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Las mujeres asumen el protagonismo en la reconstrucción de las comunidades tras el terremoto

Cerca de 500 mujeres que trabajan día y noche para intentar devolver la normalidad a Constitución situada en la desembocadura del río Maule y que también fue escenario de un maremoto que borró del mapa la Isla Orrego, donde acampaban numeros turistas.


Muchas mujeres de la zona del terremoto que asoló el país hace medio año perdieron sus hogares y sus fuentes de trabajo, pero decidieron encarar la adversidad y hoy recorren las calles de sus pueblos retirando escombros para iniciar la reconstrucción.

«Nosotros buscamos los escombros que hay en las calles y los juntamos para que luego lo retiren las máquinas, ése es nuestro trabajo», relata Elena Quitral, una de las brigadistas que recorren la ciudad de Constitución, donde el 27 de febrero medio millar de casas y establecimientos quedaron en el suelo.

Como ella hay en esta localidad otras 500 mujeres que trabajan día y noche para intentar devolver la normalidad a esta ciudad situada en la desembocadura del río Maule y que también fue escenario de un maremoto que borró del mapa la Isla Orrego, donde acampaban numeros turistas.

«De esta manera ayudamos a nuestros maridos, a nuestros hermanos, a nuestros papás, porque muchos se quedaron sin ‘pega’ (trabajo), es un gran apoyo, por eso no queremos que se acabe», cuenta Fernanda Nuñez, una joven de 19 años que también estuvo construyendo ‘mediaguas’, las cabañas de madera levantadas para la emergencia.

La catástrofe causó más de 500 muertos, pérdidas materiales por valor de 30.000 millones de dólares y paralizó la actividad económica. La pesca artesanal y la industria maderera se resintieron del impacto y muchos hombres quedaron sin trabajo.

El plan de empleo comunitario puesto en marcha por el Gobierno de Sebastián Piñera para hacer frente a la fuerte cesantía que causó el terremoto en las regiones del Maule y Biobío ha permitido salir adelante a muchas familias, pero inicialmente está previsto que concluya en octubre próximo.

«Cuando esto se termine no sé qué vamos a hacer, es un gran apoyo para nosotros», cuenta Fernanda, que trabajaba en una cafetería que el 27 de febrero quedó bajo el agua.

«Lo que más necesitamos es que esto vuelva a ser Constitución, que recuperemos el comercio y haya trabajo para toda la gente, que se construya y acabemos con los campamentos», tercia Elena Quiltrán, una ‘chef’ que a los 49 años ha tenido que cambiar el delantal por los guantes.

A pocos metros de lo que un día fue el embarcadero del río Maule, una docena de mujeres labora bajo la atenta mirada de un soldado. Ellas forman parte de «Fraternidad», una de las cuadrillas del llamado Cuerpo Militar del Trabajo.

«El Ejército de Chile es el que nos dirige, pero los recursos son financiados por el Gobierno a través de nuestro presidente, que como una forma de paliar la cesantía que se produjo por la catástrofe envió trabajo de emergencia», cuenta la portavoz de «Fraternidad».

«Es por el salario mínimo, pero nos sirve de mucho a las mujeres que quedamos sin trabajo; mamás y jefas de hogar que no tenemos otras cosa por el momento», cuenta esta mujer, que trabajó durante 18 años como asistente dental en una clínica odontológica que quedó destruida por el terremoto.

«Mucha gente perdió su empleo y no recibió indemnización, porque muchos empresarios se aprovecharon de esto. Ellos siguieron trabajando y a sus empleados los dejaron a la deriva. Gracias a Dios el Gobierno se puso enérgico y a través de la inspección de trabajo sancionó todas estas anomalías», agrega.

Los turnos de las cuadrillas les permiten a las mujeres compatibilizar su trabajo con las tareas del hogar y cuidar a sus hijos.

Las que trabajaban en el sector servicios fueron las más afectadas por el desempleo que sobrevino a causa de la catástrofe en una zona donde las oportunidades laborales para la población femenina son muy escasas.

«Esta es una zona maderera y de pesca, para nosotras la única alternativa era el comercio, los servicios, pero a raíz del terremoto el 80 por ciento del casco histórico (donde se concentraban las tiendas y oficinas) hoy no existe».

Los pescadores artesanales poco a poco van volviendo a sus faenas, aunque en condiciones muy precarias, porque se quedaron sin puerto, pero para las mujeres la recuperación será más lenta y difícil.

Por eso confían en que los planes de empleo laboral se mantengan después de octubre.

«Nos falta mucho para reconstruir nuestra comunidad, pero con el empuje de nosotras, las mujeres, lo vamos a lograr», asegura.

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