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Periodista Mario Aguilera: «Logré entrevistar a mi propio torturador»

Periodista Mario Aguilera: «Logré entrevistar a mi propio torturador»

«Él lo había pasado peor que yo, yo tenía mi familia, mis hijos, con mi profesión y él estaba separado, sus hijos no lo querían ver, él fue un violador de la DINA», sostuvo el profesional.


«Cuando era chico, me hablaban de los monstruos… pero cuando crecí, me di cuenta que los monstruos, sí existían». Es una de las frases usadas por el periodista Mario Aguilera para referirse a un momento dramático de su vida, a la tortura que sufrió al interior de Londres 38.

«La noche era lo peor, en medio del silencio se escuchaba mucho más de lo que uno quería saber. La tortura a otros era peor que lo que uno podía soportar, mientras estás en la parrilla o te están golpeando tú sabes lo que te hacen, cuando los gritos ahogados por los llantos de una mujer llegan a tus oídos te imaginas lo peor. Cuando te lo hacen a ti logras morder la rabia y el dolor, pero escuchar a los demás, tu indignación sólo te permite llorar en silencio. La valentía para enfrentar a los monstruos capaces de hacer eso sólo se ve en las películas, vendados, asustados y vejados en esas condiciones, nadie quiere ser héroe», sostiene el profesional.

Aguilera fue expulsado del país en 1975 y regresó en 1989, justo un día antes de la elección del presidente Patricio Aylwin. Entonces, trabajó en TVN donde cubrió tribunales. «Me tocó entrevistar a mucha gente de aquellos que habían sido incluso mis torturadores y responsables de mi detención, Manuel Contreras entre otros. Durante el tiempo de mi detención pasaron muchas cosas, que incluso yo no había contado ni siquiera a mi familia, aunque sabían algunas cosas como que me habían golpeado, puesto corriente, pero ni siquiera mis hijos conocían toda la verdad», dice.

«Cuando me tocó entrevistar al «Mamo» por ejemplo, fui el más directo de los colegas, me sentía con ganas de preguntarle cosas que el resto no le preguntaba o no se atrevía a hacerlo, incluso me reconocían… ¡usted!, me decían… Recuerdo cuando me tocó entrevistar a Basclay Zapata Reyes, el ‘Troglo’, con quien me había tocado estar en un careo», recuerda el periodista, en entrevista con Cambio 21.

«Lo ubiqué y le pedí la entrevista, necesito hablar con un victimario, le dije, alguien que haya estado al otro lado de esta historia»… fue un balde de agua fría enfrentarlo, me pilló mal parado, no sé si estaba en condiciones de hacerlo», dijo.

Finalmente, la entrevista se realizó en la Iglesia San Francisco, a pocos pasos de Londres38. Al respecto, Aguilera reflexiona: «Era la misma iglesia donde yo vendado escuchaba las campanadas, las mismas campanadas que escuchaba él… me lo imaginaba más grande, más alto, con las manos muy grandes, por los golpes que había recibido de su parte y no era ni tan grande y sus manos tampoco y me di cuenta que en los años que habían pasado desde que me detuvo y flageló, él lo había pasado peor que yo».

«El Troglo había estado muchas veces detenido, estaba separado, sus hijas no lo querían ver, él estaba mencionado como uno de los violadores de mujeres que tenía la DINA en los lugares de detención… y yo estaba allí, completo, íntegro», prosigue.

En entrevista con Radio ADN, el periodista ahondó en ese punto. «Él me pidió perdón por lo que me hizo, yo sí sentí su perdón.

«Luego de la entrevista salí a caminar por las calles de Santiago, me costó retomar el sentido. Ya de vuelta al diario, la directora (Mónica González), me pregunta dónde había estado… me abrazó, nos pusimos a llorar… fue difícil, incluso una colega debió transcribir las notas, pues no fui capaz de hacerlo, era sin dudas lo más duro volver a escuchar lo que había oído algunos momentos antes», señala.

Consultado por su estadía en Londres 38, Aguilera admite que sintió que «el miedo, me entraba por la boca, por las orejas lo sentía en el estómago. Era el primer paso, ya sabía que lo pasaría muy mal, me dijeron que me olvidara de mi nombre, desde ahora serás el 45, ese es tu número, eres el 45».

«‘¿Dónde está el cuarenta y cinco?, que venga para acá’… esa llamada por algún custodio era el preludio de una nueva sesión de torturas… me ordenan desvestirme. Comienzo a hacerlo y uno de los agentes apuraba la tarea, una vez desnudo me dicen que me acueste sobre las huinchas de un somier, la vulgar parrilla, no quería pensar en lo que se venía aunque lo adivinaba, llegan otros dos agentes y comienzan un diálogo estremecedor, el miedo se transforma en angustia. ‘Ahora lo vamos a saber todo, este cabrito tiene que cantar’ decían y me amarran las manos y los pies a la parrilla», indica con emoción.

«Ya, weón, ¿quién es tu jefe? No alcancé a responder y me tenían un trapo en la boca, mientras tanto uno de ellos daba vueltas la manivela del magneto y sentía la corriente en los genitales. Ya, cabrito, tenis que colaborar o lo vai a pasar mal decía otro. El dolor no era tan grande, pero era desesperante. Luego cambiaron las pinzas y me las pusieron en las sienes, afirmadas por la venda y seguían preguntando incongruencias, ya pos, ¿dónde están las armas? ¿Quiénes eran tus contactos? No me dejaban responder y venía otra carga de electricidad, gritaba pero era enmudecido por el pedazo de toalla que me ponían en la boca. No sé cuánto duró pero era una suerte de ablandamiento, me parecieron horas, pero no podía ser tanto», relata.

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