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Nuevo proceso constituyente atrapa a Chile Vamos en su propio laberinto PAÍS

Nuevo proceso constituyente atrapa a Chile Vamos en su propio laberinto

Raúl Espina
Por : Raúl Espina Periodista de El Mostrador
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Fue el pasado 4 de junio, y previo a leer la propuesta constitucional definitiva, cuando los partidos que conforman Chile Vamos –UDI, RN y Evópoli– anunciaron su postura a favor del Rechazo en el plebiscito de salida, pero reafirmaron su compromiso por una nueva Constitución. Ya han transcurrido casi cuatro meses desde dicho anuncio, el que hoy tiene a la principal coalición de oposición en jaque. Esto, mientras las conversaciones con el oficialismo siguen entrampadas, y asumiendo el riesgo de perder legitimidad ante la militancia de sus colectividades, muestra de lo cual se expresó en las recientes elecciones internas de Evópoli, donde la participación fue de tan solo el 8% de su padrón eleccionario. Frente a este escenario, un nuevo factor amenaza con hacer tambalear la apuesta de la coalición opositora, como es precisamente el empoderamiento del Partido Republicano y el PDG. Así, la férrea oposición al Gobierno ya no le alcanza a Chile Vamos para mantener cohesionado a su sector.


Transcurridos casi dos meses desde el plebiscito de salida –cuando el Rechazo se impuso categóricamente al Apruebo–, la derecha pasó del triunfalismo electoral de los inicios a la constatación de que la promesa de campaña, de Rechazar para una nueva y mejor Constitución, no haría más que profundizar los problemas internos, convirtiéndose en una camisa de 11 varas y donde la férrea oposición al Gobierno ya no basta para tener cohesionado al sector.

Y es que, mientras los partidos que conforman Chile Vamos –UDI, RN y Evópoli– se han visto obligados a cumplir con su compromiso de ponerle la lápida a la Constitución del 80, el malestar de un sector de su militancia se ha manifestado cuestionando el liderazgo de quienes hasta ahora han encabezado la instancia de negociación con el oficialismo: los senadores Javier Macaya (presidente de la UDI), Francisco Chahuán (timonel de RN) y la saliente presidenta de Evópoli, Luz Poblete.

Fuera de estos cuestionamientos, analistas coinciden en alertar de la existencia de sectores emergentes de oposición que se han hecho notar, por ejemplo, en las últimas elecciones de Evópoli, donde Gloria Hutt fue electa como presidenta de la colectividad en el contexto de una magra participación, de apenas un 8% de su padrón eleccionario. Lo anterior, podría ser una muestra de que Chile Vamos no ha logrado hasta el momento conseguir la cohesión necesaria para transformarse en un bloque opositor al Gobierno que emerja como un sector influyente y, ante ese riesgo, el Partido Republicano y el PDG parecen amenazar como espacios convocantes para aquel sector de la derecha que no cree necesario un cambio constitucional.

Al respecto, el cientista político y académico de la Universidad Adolfo Ibáñez, Cristóbal Bellolio, cree que «sectores como el PDG y el Partido Republicano simbolizan la posición más dura contra la continuidad del proceso constituyente, la cual encuentra eco en las bases de los partidos más grandes de la derecha. Es decir, la verdadera distinción aquí tiene que ver con la forma en que al interior de los partidos de derecha se distribuye la opinión, donde me da la impresión de que las directivas de estos partidos son las que entienden que hay que seguir adelante con el proceso constituyente, y las bases son aquellas que, quizás embriagadas por el triunfo del Rechazo en el plebiscito de salida, asumen este como un triunfo de las ideas de la derecha, lo que obviamente es un error, porque el Rechazo ganó a pesar de la derecha y no gracias a la derecha».

Según complementa Bellolio, Chile Vamos apuesta parte importante de su capital al funcionamiento de su estrategia en favor de una nueva Carta Fundamental, porque, si bien advierten que dicho diseño podría causar malestar entre un sector de su militancia, el negarse a la continuidad del proceso constituyente sería, pensando en el mediano y largo plazo, una mala idea. Esto, porque las directivas de la UDI, RN y Evópoli entenderían que frente a cualquier convulsión social futura, es muy probable que la Constitución de 1980 vuelva a estar en el «banquillo de los acusados», por lo que les resulta indispensable superar dicha discusión.

En tal sentido, el senador y presidente de la UDI, Javier Macaya, se desmarca del rol que han cumplido los partidos emergentes de oposición. «Ni el Partido Republicano ni el PDG son parte de nuestra coalición. Cada sector tiene derecho a hacer política como le parezca. Obviamente tenemos diferencias con la manera de dichos sectores que no son parte de Chile Vamos, pero ellos están en todo su derecho a hacer política como mejor les parezca. Son parte de la oposición, pero con una coordinación diferente; nosotros, respondemos por el actuar de Chile Vamos», plantea el parlamentario.

El riesgo de Chile Vamos frente a la incipiente «nueva derecha»

Si bien los timoneles de los partidos de la principal coalición de derecha dicen estar cohesionados, pujando por el avance del diálogo constituyente y expectantes frente a la posibilidad de asumir la presidencia de ambas Cámaras del Congreso Nacional, ante la eventual caída del acuerdo administrativo en la Cámara Baja, lo cierto es que cada una de sus colectividades vive complejas realidades.

Desde la UDI, el senador Macaya ha debido enfrentar duras críticas en su rol proclive a promover una nueva Carta Magna, evidenciando un liderazgo que, para algunos representantes del gremialismo, se distancia de sus bases ideológicas, considerando que dicho partido fue fundado por el fallecido exsenador y estrecho colaborador de la dictadura de Augusto Pinochet, Jaime Guzmán, quien además fue uno de los autores de la Constitución de 1980 y de sus leyes complementarias.

En Renovación Nacional, por su parte, atraviesan un complejo panorama interno, con la división entre el sector que acompaña al actual timonel, el senador Francisco Chahuán, y el grupo cercano al exministro del Gobierno de Sebastián Piñera y excandidato presidencial, Mario Desbordes. Todo esto, desatado después de que se le pidiera la renuncia al presidente de las Juventud de RN, Javier Molina, luego de conocerse su calidad de imputado por chocar en estado de ebriedad en julio pasado. Al respecto, Molina –quien es cercano a Desbordes– acusó la existencia de una «operación política» para sacarlo de su puesto, lo que ha provocado tensión al interior del partido.

Evópoli, en tanto, convocó el pasado domingo a elecciones internas para elegir a la nueva mesa directiva, cuya presidencia la disputaban el senador Luciano Cruz-Coke y la exministra de Sebastián Piñera, Gloria Hutt. Fue finalmente Hutt quien se impuso en los comicios, pero lo que llamó la atención fue la bajísima participación de la militancia, donde solo votaron 1.400 personas de un total de 17.500 militantes, lo que corresponde a tan solo el 8% del padrón eleccionario. ¿Podría ser esta una señal del malestar de un sector de Chile Vamos con el accionar de sus dirigentes? ¿O es tan solo una muestra de desinterés respecto a la discusión política?

Frente a dichas interrogantes, el diputado de Evópoli, Francisco Undurraga, dijo a El Mostrador en La Clave que la baja participación en dicha instancia se debió «al estado en el cual nos encontramos, tanto como partido y como clase política en general, pues tampoco en el resto de las colectividades hay una alta participación de sus militantes en este tipo de elecciones, lo cual no justifica que evidentemente hay una desconexión entre los liderazgos propios del partido y las bases, y por eso claramente la gente no está participando”.

En este contexto, entendiendo que Chile Vamos podría pagar sus propios costos de su apuesta a favor de una nueva Constitución, lo que iría incluso en contra de su propia historia política y del pensar de su base de militantes, nuevos espacios de representación buscan entregar una señal de independencia, desplegando un discurso que incorpora demandas ciudadanas, como mayor seguridad y una mejor conducción del Gobierno en materia económica. Se trata de esa «nueva derecha», que halla en el Partido Republicano y en el PDG plataformas con derecho a voz y voto en el Congreso, y que se han convencido de su empoderamiento tras el triunfo del Rechazo.

Precisamente, y en relación con este escenario, el analista político y académico de la Universidad de Talca, Mauricio Morales, señala que «la derecha tiene un grave problema de comprensión de los hechos. Mientras más demore la decisión sobre las reglas del nuevo proceso constitucional, más protagonismo irán alcanzando partidos nuevos que, en su afán por sintonizar con las demandas ciudadanas, están presionando para que haya plebiscito. Esto corre tanto para el PDG como para Republicanos. Salvo Mario Desbordes, la derecha aún se siente depositaria de un triunfo que en nada le pertenece –de hecho, sus liderazgos debieron ocultarse para permitir el triunfo del Rechazo–. Si la derecha persiste en este ánimo de presentarse como un actor de veto, pagará un alto costo y le entregará en bandeja el protagonismo tanto al PDG como a Republicanos».

Es por eso que, al calor del debate constituyente, que aún no logra convocar los consensos necesarios para abrochar un acuerdo, el sabor dulce del triunfo del Rechazo comienza a diluirse entre un sector de la derecha que busca con urgencia articularse de la forma más cohesionada posible, para hacer lo que se espera de una oposición, que es nada más ni nada menos que generar obstáculos a la gobernabilidad del Ejecutivo, debilitado tras la derrota del pasado 4 de septiembre. No obstante, cada uno de los partidos de Chile Vamos debe lidiar con complejos escenarios internos, enfrentar los cuestionamientos de su militancia, además de evitar el empoderamiento del Partido Republicano y PDG, cuyo sector podría transformarse en el gran ganador de la disputa política en el ocaso del 2022.

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