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Tres hitos que marcaron la caída de Pinochet

Tres hitos que marcaron la caída de Pinochet

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El «dedo de Lagos», la campaña de la «No» y el reconocimiento del triunfo opositor por parte del miembro de la Junta Militar Fernando Matthei, fueron los momentos clave que marcaron la recuperación de la democracia en el país hace 25 años, cuando el 5 de octubre de 1988 se llevó a cabo la consulta nacional que marcó el inicio del fin del régimen militar.


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Un vocablo que se volvió histórico en Chile y el mundo ya que significó el primer «derrocamiento» por la vía democrática de un gobierno de facto: el de Augusto Pinochet.

El 5 de octubre de 1988, en pleno gobierno militar chileno, se realizó un plebiscito para decidir en las urnas si Pinochet seguía o no en el poder por otros ocho años.

La votación estaba contemplada en la Constitución de 1980, redactada por los ideólogos del gobierno militar vigente en Chile desde el golpe de Estado del 11 de septiembre de 1973.

«En la Constitución original de Pinochet él pretendía estar en el poder 16 años (hasta 1997) y su ministro del Interior le dijo: ‘Esto es demasiado, por qué no hacemos un plebiscito al medio (1988)’. Y ese fue el origen del plebiscito», le explica el expresidente de Chile Ricardo Lagos a BBC Mundo.

El miedo

Noventa días antes de cumplirse el mandato que Pinochet inició en 1981 -tras la aprobación de la Carta Fundamental-, la Junta debía proponer un candidato a presidente de la República durante el siguiente período de ocho años, sujeto a ratificación mediante un plebiscito.

El candidato designado fue el propio Pinochet y los chilenos tuvieron dos opciones.

  • , significaba que el candidato único del gobierno, es decir Pinochet, se quedaría en el poder hasta 1997, cumpliendo casi 25 años de mandato desde el golpe de Estado.
  • No implicaba la convocatoria de elecciones presidenciales y parlamentarias al año siguiente. Es decir, el retorno a la democracia.

El gobierno militar recién reconoció como legales los partidos políticos en 1987 -excepto aquellos de ideología «marxista»- y a principios de 1988 se formó la «Concertación de partidos por el No», una coalición de centroizquierda con un solo objetivo: derrotar a Pinochet por sus propios medios.

«Descubrimos que el adversario no era Pinochet, sino el miedo. El miedo de salir, votar y demostrar su opción», le cuenta Eugenio Tironi, director de contenidos de la campaña del No a BBC Mundo.

Sin embargo, hubo momentos clave que pavimentaron la salida de Pinochet del poder, facilitando la pérdida del miedo y la congregación de una mayoría (54,71% de los votos escrutados) que le dijo «No» al gobierno militar.

Hito número 1: el dedo de Lagos

«Raquel, usted me va a excusar, ¡hablo por 15 años de silencio!».

La frase, enérgica, la pronunciaba Ricardo Lagos el 25 de abril de 1988 en el set del programa De Cara al País, uno de los principales -y pocos- espacios de debate político de la televisión chilena de ese entonces, mientras increpaba, apuntando a la cámara con el dedo, al entonces presidente de facto, Augusto Pinochet.

Lagos era el presidente del recién creado Partido Por la Democracia (PPD), espacio de izquierda conformado mayoritariamente por exsocialistas.

Y era primera vez que el partido contaba con espacio en la televisión para plantear sus objetivos.

«Le voy a recordar general Pinochet que usted el día del plebiscito de 1980 dijo que el Presidente Pinochet no sería candidato en 1989. Y ahora le promete al país otro ocho años con torturas, con asesinatos, con violación de derechos humanos. Me parece inadmisible», continuaba Ricardo Lagos sin dejar de mirar a la cámara.

Nunca antes un líder opositor había increpado directamente a Pinochet en la televisión abierta. Y Lagos dejaba sin habla a los más avezados comunicadores de esa época, entre ellos la reconocida periodista chilena Raquel Correa.

Nadie sabía de los planes de Lagos. Ni siquiera él mismo.

Sin pelos en la lengua

«En la parte final (del programa) lo que yo iba a denunciar era que el plebiscito de 1980 había sido un fraude porque no había apoderados en las mesas. Y como ya tenía inscrito el partido yo tenía que hacer un llamado a que se inscribieran, porque íbamos a hacer cursos para apoderados. Esa era la parte final que yo iba a hacer», le cuenta Lagos a BBC Mundo, sobre sus planes originales.

Sin embargo, el día del programa alguien le pasó el recorte del diario donde Pinochet declaraba que no sería candidato.

«Entonces dije: ‘Voy a primero decir que Pinochet es un mentiroso, y muestro el papelito y luego llamo a inscribirse como apoderado'», recuerda.

Lagos, que sería presidente de Chile entre los años 2000 y 2006, se había sometido a un minucioso entrenamiento para su debut televisivo.

[cita]»Le voy a recordar general Pinochet que usted el día del plebiscito de 1980 dijo que el Presidente Pinochet no sería candidato en 1989. Y ahora le promete al país otro ocho años con torturas, con asesinatos, con violación de derechos humanos. Me parece inadmisible». Ricardo Lagos.[/cita]

«Cuando llegó esta invitación, yo dije que esto había que hacerlo profesionalmente (…) Entonces nos sometimos a una preparación bastante exhaustiva. Unos amigos que tenían una productora de televisión hicieron un set exactamente igual al que íbamos a estar sentados (…) Preparamos un coaching con dos mujeres y un varón (como los periodistas reales del programa) que nos interrogaron duramente», rememora.

El espacio tenía tres partes de 15 minutos cada una, siendo la última en la que el entonces líder opositor podía hacer el llamado que había preparado. Pero un detalle práctico de los vaivenes televisivos gatilló lo que es hoy recordado como uno de los hitos políticos en la recuperación de la democracia: el tiempo se acababa e iban a tener que cortar el último bloque.

A Lagos, conocido en su círculo como un hombre «sin pelos en la lengua» y de fuerte carácter, no le gustó escuchar que no tendría tiempo para decir lo que más le interesaba y apenas volvieron de comerciales y fue su turno, obvió la pregunta y se lanzó en picada contra Pinochet en un discurso que no permitió interrupción alguna.

Ese hecho marcó un antes y un después en la pérdida del miedo de los votantes opositores.

«El dedo de Lagos fue muy importante, porque la población estaba dispuesta a correr riesgos como inscribirse, pero necesitaba ver que tenía por encima de ellos a líderes que los protegieran. Y Lagos se levanta como un líder protector, un líder dispuesto a incluso correr más riesgos que los que le pedía a la gente que corrieran», le explica el sociólogo Eugenio Tironi a BBC Mundo.

El poder de la televisión

«Tan pronto terminó el programa yo me paré indignado porque no me habían dejado hablar. No había alcanzado a hacer la denuncia del fraude y el llamado a los apoderados de mesa. Y las periodistas ahí me dijeron: ‘Usted no sabe lo que ha pasado esta noche, no se da cuenta'», afirma Lagos.

Cuando te dicen que en (en la ciudad de) Iquique la gente salió a celebrar a la calle. O al día siguiente, cuando pasé caminando por el centro de Santiago y la gente comenzó a aplaudirme, nunca había pasado eso. Ahí me di cuenta del impacto de la televisión y pensé: ‘Esta gente perdió el miedo'», relata.

«Yo creo que Pinochet cometió un error. Lo menos que debió hacer fue echarme de Chile. Ese era el temor que yo tenía, no que me tomaran preso, sino que me subieran a un avión», concluye.

Hito número 2: la franja televisiva del «NO»

Cada opción contaba con 15 minutos diarios para la difusión de la publicidad política, dentro de los 30 días antes del plebiscito.

Por primera vez la oposición a Pinochet tenía tiempo autorizado y televisado para plantear sus puntos e inquietudes. Y lo hicieron de una manera bastante particular: llamando a la alegría.

«Nuestro principal adversario no era Pinochet sino el miedo. Una población que no se quería inscribir ni ir a votar que No por miedo a las represalias», le dice Eugenio Tironi, director de contenidos de la campaña del No a BBC Mundo.

«Descartamos el discurso revolucionario y rupturista y desarrollamos una estética muy Ghandiana, pacifista, unificadora, muy bella, minimizando el significado mismo del plebiscito y del voto No».

«No estábamos hablando de cambiar el sistema económico, no estábamos hablando de pasar por la justicia a los violadores de derechos humanos, no estábamos hablando de volver a la Unidad Popular. No. Estábamos hablando simple y puramente de que de acuerdo a lo que la propia Constitución de Pinochet establece, si ganaba el No habría elecciones presidenciales como hay en cualquier otro lugar del mundo».

Las armas del enemigo

Esta opción fue decisiva, ya que se contrapuso directamente a la campaña oficialista del Sí, que apelaba al temor de los partidarios del gobierno de volver a la escasez y al marxismo.

[cita]La franja del No fue como una miniserie de televisión. No, más que una miniserie, un minicanal estructurado como se estructura la programación de un canal: tenía noticias, documentales, humor, cortes comerciales, línea editorial y programación extranjera»,Eugenio Tironi.[/cita]

La oposición formó un comité centrado en desarrollar una fuerte estrategia para aprovechar al máximo esta oportunidad única. Fue compuesto por sociólogos, publicistas, artistas y políticos de renombre. Era un grupo de profesionales que se habían adaptado a jugar dentro de las reglas publicitarias y televisivas impuestas por el propio régimen, explica Tironi.

Conocían las herramientas del mundo de la publicidad, manejaban las encuestas y el concepto de público como «mercado» tan bien o incluso mejor que sus adversarios. «Utilizamos las armas del enemigo para derrotarlo», sentencia Tironi.

Basado en estrategias publicitarias internacionales, Jaime de Aguirre compuso una canción «más cercana a un jingle que a una marcha», según cuenta Tironi. Así nació «Chile, la alegría ya viene».

«La franja del No fue como una miniserie de televisión. No, más que una miniserie, un minicanal estructurado como se estructura la programación de un canal: tenía noticias, documentales, humor, cortes comerciales, línea editorial y programación extranjera».

A pesar de todos los esfuerzos, el mismo Tironi estaba reticente a creer que ganarían, hasta que comenzó a conocer la reacción del público.

«Un equipo que venía de Chiloé (en el sur de Chile), nos contó que la gente se quedaba en la noche en una fuente de soda (bar) hasta las 11 de la noche, porque la franja se daba a una hora en la que se suponía que nadie veía televisión. Se concentraba la gente y que la reacción frente a la franja del No era increíble. La gente aplaudía, se reía, lloraba… Cuando me contaron eso dije: ‘Parece que le achuntamos’ (dimos en el blanco)».

Hito número 3:  Matthei reconoce que ganó el «No»

legó el día del plebiscito y más de siete millones de chilenos acudieron a las urnas.

Custodiadas por observadores internacionales y apoderados de la oposición, las mesas se fueron repletando en una votación histórica, con 97% de participación de los inscritos. Y a pesar de que cerraron relativamente temprano, los cómputos oficiales no llegaban.

Recién a las 7:30 de la tarde el gobierno entregó el primer cómputo oficial: basado en menos del 0,4% de las mesas receptoras, el Sí obtenía un 58 %, frente a un 42 % obtenido por el No.

El retraso de cómputos, la baja cantidad de mesas supuestamente escrutadas y la poca información que daba el gobierno parecía no condecirse con lo que se reportaba en vivo desde las mesas de votación. En terreno, era la opción No la que parecía ganar.

Fue recién a medianoche que el gobierno comenzó a reconocer la derrota.

El primero en comentar públicamente la ventaja del No fue el ex ministro del Interior de Pinochet Sergio Onofre Jarpa, fundador de Renovación Nacional, partido adherente al gobierno.

«Habría, a juicio nuestro, una tendencia mayoritaria por la opción No», aseguró Jarpa en un programa de debate organizado por uno de los principales canales de la televisión chilena.

Ovación para Matthei

Sin embargo, no fue hasta la madrugada del 6 de octubre que la mayoría del país que votó por la opción No confirmó su victoria. Y pudo comenzar a celebrar.

Aún sin cifras oficiales, por los pasillos de La Moneda apareció el general Fernando Matthei, miembro de la Junta. Consultado, el comandante de la Fuerza Aérea pronunció una frase corta, pero contundente: «Me parece que realmente ganó el No. Al menos para mí, yo lo tengo bastante claro ya», dijo Matthei.

El comentario fue decisivo, ya que no sólo anunciaba el triunfo del No, sino que dejaba sin respaldo cualquier potencial intento de manipular los resultados, que era el principal temor de la oposición.

[cita]»No podía entender por qué no se estaba dando la información cuando todo el mundo la sabía ya y pensé que esto podía traer consecuencias muy serias de pensar que nosotros no íbamos a cumplir con nuestro compromiso de reconocer una victoria, o una derrota también». Fernando Matthei.[/cita]

«Cuando entró Matthei a esa reunión nosotros estábamos en el Hotel Galería viendo la televisión, estaba lleno de todos estos observadores extranjeros. Cuando Matthei dijo lo que dijo, ya nos quedó clarísimo. La ovación ahí fue espectacular. Nunca se ha llevado una ovación así Matthei», recuerda el expresidente Ricardo Lagos, uno de los principales líderes opositores de entonces, en conversación con BBC Mundo.

Su intervención, aparentemente improvisada, no fue al azar.

«Estaba preocupado (…) No podía entender por qué no se estaba dando la información cuando todo el mundo la sabía ya y pensé que esto podía traer consecuencias muy serias de pensar que nosotros no íbamos a cumplir con nuestro compromiso de reconocer una victoria, o una derrota también», señaló posteriormente Matthei en una entrevista con Televisión Nacional.

Años después, Matthei reconocería que Pinochet pensó en pedir facultades especiales para desconocer los resultados.

En sus memorias, el general y padre de la actual candidata de la alianza de centro derecha, Evelyn Matthei, relata cómo Pinochet les habría entregado un decreto que validaba no reconocer los resultados y lo facultaba para asumir todo el poder.

El hecho habría enfurecido a los miembros de la Junta, según el testimonio de Matthei, quien asegura que rompió el acta con sus propias manos.

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