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Peña advierte a Bachelet que está presa de una ilusión y porque cree que «el movimiento estudiantil expresa a la sociedad entera» Académico analiza la baja aprobación de la mandataria

Peña advierte a Bachelet que está presa de una ilusión y porque cree que «el movimiento estudiantil expresa a la sociedad entera»

Explica que «el Gobierno parece estar preso de un gigantesco malentendido, de un simplismo increíble. Él consiste en creer que las manifestaciones estudiantiles del año 2011, y las que le siguieron, son el síntoma de un movimiento subterráneo que sacude a la sociedad entera. Y eso, desgraciadamente, no es cierto».


El rector de la UDP, Carlos Peña, hace un análisis respecto a la baja aprobación que obtuvo la Presidenta Michelle Bachelet en la última encuesta, advirtiéndole que está presa de una ilusión al creer que «el movimiento estudiantil expresa a la sociedad entera. Desgraciadamente, no es cierto».

En su habitual columna en El Mercurio, Peña explica que la baja mostrada por la mandataria en su aprobación puede ser explicada desde el punto de vista comunicacional, política e intelectual, afirmando que en el primer caso que el problema radica que en «esa buena nueva no llega a los ciudadanos».

Y agrega que «el problema de la Presidenta Bachelet es que está presa de una ilusión óptica: ver en el malestar de una generación el malestar de la sociedad entera».

«Por razones de diversa índole, que van desde un mercado de medios dominado por la derecha, a la falta de un relato coherente, la ciudadanía no lograría enterarse de la espléndida oportunidad que tiene ante sí. Los ciudadanos, entonces, confundidos y desinformados, empezarían a anidar un rechazo al cambio. Para remediar el problema, el Gobierno debiera, de acuerdo con este diagnóstico, mejorar su relato y enterar a las audiencias masivas de la racionalidad de lo que persigue», precisa.

En ese sentido, Peña sostiene que «los speechwriters debieran ponerse a trabajar con mayor dedicación; los periodistas, reverdecer sus redes con los editores; los expertos en comunicación, afinar sus estudios para saber qué esperan las audiencias; el ministro Elizalde, preocuparse más de la persuasión que de sus trajes».

En cuanto a la explicación política, el académico sostiene que es de otra índole, ya que de acuerdo a esa premisa «el Gobierno tendría muy buenas ideas, pero el personal a cargo estaría desordenado y los parlamentarios, por déficit de liderazgo y de información, en medio del desconcierto. Según esta visión, se ha puesto poco esfuerzo en recordar a todos que hay un contrato vigente entre la ciudadanía y el Gobierno, y entre este y los partidos, cuya custodia e intérprete es la Presidenta. Así, entonces, sería necesario subrayar el programa y mostrar una decidida voluntad de realizarlo».

Y agrega que en el caso anterior, «el ministro Peñailillo y la ministra Rincón serían los principales responsables. Ellos habrían olvidado que la política es un asunto de ordenar las voluntades, una variante del viejo arte militar del desfile: sometimiento y coordinación».

El rector explica que en ambas existe algo de razón, debido a que «ni Elizalde logra desprenderse de la desgraciada imagen de quien, enfundado en trajes de buen corte, emite letanías, ni Peñailillo sacudirse el papel de sujeto obediente, sin autonomía. Pero esos defectos no logran explicar el fenómeno. Creer que una comunicación más sagaz o una voluntad más firme y autónoma resolverían el problema, es de una simpleza mayúscula».

«La política es más compleja que la habilidad para elaborar relatos o la firmeza de la voluntad. Es mucho más que sagacidad para comunicar o fuerza para imponer. La política no es ni una variante de la comunicación corporativa, ni una forma de la disciplina organizacional. Ni cosa de periodistas, ni asunto de gerentes», menciona.

Señala que el problema radica en que no se ha tenido la capacidad de sintonizar con la gente, con su experiencia vital, con su memoria y su biografía.

«Porque el Gobierno parece estar preso de un gigantesco malentendido, de un simplismo increíble. Él consiste en creer que las manifestaciones estudiantiles del año 2011, y las que le siguieron, son el síntoma de un movimiento subterráneo que sacude a la sociedad entera. Y eso, desgraciadamente, no es cierto», expresa.

«Lo que muestra la evidencia disponible es que la mayoría de las personas ha vivido las transformaciones de las dos últimas décadas (que antes tomaban dos o tres generaciones) como el fruto de su autonomía y de su esfuerzo personal. Se sienten, es verdad, y con toda razón, molestas con la desigualdad; pero orgullosas con lo que ellos han logrado. Esperan, entonces, ideas para resolver la desigualdad, pero no gestos que devalúen sus esfuerzos personales y su trayectoria vital. Y entonces la actitud redentora y evangélica del asistente Palma Irarrázaval o del ministro Eyzaguirre, simplemente les molesta. ¿Desde cuándo quienes han cambiado su vida a punta de esfuerzo personal deben tener como redentores o guías a quienes, comparado con el de ellos, hicieron casi ninguno?», sostiene.

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