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El difícil reto de expandir la democracia LA CRÓNICA CONSTITUYENTE

El difícil reto de expandir la democracia

Patricio Fernández
Por : Patricio Fernández Periodista y escritor. Ex Convencional Constituyente por el Distrito 11.
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En esta Convención, los vociferantes de los distintos sectores conquistaron el interés de los medios y de las redes, hastiando a muchos que esperaban ver puesto al centro el bien común en vez de las propias voces. Pero no ganaron las normas. El pleno y la obligación de conquistar los 2/3 para imponer cada una de ellas, supo frustrar sus pretensiones. No se impusieron las tentaciones maximalistas que aspiraban a definir en sus detalles el modo en que deberán concretarse los lineamientos generales que concordamos. Quedaron mayoritariamente entregados a la ley y a las políticas públicas. Ninguna norma marginó la participación de los privados en la provisión de derechos sociales. La democracia es una construcción permanente y frágil, siempre perfectible e incansablemente amenazada. Y si algún reto estamos enfrentando ahora, es su difícil expansión. Decidir entre más y diversos es exponencialmente más complejo que hacerlo entre pocos y parecidos. 


Este viernes y sábado, los convencionales tuvieron su última oportunidad para dirigirse al pleno. Se supone que el objetivo era debatir acerca de la propuesta de la comisión de Armonización que deberá votarse la próxima semana. Los seis minutos que cada uno de nosotros tuvo, sin embargo, todos los usamos para algo despedirnos del proceso constituyente y entregar una última mirada sobre lo que fue para cada cual. Había mucho que decir, pero debían caber en seis minutos. Esto fue lo que yo leí: 

“Hasta aquí, las presentaciones escuchadas han optado por alguna de las siguientes evaluaciones de la Convención: un evento magnífico, un fracaso u oportunidad perdida, un proceso inacabado. Me inclino por esta última.

Difícilmente podría ser de otra manera, desde el momento en que le estamos dando forma a un acuerdo político que nos permita enfrentar un cambio cultural en curso. Apenas lo vemos con claridad, porque nos hallamos insertos en él. Estamos experimentándolo: una mega innovación en el ámbito de las comunicaciones, que ha transformado profundamente nuestras relaciones políticas; la irrupción de las mujeres exigiendo su lugar en la toma de decisiones públicas, una de las revoluciones culturales más grandes de la historia humana; un calentamiento global que amenaza la subsistencia planetaria de manera menos hipotética que una bomba atómica. Todos fenómenos de consecuencias inauditas. No se trata solo de un reto nacional, sino global. Es lo que explica el interés que hemos despertado en politólogos de muy diversas latitudes.

Podemos evaluar con mayor o menor entusiasmo el texto que estamos por sancionar, pero es innegable que enfrenta esas nuevas realidades. Lo hace de manera imperfecta, fundante, embrionaria. Son múltiples los asuntos a los que aquí nos asomamos por primera vez y que requerirán del aporte y los conocimientos de otros muchos para terminar de cuajar en una institucionalidad bien afinada: la paridad, la convivencia ecológica, la regionalización, la democracia directa, el reconocimiento y la protección de las diversidades, la plurinacionalidad, el estado social de derecho. La sala de máquinas que aquí buscó legitimidad, seguramente necesitará de ajustes al entrar en rodaje.

Lo que me resulta claro, es que la constitución pinochetista, devenida la constitución de la transición, se muestra anacrónica e incapaz de enfrentar estas nuevas realidades para generar paz social. No hay reformas capaces de actualizarla, porque arranca de una concepción superada. El texto propuesto, en cambio, fija un nuevo punto de partida. Si estuviera escrito en piedra, lo rechazaría. En estos momentos de cambio e incertidumbre, cualquier dictamen sordo a las correcciones que un andar a tientas nos demanda, parece absurdo y obstinado. Doy por descontado que, de aprobarse este texto, sufrirá desde el día siguiente propuestas de mejoras, enmiendas convenidas entre las distintas fuerzas políticas que ampliarán su malla de apoyo e incorporarán aquellas miradas a las que aquí, por las características y el momento en que se dio la discusión, no supimos dar suficiente cabida. 

La gran fuerza que movió a esta Convención se llama “inclusión”: viejos, niños, discapacitados, neurodivergentes, diversidades, provincianos, mujeres, indígenas… Todos ellos pujando por un espacio de visibilización, consideración y respeto. 

Es cierto, muchos de quienes llegaron exigiendo su lugar, se lo negaron a quienes lo habían tenido siempre. La derecha juzgadora pasó al banquillo de los acusados. Los históricamente marginados, la marginaron y obligaron a experimentar esa misma furia hija de la exclusión. De este modo, esos que vinieron con la voluntad de participar -una parte de la derecha, porque la otra vino a boicotear- “se detonó”. Aquí llamamos “detonados” a esos que pierden los estribos y que optan por el grito sordo en lugar de la palabra atenta, por el discurso heroico y despampanante, en vez de poner sus mejores esfuerzos, sin rendirse jamás, en combatir la intolerancia. Hay “detonados” en todos los sectores: son los que olvidando todo sentido del humor, incapaces de entender las flaquezas del prójimo y su infinita capacidad de errar, lo desechan e insultan, convencidos de su propia superioridad e infalibilidad.

La democracia es una construcción permanente y frágil, siempre perfectible e incansablemente amenazada. Y si algún reto estamos enfrentando ahora, es su difícil expansión. Decidir entre más y diversos es exponencialmente más complejo que hacerlo entre pocos y parecidos. 

En esta Convención, los vociferantes de los distintos sectores conquistaron el interés de los medios y de las redes, hastiando a muchos que esperaban ver puesto al centro el bien común en vez de las propias voces. Pero no ganaron las normas. El pleno y la obligación de conquistar los 2/3 para imponer cada una de ellas, supo frustrar sus pretensiones. No se impusieron las tentaciones maximalistas que aspiraban a definir en sus detalles el modo en que deberán concretarse los lineamientos generales que concordamos. Quedaron mayoritariamente entregados a la ley y a las políticas públicas. Ninguna norma marginó la participación de los privados en la provisión de derechos sociales.

Admiré, durante este tiempo, la dedicación con que todos aquí nos abocamos a esta tarea. Vi una entrega transversal y conmovedora. Me hastié por momentos, pero jamás perdí la convicción de estar participando de un evento extraordinario”.

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