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Negación de la realidad: la patología detrás de los discursos de políticos involucrados en casos de corrupción La pérdida del control absoluto genera salidas “absurdas”, dicen los expertos

Negación de la realidad: la patología detrás de los discursos de políticos involucrados en casos de corrupción

Macarena Segovia
Por : Macarena Segovia Periodista El Mostrador
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“En muchos discursos políticos se aprecia una ingenuidad o una franca estupidez, pues hablan o actúan como si aún los ciudadanos estuviésemos desconectados, ignorantes, sin opinión y en candidez total. Y cuando se percatan de que esto no es así, elevan quejas en contra de la ‘filtración’ de la información y de las diversas fuentes; prensa y medios sociales se convierten así en amenazas terribles”, indica el psicoanalista León Cohen.


Los últimos casos que han azotado al mundo político –como SQM, Caval, Penta, entre otros– han develado una realidad que ha generado un shock en la sociedad: es, en definitiva, la materialización de años de sospechas de que el discurso de orden y transparencia del mundo político mantenido durante los gobiernos de la Concertación y la derecha no era tal.

Cuando se abren las investigaciones del Ministerio Público y se deja al descubierto a figuras como Pablo Longueira, Jorge Pizarro, Jovino Novoa, Marco Enríquez-Ominami y cuando hasta la familia presidencial se ve involucrada, “se pierden las diferenciaciones entre los partidos, todo parece lo mismo” y se da paso al “escepticismo” en la sociedad, señala el psicoanalista León Cohen.

Es ante esta situación de crisis y desprestigio que –según expertos en materia comunicacional y psicológica– la generación de un discurso estratégico que haga eco en la sociedad y logre el dominio de la situación toma gran relevancia.

Para Pedro Santander, director del Observatorio de Comunicación y Medios de la PUCV, “la relación de la política con el establishment y con los medios ha estado muy condicionada y ligada a las puestas en escena”, las que antes de esta crisis se daban en ambientes controlados, pero que hoy son más inestables, lo que –a su parecer– se ha visto reflejado en las distintas apuestas comunicacionales de los políticos involucrados.

La estrategia de Jovino Novoa fue el silencio ante la prensa y el Ministerio Público, su discurso de inocencia hasta última instancia y culpar a la Fiscalía de persecución, esto a pesar de que fue sentenciado por delito tributario. Por su parte, Pablo Longueira optó por realizar una conferencia de prensa, en la que informó de su renuncia a la UDI y leyó un discurso –preparado con la ayuda de Andrés Chadwick– en el que aseguró “soy un hombre honesto”, a pesar de que es investigado por el delito de cohecho. Finalmente, se retiró sin responder a las preguntas de la prensa, a la que acusó de ser responsable de una campaña de desprestigio en su contra.

Por otra parte, Marco Enríquez-Ominami –involucrado junto a su entorno cercano en el caso SQM– optó en primer lugar por guardar silencio; luego, respondió vía redes sociales y denunció “persecución política contra el progresismo y un complot de la prensa”, debido a la revelación de que utilizó para su campaña un jet privado de una empresa investigada por corrupción en Brasil. Pero finalmente habló, reconoció “desprolijidad” en su declaración ante el Servel y declaró que “asumo que se trata de desviar los debates importantes del país”, en una entrevista a Radio Agricultura.

La Presidenta Michelle Bachelet optó por el silencio durante semanas y un posterior “me enteré por la prensa”, tras el estallido del caso Caval. Respecto a la supuesta precampaña comandada por Rodrigo Peñailillo y el financiamiento que habría venido desde SQM, la Mandataria ha señalado que no sabía de la existencia de una precampaña, “yo no hice precampaña”, indicó en una entrevista a Cooperativa y aseguró desconocer el origen de los fondos.

Finalmente, están las supuestas “asesorías verbales” que, según el senador Jorge Pizarro, dieron sus hijos a SQM y la denuncia de que la prensa busca “asesinar su imagen”. Él mismo que, tras asistir a un mundial de Rugby en Inglaterra al día siguiente de que un terremoto azotara la zona de la que es representante, reconoció que fue “un error, por como lo ha tomado la gente o los medios de comunicación», pero «no me puedo arrepentir de hacer algo que he hecho toda mi vida”.

De acuerdo a los expertos, estas apuestas rayan en lo “absurdo”. “Se aprecia una ingenuidad o una franca estupidez, pues hablan o actúan como si aún los ciudadanos estuviésemos desconectados, ignorantes, sin opinión y en candidez total. Y cuando se percatan de que esto no es así, elevan quejas en contra de la ‘filtración’ de la información y de las diversas fuentes; prensa y medios sociales se convierten así en amenazas terribles”, indica el psiquiatra León Cohen.

[cita tipo=»destaque»]Para el psiquiatra León Cohen, develar la realidad de los casos de corrupción se constituirá en el futuro en un alivio social que “abre espacios de oportunidad para sanar y lograr una mejor vida nacional. El cambio implica reconocimiento, dolor, angustia, rabia y capacidad de contener todo esto, aptitud poco frecuente en nuestro país”.[/cita]

Para el periodista Pedro Santander estas apuestas son “erráticas y complicadas. Algunos optan por la victimización, como Longueira, como lo hace MEO, quien hace una cuestión tremendamente exagerada, en términos de la victimización, cuando en su publicación en Facebook dice que lo quieren matar”.

La psicóloga social comunitaria, Evelyn Hevia Jordán, señala que estas líneas discursivas no tienen asidero en el nuevo contexto social, debido a que “la realidad que opera para ellos, no necesariamente es la realidad-verdad” que el resto observa. Esto debido a que “el ‘mundo político’, efectivamente está lejos de la ciudadanía”. Para la psicóloga “las élites políticas y económicas del país siguen pensando que la mentalidad de la ciudadanía no ha cambiado, por tanto, sus prácticas son las que históricamente han reproducido”.

Para Cohen esto tiene una explicación a nivel histórico. Tras la dictadura esta elite política tenía “el apoyo épico de la reconstitución democrática y luego vino la acomodación y la compulsión irrefrenable a permanecer en el poder. En los sectores de la alta burguesía es un proceso antiguo, la acomodación proviene y demanda el trato especial desde el siglo XIX: la autoridad divina del latifundio intocable”.

Esto significa que hay una clase política desenganchada de la realidad, acostumbrada a un lugar privilegiado, según Pedro Santander, debido a que “los partidos de la Concertación y la Alianza no tienen base social y han estado acostumbrados al contacto clientelar y a través de los medios”.

Los juegos de poder y el control ante todo

El poder, el control de los factores y la impunidad han sido elementos fundamentales para el desarrollo de este grupo y que hoy se ven puestos en jaque.

María Alejandra Energici, académica de la Facultad de Psicología de la Universidad Alberto Hurtado, asegura que los políticos involucrados en casos de platas políticas “pertenecen históricamente a una elite que no ha tenido que rendir cuentas a la ciudadanía”, esto debido a que en Chile “estamos acostumbrados a relaciones autoritarias”. “Nuestra elite política es un poco de la monarquía, muy cercana al mundo empresarial y muy lejana a la gente”, dice.

Frente a este principio de poder autoritario la pérdida del control ante situaciones de crisis significa la incapacidad de “dominar con el propósito de tomar control y poder en el campo del discurso y, por lo tanto, de la situación”, lo que es fundamental a la hora de elaborar una línea de salida a la crisis, señala el psicoanalista León Cohen.

Este “arte” era bien manejado bajo otro contexto social por la Concertación y la derecha, a juicio de Pedro Santander, pero ante la pérdida de aquella esencia “recurren a estrategias que intentan controlar lo máximo posible la situación. Se ven obligados a dar respuesta y tratan de enfrentar esto con la invisibilidad, hablar poco, luego aceptar encuentros con la prensa sin aceptar preguntas o usar plataformas indirectas, como lo hizo MEO en un inicio”. Un ejemplo de esta estrategia para Santander es el ex candidato presidencial Andrés Velasco, “él que era un tipo obsesivo por el control ahora está en el silencio absoluto porque no tiene claridad del qué hacer”.

Es por esto que para Cohen las respuestas de MEO, Novoa, Longueira, entre otros, “son pobres, pues los objetos que generan son lugares comunes que no ejercen dominio ni poder sobre nadie”. Sus líneas discursivas no cumplen con “el objeto debe sorprender para penetrar a través del descuido del otro y apoderarse de él: convencer”. Para el psicoanalista, definitivamente en Chile “no hay políticos con ese arte actualmente, donde se combinen con elegancia el discurso político y la ética fundamental”.

Defensa del establishment

Otro signo que queda al descubierto al analizar las distintas puestas en escena de los políticos involucrados en casos investigados por la Fiscalía es la defensa de “su sector”. La psicóloga María Alejandra Energici explica que hay un grupo que se constituye en la clase política, el que aglutina a partidos que pueden ser opositores pero que de todas formas crean “un círculo cerrado”, el que marca que los involucrados en estos casos sean “unos de los nuestros igual”.

Para Germán Morales, académico de la escuela de Psicología de la Pontificia Universidad Católica, “en gran parte –pues no son todos– de los segmentos de poder político y económico de la sociedad chilena hay una naturalización de prácticas de poder con parámetros éticos laxos cuando se ejercen entre quienes se reconocen como iguales. Ello funciona como un mecanismo disociativo entre la práctica privada y la imagen pública, casi como una moral victoriana”, efecto en el que queda al descubierto la conformación de un grupo que se defiende a sí mismo.

Para Santander esto queda en evidencia en el discurso de Ricardo Lagos, quien reconoció un estado de crisis, pero culpó a la ley electoral de 2003 de los casos de corrupción, y cuando José Miguel Insulza califica a Pablo Longueira como un “hombre de Estado”. A su juicio estas últimas palabras son una especie de “un lapsus lingüístico”, que deja en evidencia la imbricación que hay entre la Concertación y la derecha: “No nos olvidemos que Longueira es un hombre profundamente pinochetista, entonces cuando Insulza menciona esa frase está calificando a un Estado profundamente pinochetista y lo hace alguien que se califica a sí mismo como socialista”, apunta.

Otro ejemplo de cómo se articula este grupo de elite, según Santander, tiene que ver con cómo la máxima autoridad política del país enfrentó el caso Caval desde el primer día. “La reacción discursiva de la Presidenta Bachelet fue minimizar, mitigar, negar y relativizar el hecho. Ella no dio la cara al principio, ella llega de Caburgua y dice que nunca se enteró del tema. Entonces ella develó un punto crítico de la situación, ella marcó las estrategias discursivas de todo el resto”, explica.

La última entrevista de MEO desliza esta premisa: «¿Por qué se supone que Michelle Bachelet no sabe los detalles de su campaña, por qué se supone que Sebastián Piñera no lo sabe y se supondría que yo lo tendría que saber?».

Para Santander esta es parte de una “estrategia de generalización impersonal. Muy típicas de la política, que sostienen que todos han hecho aquello que a uno se le cuestiona, que es algo generalizado, por lo tanto, no sería grave ni se trataría de una conducta personal sino sistémica”.

Negación de la realidad

Desde el psicoanálisis se establece que existen procesos interiores de los distintos políticos involucrados en estos casos de corrupción que sustentarían este “errático actuar y discurso” que han construido.

Según la psicóloga y doctora en Sociología, María Alejandra Energici, “lo que pasa con su salud mental es súper complicado”, debido a la separación que viven con su lugar de origen, que en este caso es uno de privilegio: “Si naciste en un lugar y de repente te lo quitan, no te queda mucho repertorio desde donde responder”, indica. Sumándose a esta pérdida de un “privilegio público”, los políticos cambian de categoría y son tildados de “delincuentes”, lo que genera sujetos desconcertados que terminan dando “las respuestas bastante insólitas que hemos visto”.

La académica de la Universidad Alberto Hurtado explica que el proceso que expresó Pablo Longueira al aseverar que es “un hombre honesto” es el de la “negación de la realidad” y que esto “como mecanismo de defensa es bien precario. La pregunta es: ¿por qué aparece un mecanismo tan malo? Finalmente son sujetos que se encuentran fuera de los límites en los que ellos se movían”.

Otro ejemplo de esta “negación de la realidad” corresponde, según los analistas, al de la Presidenta y el cómo enfrentó el estallido del caso Caval: “Resulta inverosímil que Bachelet no supiera nada de esto”, asegura Energici. A esto se suma, según Pedro Santander, la expresión de MEO en que asegura que lo quieren matar políticamente. “Intertextualmente hablando, él hace una relación con su padre, Miguel Enríquez, que efectivamente lo mataron y no metafóricamente y no por casos de corrupción sino que por sus principios. Claramente el lenguaje que usa MEO abusa del ejemplo histórico de su padre y lleva la victimización al máximo”.

Para el psiquiatra León Cohen el develar la realidad de los casos de corrupción se constituirá en el futuro en un alivio social que “abre espacios de oportunidad para sanar y lograr una mejor vida nacional. El cambio implica reconocimiento, dolor, angustia, rabia y capacidad de contener todo esto, aptitud poco frecuente en nuestro país”.

Según el psicólogo Germán Morales, es fundamental “el rol de los medios de comunicación y las redes sociales, que gracias a la tecnología y la globalización han dado lugar a la apropiación de estos medios en una era de liquidez, al decir de Bauman”. Y señala que la clave de “la apropiación creo que se la debemos a las generaciones más jóvenes, que tienden a funcionar en un modelo cultural prefigurativo, como diría Mead, y que no reconoce la jerarquía ni la tradición”.

Finalmente, para Santander la única forma de salir de esta crisis pasa por cambiar “las respuestas débiles que ya no sirven ante un contexto que hace preguntas fuertes, relacionadas con la corrupción, la colusión, la calidad de la democracia”. “Voces directas, claras, que no niegan la realidad sino que ofrecen discursos orientadores, como lo hacen Ossandón, Gabriel Boric o Camila Vallejo, serán cada vez más escuchadas, ya que en contextos difíciles los discursos fuertes se legitiman, los otros, llenos de cálculo y previsibilidad, aburren, cansan”.

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