudadano no confía en sus gobernantes, cualquier esfuerzo será en vano, pues por muy inteligente que sea la política pública, su implementación no los comprometerá.

¿Y Marco? Aparentemente la gente cree que Marco Enríquez-Ominami ya no estaría «jugándose la personal», sino que personificando un verdadero recambio generacional. Sin embargo, el recambio que requiere la política chilena no es una cuestión de canas más o canas menos, sino que de una nueva forma de hacer política, una que sea abierta a la ciudadanía.

Ese cambio sin duda que es difícil, pues significa que los políticos deben dejar de hacer «politiquería» y se arriesguen a confiar en la democracia.  Abandonar lo conocido por algo nuevo y distinto da miedo, y por eso el ser humano -a pesar de estar consiente- se resiste a dejar muchas veces su comodidad.

Bielsa logró que sus pupilos perdieran el miedo y se atrevieran a jugar diferente, pero para ello se vio obligado a convocar a una generación nueva de futbolistas.

El nuevo contingente de políticos que dirija los rumbos del país en los próximos años debe estar motivado por una convicción similar, aquella que revestida de épica busca la trascendencia. En el caso del fútbol puede ser la clasificación al Mundial o incluso una copa, en la política chilena debe ser alcanzar el desarrollo en una estrategia verdaderamente inclusiva y democrática. Por ello, al igual que nuestra selección, la política chilena necesita de un nuevo grupo de personas que se atrevan a romper las viejas alianzas sin miedo a perder su estado de confort. Hoy se necesita una contribución ideológica y programática distinta, que sea enarbolada por personas que no carguen con el lastre afectivo de los últimos procesos y que por ello inspiren confianza en la ciudadanía.

Marco Enríquez-Ominami no se ha ganado aún la confianza de la mayoría de los chilenos, quienes no le creen que sea un político diferente, pues -a pesar de que ha sido díscolo- necesita demostrar con total claridad que él si ha perdido el miedo y que está dispuesto a gobernar con la ciudadanía y sin los Vidal, los Girardi o las Tohá.

*Juan Pablo Halpern es Director Ejecutivo de Independientes en Red.

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