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El crudo testimonio de profesora de Copiapó que fue obligada a desnudarse en comisaría PAÍS Protestas de profesores en Copiapó (Crédito: Agencia UNO)

El crudo testimonio de profesora de Copiapó que fue obligada a desnudarse en comisaría

Un “procedimiento que nos ha recordado los peores tiempos de la dictadura militar”, como lo calificó el gremio, fue lo sucedido a Paulina Cuadra Varela. La profesora de la Escuela San Pedro de Copiapó relató en Facebook lo ocurrido, un episodio “donde vi atropellados mis derechos como ciudadana, humillada, denostada”.


A través de una carta dirigida al ministro del Interior, Andrés Chadwick, el Colegio de Profesores expresó a La Moneda su preocupación por la “política represiva” empleada contra los docentes en estas cuatro semanas de paro.

En especial, uno de los hechos que motivó la presentación del magisterio es lo ocurrido con Paulina Cuadra Varela, profesora de la Escuela San Pedro de Copiapó.

La misiva del gremio denuncia el “vejatorio e indigno trato” contra la docente, quien el pasado miércoles fue detenida por Carabineros y llevada a la Segunda Comisaría de Copiapó, “en donde la hacen desvestirse para revisarla, procedimiento que nos ha recordado los peores tiempos de la dictadura militar”, señala la carta dirigida por el gremio.

La propia docente afectada contó su testimonio en Facebook. De su relato, recogemos algunos párrafos:

“Mi nombre es Paulina Cuadra Varela, soy profesora de la Escuela San Pedro de Copiapó. El día miércoles 19 de junio, nos encontrábamos junto a otros colegas, estudiantes y niños en una manifestación pacífica en las afueras del casino Antay, en la que queríamos demostrar nuestro descontento con la nula respuesta por parte del gobierno hacia nuestro petitorio docente. Cantábamos las canciones que habíamos practicado, con cacerolas en las manos, y fuimos reprimidos con una desproporcionada fuerza policial, quienes en un descriterio total arremetieron contra nosotros con su carro lanza agua”.

“Yo jamás había sido detenida, por lo que esta situación era completamente desconocida para mí. Me empujaron para entrar y ella trataba de explicar que no estábamos haciendo nada, solo cantábamos en la vía pública. Me contó que la habían arrastrado por el piso, tenía su pantalón con barro, le dolía todo el cuerpo, me dijo que sentía que le habían quebrado el dedo y que le costaba respirar”.

“Dijeron que nos llevarían a la segunda comisaria, que es la del centro de la ciudad, cuando llegamos nos interrogaron y nos dijeron que seriamos revisadas; llamaron a una “señorita”, que la verdad no recuerdo su apellido, que nos dijo: “hagámosla cortita”…  Se puso unos guantes quirúrgicos y me dijo: ¡Tú primero! Entra ahí (señalando una pequeña celda) y sácate toda la ropa.  Yo la miré espantada, no creí justo que me trataran así, caminé hacia la celda y me saqué mi abrigo que estaba mojado, justo ahí me di cuenta que la celda tenía una cámara en el techo. 

Le dije que no me desnudaría ahí, (hace mucho tiempo que la institución  dejo de ser confiable para mi) ¿Quién sabe dónde terminaría mi video desnuda? Ya, me dijo, y me cambió a la celda del lado, que aparentemente no tenía cámaras. La carabinera se arreglaba el guante y me decía que me desnudara, que si no lo hacía ahí, en el hospital sería peor. Yo me desesperé y comencé a llorar, no podía creer que me denostaran a ese nivel. Entré en pánico, lloraba sin consuelo y en eso entró a la celda mi colega y le dice: ya déjela tranquila, es una niña, ¿Qué no ve que está mal?” 

“Esa acción de valentía se la agradeceré eternamente a mi querida Maria José Cailly Lamas. La carabinera insistía en que ese era el procedimiento, y que las dos nos debíamos desnudar. Yo estaba llorando, sin entender aún por qué nos trataban así, le decíamos que éramos profesoras, que no teníamos nada. Mi colega accede, y se sube el sostén para que la carabinera dejara de hostigarme. Eso me dio una pizca de valor, y me bajé las calzas hasta la rodilla, mientras la carabinera decía: Ya, si lo tienen que hacer las dos, ¡bájense los calzones! Yo seguía llorando y me subí las calzas, pero seguía escuchando bájense los calzones, mi compañera en un nuevo acto de solidaridad hacia mi estado, accede. Salimos de ahí, y nos abrazamos, sentí su protección. Yo de verdad estaba mal, me sentí tan humillada». 

“Escribo estas líneas desde mi sentir como docente, que vi atropellados mis derechos como ciudadana, humillada, denostada y exijo que ningún otro colega pase por este trato tan indigno (…) Me tarde en escribir, porque aún estoy algo aturdida con lo sucedido. Pero más convencida que nunca que lo estamos haciendo bien, que esta lucha es por todos; por los que ya partieron y jamás vieron el pago de la deuda histórica, por los que no reciben el reconocimiento de su mención, por los que estamos cansados de la doble evaluación, por los que no pueden compartir con sus familias porque tienen que preparar clases o materiales, por los que hemos tenido que cancelar planes los fin de semanas por corregir evaluaciones,  por los que queremos estabilidad laboral, por los que creemos que es una aberración el cambio curricular que propone el gobierno, por eso y más seguiremos movilizados hasta ser escuchados”.

 

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