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Miguel Ángel Rocca: “Hay que recuperar la figura del autor de guiones para que el cine sudamericano pueda competir” Subdirector de la escuela de cine de Eliseo Subiela

Miguel Ángel Rocca: “Hay que recuperar la figura del autor de guiones para que el cine sudamericano pueda competir”

El director de “La mala verdad” (2011) es un cineasta consciente de que el realizador no puede pretender hacerlo todo (guión- dirección de fotografía- realización). De la misma manera que no todos los futbolistas son Messi, los directores de cine tampoco son Woody Allen. Mientras prepara su tercer largometraje, el profesor de guiones de la Universidad de Buenos Aires advierte que la debilidad de los libretos locales resta categoría al séptimo arte del subcontinente frente a las poderosas industrias europea y norteamericana.


Dice que se toma su tiempo Miguel Ángel Rocca (Buenos Aires, 1967) para rodar sus trabajos. Lo requiere para pensar la historia que quiere mostrar, para buscar a los actores adecuados para llevar a cabo sus ideas dramáticas en el plató, para revisar una y otra vez, casi con obsesión, el guión que les servirá de mapa a él y a sus personajes a fin de elegir el camino artístico que debe seguir.

Afirma que así enfrenta su oficio, con calma, desde el día que terminó de estudiar cine a mediados de los años 90, época en que coincide con la obtención de su primer galardón importante, el del Festival Internacional de Cine de Valdivia, gracias a «Los duelistas» (1996), un corto de su invención inspirado en el cuento «¡No te enloquesá, Lalita!», de Roberto Fontanarrosa.

Todavía recuerda, Rocca, la emoción del viaje que emprendió hace dos décadas a Rosario para solicitarle la autorización al mítico escritor y dibujante, y de esa manera poder adaptar en secuencias de imágenes su texto: una gestión que concluyó con la respuesta afirmativa del hincha más famoso de Central.

Miguel Angel Rocca Foto: Úrsula Madariaga

Miguel Angel Rocca
Foto: Úrsula Madariaga

Y si anotamos al principio de esta nota que se demora un buen lapso Miguel Ángel Rocca en masticar sus creaciones, esto se evidencia en que recién estrenó su primer largometraje a los 40 años, como si de traspasar una barrera psicológica se tratase: Arizona sur (2007), una  comedia que dirigió junto a Daniel Pensa, el mismo socio con quien tiene la productora que se ha encargado de “fabricar” varias cintas de Eliseo Subiela, entre ellas, El lado oscuro del corazón 2, y No mires para abajo, el filme que consagró a la actriz ítalo-argentina Antonella Costa, la esposa del director chileno Ché Sandoval.

Pese a que fue escrita por el novelista Alan Pauls y protagonizada por el actor trasandino radicado en España, Daniel Freire (Lucía y el sexo), las críticas para el realizador por su labor en Arizona sur distaron de ser buenas. Él, no obstante, encajó bien el golpe y se repuso prontamente.

Esperó cuatro temporadas y literalmente la “rompió” con su siguiente crédito detrás de las cámaras, la ya analizada por Cultura + Ciudad, La mala verdad (2011), una cinta que tiene como dato anecdótico el haber sido la última aparición en la pantalla grande, antes de fallecer, del famoso intérprete Alberto de Mendoza. En Santiago, la película se estrenó con gran éxito durante el último mes de noviembre en la sala del Cine Arte Normandie.

“Comencé a pensar esta obra en 2006, y le di vueltas a la idea de su desarrollo por lo menos a través de un año y medio de reflexión, de apuntes, borradores y anotaciones. Sólo tuve lista su estructura, sus parlamentos, allá por 2009, para empezar a filmar en 2010”, saca a relucir Rocca, mientras está embarcado, hace ocho meses, en darle forma al contenido del que será su tercer largo, una pieza que por el momento tiene título tentativo, Lo que no sé de vos.

Una realización que indaga en los tópicos que a estas alturas del partido son su sello hermenéutico: la relación de sus personajes con el pasado, la culpa de lo irrecuperable, lo doloroso de asumir una pérdida, la dificultad que tienen los seres humanos de adaptarse al cambio, y la inconsciencia que guardan de su finitud, de la muerte, que les arrebatará la vida a todos.

La presencia de este director ya es un “clásico” en las recientes versiones del Ficil Biobío, al que en esta oportunidad llegó sin escalas desde el Berlinale Palast para dictar una clase maestra sobre las claves del proceso de redacción que requiere un libreto cinematográfico, sesión que estuvo abierta al público y a la comunidad en general.

“Me fascina esa idea de organizar una muestra de películas en una ciudad en la que originalmente no existe una sala de proyección. Me encanta ese empeño de exhibir cine —algo que me apasiona y es la actividad a la que dedico mi vida—, desde la precariedad, en medio de la nada, y desde la carencia de fuerzas materiales y de dinero”, detalla el realizador, quien es además catedrático de los cursos de Guión I y II en la Escuela Profesional de Eliseo Subiela —institución de la que es subdirector—, y relator de la última materia mencionada en las aulas de la prestigiosa Universidad de Buenos Aires.

Precisamente es en esta área de la elaboración fílmica que Rocca detecta gran parte de los problemas que tiene el cine latinoamericano en su elaboración, al minuto de abrirse un lugar de reputación estética en relación con las industrias de la disciplina, ubicadas en el “primer mundo”: Europa y los Estados Unidos.

“En la actualidad, los directores argentinos —yo me incluyo, por supuesto—, chilenos, uruguayos, peruanos…, tenemos un gran problema en lo que a la construcción de las historias que dan aliento a nuestras películas se refiere. Hacemos más cosas de las que tenemos que hacer, nos creemos dioses omnipotentes, y así como todos los futbolistas no son Messi, tampoco la mayoría de los cineastas son Woody Allen. De esta manera, le dedicamos poco tiempo y exigua concentración a la fase esencial, al paso  previo que es la piedra angular necesaria para poder levantar una narración fílmica de alto vuelo, es decir, contar, primero que nada, con un buen guión”, aclara.

Rocca es un convencido de que las distancias de calidad artística y dramática que existen entre los filmes del Viejo Continente y la industria norteamericana, frente a la actividad que se efectúa en el hemisferio sur, se deben principalmente a la nula inclinación por adaptar buenos libros y novelas, que surge al interior de los estudios y productoras del vecindario. Pues debido al avance del factor tecnológico, los trechos materiales, observa el realizador, estarían solucionados.

“Las diferencias técnicas que teníamos con Europa y Estados Unidos desaparecieron gracias al digital, en tanto obstáculo para hacer una buena cinta. Antes por el valor del metro de celuloide resultaba prácticamente imposible que vos repitieses una escena, aunque sabías que te había salido mal… Hoy, si quieres, ensayas una y otra vez, y les pides a los actores que hagan un cuadro hasta que uno lo estime conveniente. La brecha, sin embargo, continúa  y crece en términos de excelencia narrativa…, nos superan porque ellos tienen la costumbre de adaptar toda la gran literatura que se gesta en sus circuitos culturales y literarios”, explica.

La solución para subsanar esta deficiencia formativa en la producción de un filme local, según Miguel Ángel Rocca, pasaría por rebelarse a la demanda masiva de un cine lumpen y de mínima elevación intelectual,que exigirían las audiencias; por concienciar a la nueva generación de directores latinoamericanos que el mayor argumento a propósito de crear una película se debe a la articulación de un relato claro y completo, con roles bien delineados, ya que, dice el argentino: “son los personajes los que determinan la acción, y no al revés”.

“Hay que recuperar la figura del guionista, del autor de guiones, que los directores sudamericanos vuelvan a apoyarse, regresen a trabajar con alguien que se haya formado en la escritura de textos. Es la única fórmula para que nuestras películas dejen su fragilidad narrativa y sus falencias de continuidad, y puedan, por fin, competir realmente por los premios de verdad en Cannes, en Berlín, en Venecia, en Sundance y en San Sebastián”, cierra enfático.

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