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La derecha respira, pero con dificultad tras triunfo del «candidato de los empresarios que no quieren perder privilegios» ELECCIONES 2021

La derecha respira, pero con dificultad tras triunfo del «candidato de los empresarios que no quieren perder privilegios»

Hernán Leighton
Por : Hernán Leighton Periodista de El Mostrador
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Lo de Sichel, el candidato descrito por la alcaldesa de Providencia, Evelyn Matthei, como el favorito de «los empresarios que no quieren perder privilegios, de los institutos de estudio que no quieren perder influencias y de los políticos que no quieren perder poder», fue sin duda la gran sorpresa en el oficialismo, porque nadie en su fuero interno imaginaba que el candidato UDI quedaría fuera de carrera en su tercer intento presidencial. Pese a transformarse en un abanderado competitivo, el gran problema de Sichel –adelantan fuentes del oficialismo– es si va a tener o no la capacidad de convencer y cuadrar detrás de su candidatura a un conglomerado oficialista al que ninguneó en innumerables ocasiones, y donde dejó a un número no menor de heridos en el camino.


La gran lectura inicial que se hizo en Chile Vamos, una vez que la tendencia se instaló en un punto de no retorno para el triunfo de Sebastián Sichel, fue que la champaña primero se destapó en la sede del Partido Republicano, pues, a diferencia de Joaquín Lavín, el expresidente de BancoEstado no tendría la capacidad de absorber electorado de la derecha más dura. Un tema no menor, considerando que José Antonio Kast ya aseguró que va a la primera vuelta y, en las condiciones en que se encuentra el sector, el miedo a no pasar al balotaje se instaló como una realidad, ante la dispersión de votos.

Lo de Sichel, el candidato descrito por la alcaldesa de Providencia, Evelyn Matthei, como el favorito de «los empresarios que no quieren perder privilegios, de los institutos de estudio que no quieren perder influencias y de los políticos que no quieren perder poder», fue sin dudas  la gran sorpresa en el oficialismo, porque, si bien desde hace un tiempo a la fecha –y según las encuestas– se había posicionado como el segundo más competitivo, nadie en su fuero interno imaginaba que el candidato UDI quedaría fuera de carrera en su tercer intento presidencial.

Ahora, uno de los grandes desafíos que se instalan a partir de este mismo 19 de julio, es si Sichel va a tener o no la capacidad de lograr convencer y enfilar detrás de su candidatura a un conglomerado oficialista al que ninguneó en innumerables ocasiones, bajo la estrategia de que él no responde a órdenes de partidos, y del valor de ser independiente, antipolítico y proveniente de una realidad de la que sus socios no están al tanto.

Y si bien los más de 650 mil votos que obtuvo lo dejan en una posición competitiva, los heridos que fue dejando en el camino no son tan fáciles de olvidar.

El haber ingresado “intempestivamente” a morderles electorado a sus socios de pacto, llevando a su molino muestras de apoyo públicas de figuras de renombre, como el presidente de la Cámara, el RN Diego Paulsen, o el senador UDI Alejandro García-Huidobro, y de esta manera haber humillado a los candidatos de esas tiendas, nunca fue bien comprendido. A eso se suma la nula sintonía con Evópoli, partido que –a través de sus dos exministros, Gonzalo Blumel e Ignacio Briones– terminó por sacarlo del Ministerio de Desarrollo Social, en momentos en que marcaba como el jefe de cartera mejor evaluado.

En el caso del desbordismo, que sufrió un rotundo fracaso en las primarias, pero que sigue siendo una corriente de peso en la interna de RN, se acusó hasta el último minuto que los seguidores del ahora representante del sector les hicieron una “guerra sucia”, y que –recalaron– “no será fácil de perdonar”.

Más de alguno, fuera de micrófono, aseguró no tener intención alguna de sumarse a su campaña, pues “las deslealtades se pagan”.

Desde la UDI, un diputado y miembro de la comisión política del partido advirtió que “no le vaya a pasar lo del síndrome Matthei”, recordando la candidatura presidencial de la alcaldesa de Providencia, donde –todos se acuerdan– se le dejó botada. En RN, desde el sector derrotado, señalaron que ganó “el candidato de Andrés Allamand, Andrés Chadwick y Carlos Larraín, representantes fieles de la derecha del Rechazo”.

El peor escenario

El peor de los escenarios que se dibujaba en la derecha días atrás, consideraba una combinación de dos hechos esenciales para reducir sus expectativas de ser competitivos hasta noviembre. El primero de ellos apuntaba a que fuese Gabriel Boric el ganador del Pacto Apruebo Dignidad, y el segundo, que se entrecruzara con una muy baja participación de su electorado. Y si bien superaron la barrera psicológica, de igual manera bajaron en cerca de trescientos mil sus votos, si se compara con la última elección de concejales, donde obtuvieron 1 millón 600 mil sufragios.

Si bien no quedaron fuera de carrera como varios estimaban en horas de la tarde, de igual manera saben que de aquí a noviembre jugarán en una cancha en desnivel, pues no solo fueron superados por cuatrocientos mil votos, sino que además falta en esta matemática el grueso del votante de centroizquierda, que oficialmente no participó de esta justa.

Con un poco más de 1 millón 300 mil votos, “el partido se juega”, repitieron varios en los diferentes comandos, como una forma de entregarse aliento. Pero la mirada grande genera bastante más preocupación, la misma que han intentado disimular, y que en la historia reciente es la que dice que su sector no estaría leyendo bien el panorama ni el estado en el que se encuentra el país.

Diversas fuentes al interior del conglomerado oficialista sinceraron la que calificaron como “paupérrima” campaña de Chile Vamos, donde no fueron capaces de situar en la agenda ni una sola política pública para que se discuta, que todo se basó en las diferencias internas, pero no de programas sino de viejas rencillas.

Un analista del sector lo resumió diciendo que «si no ofreces nada, llegas tercero», evidenciando una preocupación por no ser capaces de ofrecer alguna propuesta de futuro, y que hoy la única oferta que tuvieron para presentar fue la de “evitar que el comunismo llegue al poder”.

Pero esto no tiene relación con solo un mal desempeño, pues Chile Vamos viene hace rato a los tumbos, e intentando dar señales de unidad que pocos “compran” realmente en la interna y que, creen, se va a transformar en uno de los factores que pueden jugarles en contra de aquí a noviembre.

Una mala lectura que los tiene situados con un Gobierno que más parece una piedra en el zapato que una plataforma para exponer su mirada país, a lo cual se le suma una seguidilla de malas decisiones –como ellos mismo reconocen– y que comenzó con el haber bombardeado por todos sus frentes a la iniciativa empleada en el mandato anterior de la otrora Presidenta Michelle Bachelet, respecto de las consultas ciudadanas con miras a una nueva Constitución. A eso se le sumaron las palabras del exministro Andrés Chadwick, quien, iniciando esta administración, en una exposición ante la Sofofa, aseguró que no existía ninguna posibilidad de una nueva Carta Magna. Al carro se le agrega el haberse atrincherado en el Rechazo, que perdió 80-20.

Hoy en la derecha intentarán encontrar un relato que le entregue algo de mística a un sector que no la encuentra más allá del atrincheramiento de las propuestas en las diferentes esferas, como pueden ser la Convención Constitucional o el Parlamento, pero el gran problema –reconocieron– es que, de no haber un diagnóstico común , parece una tarea imposible.

 

 

 

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