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El otro pinochetista que está en guerra con la Municipalidad de Providencia

Felipe Saleh
Por : Felipe Saleh Periodista El Mostrador
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A diferencia de sus amigos Pablo Longueira, Hernán Larraín o Jovino Novoa, este abogado que dirige la entidad desde que Cristián Labbé ocupó el sillón edilicio, no está en la política contingente y se mantiene alejado del partido que ayudó a crear cuando tenía 30 años y era un símbolo de la adhesión juvenil a Pinochet.


Javier Leturia ha cultivado un perfil bajísimo desde que en 1997, por segunda vez, no fue electo diputado por San Antonio, y la UDI decidió reemplazarlo en la elección siguiente por Edmundo Eluchans, quien sí fue elegido y es parlamentario hasta hoy.

Después de sus aventuras como candidato, Leturia ha dicho que “se sintió liberado”, que nunca le ha gustado la vida en grupo. Decidió desde entonces, alejarse de la vida partidaria.

Aunque mantiene la militancia. Porque Leturia es uno de los que puede jactarse en la UDI, de estar entre los mejores amigos de Jaime Guzmán. Comió con él la noche antes que lo asesinaran. El líder del gremialismo lo fue a reclutar al San Ignacio de Alonso Ovalle cuando Leturia estaba en el último año de Enseñanza Media. Horas después del golpe militar, cuando tenía 23 años y era presidente de la FEUC, estaba en el grupo que seguía los acontecimientos desde la casa de Guzmán.

Cuando se confirmó que la junta militar había tomado el poder, Leturia quiso descorchar champaña, pero según ha contado, Guzmán lo contuvo, sabiendo que se venían días oscuros para mucha gente. “Me gusta decirle golpe, porque fue una revolución, no hay nada malo en eso”, dijo en entrevista con la historiadora Patricia Arancibia.

El contrato millonario

Leturia, desde la FEUC, aparece en las enciclopedias como uno de los primeros dirigentes en pedir la renuncia a Allende en Agosto de 1973 y también fue uno de los voceros que, desde la UDI, comunicó el rechazo de la colectividad al Acuerdo Nacional impulsado por el Arzobispo Juan Francisco Fresno en 1985.

[cita]Fiel Pinochetista, se entiende la afinidad de Leturia con Cristián Labbé, el alcalde de Providencia que en 1998 cuando el general estaba detenido en Londres, mandó a no retirar la basura de la embajada española. El ex escolta de Pinochet lo puso en el directorio de la Corporación, igual que a Osvaldo Rivera Riffo, ex funcionario de Dinacos.[/cita]

“Creo que es un texto hecho con mucha inteligencia, pero que si uno lo lee detenidamente es una proposición para echar abajo la Constitución del 80. A la brevedad posible”, decía Leturia sobre el documento que suscribieron otros movimientos afines al régimen como la Unión Nacional (germen de RN) y el Partido Nacional.

Leturia reapareció por estos días, primero en La Segunda y luego en una carta a El Mercurio, reclamando por el fin del convenio privado entre la Corporación Cultural de Providencia y la municipalidad.

A través de un contrato que funciona desde 1989, esta entidad privada recibe unos 850 millones al año, con los que financia eventos para la municipalidad. Entre ellos el Festival de Jazz, los conciertos de las sopranos Verónica Villarroel o Cristina Gallardo-Domas; o exposiciones como “El Esplendor de Roma Imperial”. Además, la Corporación estaba a cargo de  algunos inmuebles, como el centro cultural Montecarmelo, el Museo de los Tajamares, el Palacio Schacht, donde funciona la corporación y las obras del Parque de las Esculturas.

Vuelve a toparse con el Mapu

Parte del convenio implicaba que el alcalde presidiera la Corporación. Pero desde enero de este año, Josefa Errázuriz se negó a ocupar el puesto y anunció que la entidad se acaba. A cambio, formó un departamento de cultura al interior del municipio. El mando de la Corporación lo tomó Javier Leturia e inmediatamente comenzó su batalla para lograr que la nueva administración no cortara el flujo de dinero.

Leturia, vía La Segunda, anunció acciones legales para hacer cumplir el traspaso de fondos correspondientes a 2013. Pero el proceso sigue adelante y parte de los funcionarios de la antigua Corporación pidieron ser reincorporados a la nueva repartición.

Y paradójicamente el encargado del nuevo departamento de Cultura será Eugenio Llona, hombre de confianza de José Miguel Insulza cuando era ministro y ex militante del Mapu, el grupo con el que Javier Leturia, como gremialista se enfrentó desde 1968 cuando entró a estudiar Derecho a la Universidad Católica.

“De los que fuimos ganadores en ese tiempo, lo consideramos una epopeya entonces, es una cosa difícil de olvidar”, le dijo a Patricia Arancibia.

El joven ideal

A comienzos de la dictadura, Javier Leturia fue un símbolo de los jóvenes adictos al régimen. Contemporáneo de Pablo Longueira, Hernán Larraín y Jovino Novoa, fue él quien encabezó el acto la noche del 9 de julio de 1977, en el sector del Cerro San Cristóbal conocido como Chacarillas, donde 77 jóvenes con antorchas le prometían lealtad a Pinochet.

Este es un fragmento de su discurso como director de la Secretaría Nacional de la juventud:

“Sepa, señor Presidente, general de Ejército Augusto Pinochet Ugarte, que la juventud lo acompaña y lo respalda de todo corazón, como símbolo que es de Chile y de nuestro 11 de septiembre. Sienta usted, Excelentísimo Señor, que una vez más ha querido la juventud estar junto a nosotros para alentarnos, que el Frente Juvenil y la juventud chilena entera está diariamente junto a usted (…) La juventud está presente y de pie, porque Chile está en guerra con el imperialismo soviético”.

La Secretaría Nacional de la Juventud, sería después el Frente Juvenil de Unidad Nacional y luego la Unión Demócrata Independiente (UDI) a partir de 1983.

Fiel Pinochetista, se entiende la afinidad de Leturia con Cristián Labbé, el alcalde de Providencia que en 1998, cuando el general estaba detenido en Londres, mandó a no retirar la basura de la embajada española. El ex escolta de Pinochet lo puso en el directorio de la Corporación, igual que a Osvaldo Rivera Riffo ex funcionario de Dinacos

En la municipalidad, además de las declaraciones de Josefa Errázuriz sobre tomar el control municipal de la acción cultural afirman que este movimiento “significa terminar con un enclave pinochetista que se mantenía en la municipalidad sin que su labor fuera estrictamente necesaria, además los gastos eran excesivos” dice una fuente aludiendo entre otras cosas al sueldo de Osvaldo Rivera, cerca de siete millones mensuales. En efecto, a Rivera con la Corporación  disuelta, correspondería pagarle $ 150 millones.

Aunque Javier Leturia está fuera de la arena política, es uno de los guardianes doctrinarios de la UDI y se mantiene en la Universidad Andrés Bello, como secretario general.

El martes unos 50 socios de la Corporación se reunieron para discutir vías de acuerdo con la municipalidad. Leturia bajó el tono y dijo que estaban dispuestos a bajarse, de $ 700 millones a 450, cifra que serviría para pagar entre otros compromisos, las indemnizaciones de los trabajadores despedidos y para evitar que la pugna llegue a tribunales. Esta oferta de los socios, entre los que se cuenta el general en retiro Guillermo Garín, se consiguió en buena parte porque Osvaldo Rivera renunció a su indemnización.

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