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Rodríguez Elizondo, inmigrantes y límite con Perú: “Una guerra mundial partió con un asesinato” PAÍS Credito: Agencia Uno

Rodríguez Elizondo, inmigrantes y límite con Perú: “Una guerra mundial partió con un asesinato”

Juan Diego Montalva
Por : Juan Diego Montalva Editor de Newsletter +Política
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Rodríguez Elizondo, premio Nacional de Humanidades y Ciencias Sociales, opina que la declaración de estado de emergencia para controlar la inmigración irregular es una medida de parche, que se puede romper. “Está fuera del tratamiento aterciopelado de la diplomacia y crea problemas donde antes no los había. Hoy chilenos y peruanos estamos viendo policías bien armados, a ambos lados de la Línea de la Concordia, que bloquean el paso de migrantes irregulares”. Para el abogado, diplomático y académico, esta situación es compleja porque “en cualquier momento pueden producirse errores graves y hasta cortocircuitos.” Mientras tanto, como si el éxodo venezolano no estuviera sucediendo, Rodríguez Elizondo advierte que Nicolás Maduro “está induciendo negociaciones diplomáticas de alto nivel, para normalizar su dictadura, creando expectativas de elecciones libres y exigiendo el fin de las sanciones económicas de los EE.UU”.


El abogado, diplomático y académico José Rodríguez Elizondo, es un latinoamericanista que no esconde su malestar por el desastre humanitario generado por el éxodo de cerca de 7 millones de venezolanos que buscan destino en diferentes países del continente y dice que el único responsable de todo esto es Nicolás Maduro. “Es grave, injusto, intolerable -ponga el adjetivo que quiera- que debamos asumir el impacto de una catástrofe humanitaria originada en la gestión política de una dictadura”.

Rodríguez Elizondo, premio Nacional de Humanidades y Ciencias Sociales, vivió la mayor parte de sus años de exilio en el Perú (1977 y 1986), donde trabajó de periodista de la revista Caretas y como comentarista del Canal 9 del Perú. En esta entrevista comenta la decisión de ese país de declarar Estado de Emergencia en la frontera del Perú con Chile y señala: “Con policías armados de países vecinos, para controlarlos (a los inmigrantes), en cualquier momento pueden producirse errores graves y hasta cortocircuitos. La historia dice que una guerra mundial partió con un asesinato”.

¿Hay precedentes en América Latina de una inmigración irregular tan masiva y sostenida como la de los venezolanos?
-Por regla general, migraciones de ese nivel -el estimado es de 7 millones- son secuela de guerras o de catástrofes naturales. Sólo, recuerdo tres grandes migraciones con motivación política que, comparativamente, parecen ínfimas. Una fue la nuestra, entre 1973 y 1989, durante la dictadura del general Pinochet, que algunos calculan en 200 mil personas. Las otras dos fueron instantáneas o de reventón: la de los 10 mil cubanos que invadieron la embajada peruana en La Habana, en 1980, para escapar del régimen y, luego, la de los 125 mil cubanos que Fidel Castro dejó salir rumbo a Miami. Quizás el dictador nicaragüense
Daniel Ortega esté hoy entrando a ese ranking negativo.

-¿Qué hay tras la decisión del Perú de declarar estado de emergencia para controlar la inmigración irregular?
-Lo que hay, no sólo en el Perú, es una ilógica asombrosa. Como si el éxodo venezolano no estuviera sucediendo, el gobernante Nicolás Maduro, con el apoyo de sus afines ideológicos, está induciendo negociaciones diplomáticas de alto nivel, para normalizar su dictadura, creando expectativas de elecciones libres y exigiendo el fin de las sanciones económicas de los EE.UU.

-¿Qué pueden hacer los países de la región que reciben los inmigrantes?
-Entretanto, los gobiernos de los países receptores están asumiendo lo que es una catástrofe humanitaria, en lugar de exigir, como primera prioridad, que Maduro asuma su responsabilidad política para solucionarla in situ. Esto implica que los países receptores, que no son ricos, no sólo no pueden solucionar el éxodo. Además, multiplican sus propias carencias y problemas . Cada día vemos escenas desgarradoras en las fronteras, protestas contra los extranjeros en nuestros países y encima escuchamos voces venezolanas oficiales que nos conminan a ¡proteger los derechos humanos de los migrantes!… Luce como una ironía cruel.

– Pero ¿qué opinas respecto a esa medida peruana de emergencia?
-Es la segunda pata de esa situación estrambótica. Los gobiernos de los países receptores, en vez de concertarse, en lugar de apelar a la ONU, a la OEA, a la Carta Democrática, al Papa, a todos los dioses, están produciendo medidas de parche. Algunos tratan de convertir a sus países en pasadizos solapados, para endosar sus migrantes a los países vecinos. Otros están apelando a sus policías y militares para bloquear los ingresos irregulares y esto, por definición, está fuera del tratamiento aterciopelado de la diplomacia y crea problemas donde antes no los había. Así, Chile y el Perú ya han tenido problemas con migrantes que
antes pasaron por Bolivia. Hoy chilenos y peruanos estamos viendo policías bien armados, a ambos lados de la Línea de la Concordia, que bloquean el paso de migrantes irregulares.

– ¿No hay solución para esos migrantes?
-Lamentablemente, no es una fiesta de los abrazos. Entre ellos hay madres con sus hijos en brazos que flotan en tierra de nadie. Son escenas que parten el alma. Además, con policías armados de países vecinos, para controlarlos…en cualquier momento pueden producirse errores graves y hasta cortocircuitos. La historia dice que una guerra mundial partió con un asesinato.

– También crece la xenofobia.
-Gravísimo. Los migrantes regulares, que antes eran vistos como un serio aporte al desarrollo nacional, ya lo están experimentando en carne propia. Por otra parte, la migración masiva en desarrollo, eventualmente indocumentada, está afectando los niveles locales de seguridad. La obvia razón es que entre los migrantes no sólo hay gente buena. También hay gente “de mal vivir” que incorpora nuevos tipos de delincuencia, abre espacios mayores para el crimen organizado y cuyo impacto en la opinión pública es fortísimo. El efecto en los actores políticos incumbentes está a la vista y en todas las
encuestas.

– ¿El estado de excepción peruano no es, entonces, una decisión vinculada a la política interna o a su relación con el gobierno de Chile?
-El Perú viene mostrando una resiliencia heroica para mantener la continuidad institucional y en Chile no podemos decir que navegamos plácidamente hacia una democracia plena. Por lo mismo, es grave, injusto, intolerable -ponga el adjetivo que quiera- que debamos asumir el impacto de una catástrofe humanitaria originada en la gestión política de una dictadura.
Y peor, si las medidas de control que se están tomando nos colocan en situaciones controversiales.

– Ha sido complejo para Chile lograr la colaboración de Bolivia en el tema migratorio? ¿Es la inmigración la nueva moneda de cambio de las relaciones internacionales?
-A mi juicio, el problema está en la ilusión de que todo es solucionable entre dos gobiernos que se presumen ideológicamente afines. La realidad nos dice, primero, que los ideologismos ya no son lo que eran. Y segundo, que el presidente Luis Arce sigue
sosteniendo la doctrina irredentista de un canje especial: relación diplomática normal contra cesión soberana de litoral chileno. Quizás hoy algún boliviano del poder presuma que el control de la migración hacia nuestro país sería otro factor persuasivo.

Este fin de semana Petro pidió fin del embargo a Venezuela y elecciones libres ¿Sólo buenas intenciones?
-A mi juicio, eso también está en el espacio de la ilusión ideológica. El presidente Petro, quizás socialista del siglo 21, agita el señuelo tantas veces fracasado de un ablandamiento de la dictadura venezolana. Haciéndolo, subordina la realidad del impacto que sigue teniendo en la sociedad colombiana. Quizás sea el legado del realismo mágico de Gabriel García Márquez.

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