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Tras siete semanas de lucha contra el COVID-19 fallece en España escritor chileno Luis Sepúlveda CULTURA

Tras siete semanas de lucha contra el COVID-19 fallece en España escritor chileno Luis Sepúlveda

El pasado 1 de marzo, días antes de que se detectara el primer caso de coronavirus en Chile, el mundo de las letras nacionales se remeció al confirmarse que el escritor chileno había dado positivo a COVID-19 en la comunidad autonómica de Asturias, en España. Pese que a la información de los últimos días daba cuenta de una leve recuperación de su estado de salud, finalmente el autor de «Un viejo que leía novelas de amor» falleció a los 70 años. El escritor se contagió durante un festival literario en Portugal a fines de febrero.


El escritor chileno, Luis Sepúlveda Calfucura, autor de Un viejo que leía novelas de amor y residente en España desde hace 23 años, falleció este jueves en dicho país a consecuencia del coronavirus.

Pese a la información de los últimos días que daba cuenta de una leve recuperación de su estado de salud, finalmente el autor falleció a los 70 años en el Hospital Central Universitario de Asturias, en Oviedo, tras siete semanas de hospitalización. Sepúlveda se contagió durante un festival literario en Portugal a fines de febrero.

El pasado 1 de marzo, días antes de que se detectara el primer caso de coronavirus en Chile, el mundo de las letras nacionales se remeció al confirmarse que el escritor chileno había dado positivo a COVID-19 en la comunidad autonómica de Asturias, en España.

Trayectoria literaria

Luis Sepúlveda nació en Ovalle en 1949.

En 1993, Tusquets Editores empezó la publicación de su obra con la célebre novela Un viejo que leía novelas de amor, traducida a numerosos idiomas, con ventas millonarias y llevada al cine con guión del propio Sepúlveda, bajo la dirección de Rolf de Heer, según Editorial Planeta.

Le siguieron las novelas Mundo del fin del mundo y Nombre de torero, el libro de viajes Patagonia Express, y los volúmenes de relatos Desencuentros, Diario de un killer sentimental, seguido de Yacaré y La lámpara de Aladino.

Su novela más reciente, El fin de la historia, significó el retorno de Sepúlveda al protagonista de Nombre de torero, Juan Belmonte, con una investigación a la manera de Chandler.

Con Historia de una gaviota y del gato que le enseñó a volar, Sepúlveda se convirtió en un clásico vivo para muchos jóvenes y escolares. En esa misma tradición, Tusquets Editores publicó Historia de un perro llamado Leal e Historia de un caracol que descubrió la importancia de la lentitud, «una enternecedora fábula para los tiempos acelerados que vivimos», según la reseña editorial.

Durante su carrera como escritor recibió una veintena de galardones, entre ellos el Pegaso de Oro en Florencia y el Premio de La Felguera.  Fue también además distinguido como Caballero de las Artes y las Letras de la República Francesa y doctor Honoris Causa por la Universidad de Urbino Italia.

Tras Roberto Bolaño, fallecido en 2003,  Sepúlveda es el escritor más reconocido y prestigiado internacionalmente de las letras nacionales.

Contra la amnesia de Estado

En lo político Sepúlveda manifestaba haber nacido «rojo, profundamente rojo». Después del Golpe de Estado el escritor estuvo detenido en el Regimiento Tucapel de Temuco.

En 1977 abandonó Chile, estuvo en Buenos Aires, luego pasó a Montevideo y después a Brasil. Más tarde cruzó a Paraguay, Bolivia, Perú y Ecuador, donde trabajó un tiempo y conoció a los indios shuar. En ese país ingresó en la Brigada Internacional Simón Bolívar, con la que partió a Nicaragua a principios de 1979 para participar en la Revolución Sandinista.

Con motivo de la publicación de unos de sus últimos libros El fin de la historia, en 2017, Sepúlveda dijo que su literatura cumplía la función de estar contra la «Amnesia como razón de razón de Estado».

El fin de la historia, estaba dedicado a su compañera, Carmen Yáñez, «Sonia», la prisionera 824, y a «todas y todos los que pasaron por el infierno de Villa Grimaldi».

A propósito de esta publicación, que tenía como protagonista a Miguel Krassnoff Sepúlveda, sostuvo que la literatura era una forma de compartir con la gente la necesidad de preservar la memoria.

 

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