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Estrés, sedentarismo y mala alimentación: tres factores que inciden en el colon irritable Salud

Estrés, sedentarismo y mala alimentación: tres factores que inciden en el colon irritable

Puede causar distensión, cólicos abdominales, cambios en los hábitos intestinales, dolores, malestar físico o incluso problemas de sueño y humor. El síndrome del colon irritable es cada vez más frecuente porque los ritmos de vida son cada vez más rápidos: el sistema laboral, las jornadas universitarias y la vida en la ciudad obligan a producir en poco tiempo y producen subas en los niveles de estrés y falta de tiempo para hacer ejercicios.


Mientras ayudaba a su compañero con los estudios de la carrera de Educación Física, Paula se encantó con los contenidos de las clases de biología. Estudió para ser preparadora física y una vez egresada quiso estudiar algo que complementara sus estudios. La gastronomía fue la primera opción, cursó un par de meses la carrera pero el maltrato constante en los espacios gastronómicos la hizo abandonar. Pero idear nuevos platos le siguió generando entusiasmo, y eso sumado a su interés por conocer en profundidad el funcionamiento de los órganos, la hizo decidirse. Hoy lleva casi cinco años en el ejercicio de la nutrición.

“Atiendo 100% online, con pacientes de Copiapó, La Serena, Santiago, incluso pacientes de Alemania, chilenos a los que les llamó la atención mi visión de la nutrición, que doy a conocer a través de publicaciones en redes sociales”. Antes de la pandemia, Karime trabajó a domicilio, luego en una casa particular pero hasta ese momento la virtualidad no era opción.

Como a otros y otras nutricionistas, a diario le llegan numerosos pacientes con los mismos síntomas: un malestar constante, “sensación de guatita de embarazada”. Los problemas al colon han crecido sostenidamente en personas de todas las edades.

“No se ha llegado a un consenso de qué es lo que provoca en sí el colon irritable, por eso es un síndrome de inflamación intestinal, es una serie de factores que se juntan y detonan, que pueden ir desde alteraciones psicológicas (motivados por traumas de infancia, que se arrastran desde la infancia hasta la adultez), hasta el estilo de alimentación que se lleva. Estar apurado, no tener tiempo, lo estimula. También vivimos muy sedentarios, esa es la combinación perfecta para desarrollar colon irritable”. 

Un cambio de forma de vida

La dieta occidental que llevamos, sostuvo Paula, es la receta ideal para tener colon irritable: “el consumo de cereales blancos refinados (harinas), el consumo excesivo de gluten, la disminución de frutas y verduras en la dieta, el alto consumo de proteínas procesadas (como jamón y embutidos), el jarabe de alta fructosa, los edulcorantes artificiales derivados de alcoholes, van produciendo un desbalance de la microbiota”.

La microbiota son bacterias, virus, hongos que habitan en el sistema digestivo y en todo el organismo, detalló la preparadora física. Y es el estilo de vida “el que impacta directamente en ese equilibrio, ellas viven en armonía hasta que le damos estímulos incorrectos. Si empiezan a crecer poblaciones, por ejemplo productoras de gases, o proliferan bacterias que inflaman, mueren algunas que fermentan algunas frutas y verduras que se consumen”. De esta manera, explicó, el cuerpo empieza a rechazar algunos alimentos y en ciertos casos, provocar que se tome agua y el agua produzca hinchazón, o el brócoli, también que se produzcan diarreas, estreñimiento o cansancio” reiterados y sin razón aparente. 

Los problemas de esta índole se pueden prevenir. En este sentido, la nutricionista fue enfática en señalar que llevar una “dieta equilibrada rica en frutas y verduras, carnes no procesadas (como el pollo, el vacuno, pescado, marisco), incorporar en proporciones correctas carbohidratos (quinoa, arroz, papa, entre otros) y disminuir el consumo de panes y harinas refinadas, junto con grasas ultra procesadas, es muy importante”. Las margarinas, los aceites vegetales, de maravilla o canola, por ejemplo, forman parte de esas grasas procesadas que tienen componentes inflamatorios, detalló, en cambio la palta y las aceitunas, son antiinflamatorias. 

“Si alguna vez desarrollaste colon irritable, es probable que la situación se repita. Por eso, lo primero es evaluar cuál es el detonante ¿es la dieta?, ¿Es el estrés?, ¿No soy feliz?, ¿Tengo depresión?  Y también ir asociando. La depresión, poniendo por caso, probablemente va a llevar a consumir carbohidratos refinados como chocolate o similares y aunque no tengan azúcar, puede haber un endulzante que cause daño”

En situaciones como la mencionada, existe un factor psicológico y un detonante alimenticio, por ese motivo “no hay que separar el factor psicológico del cuerpo” subrayó. Asimismo, aseguró que diversos estudios, asocian al cerebro con el colon, “entonces si me alimento mal puedo tener algún problema emocional y viceversa”. De la misma forma, reiteró que algunos estudios vinculan la depresión con la alimentación ya que existen bacterias de la microbiota que la predisponen. De allí que, estableció, trastornos como la depresión pueden ser tratadas a la par con la nutrición. 

Alergias, costumbres culturales y los riesgos de no cambiar los hábitos 

¿Es posible que un solo alimento cause la irritabilidad del colon? Si. Cuando existen intolerancias, alergias y sensibilidades a cierto alimento, y por desconocimiento o costumbre se sigue consumiendo “va generando un daño”, sostuvo la nutricionista y explicó que es “como meter un dedo en la llaga”. 

Desde pequeños, se enseña a los infantes las bondades del consumo de leches y se insiste en la necesidad de su consumo. Esta costumbre cultural genera la imposibilidad de juzgar a ese líquido, ya que se presenta como una sustancia saludable e imprescindible, ilustró Paula Karime. Pero ciertamente, muchas personas desarrollan a temprana edad sensibilidad a su consumo “lo que se manifiesta en cambios en las heces o hinchazón abdominal” y se acentúa con el tiempo. “Está tan socialmente aceptado que los niños deben comer lácteos que los padres les siguen dando, y eso va haciendo un hoyito, cada vez que lo hago estoy metiendo el dedo en la llaga” comentó la nutricionista, “entonces ocurre un episodio de estrés, que puede darse en la adultez,  y eso detona en un colon irritable”. 

Hasta los 2-3 años, los mamíferos deben consumir leche. Pero de allí en adelante, afirmó, “puede ser riesgoso”. No es sólo la lactosa la causante del problema, “son las proteínas de la leche”. En esta misma línea, la especialista remarcó que en la actualidad “los lácteos están ultraprocesados, un yogur casi no es un lácteo, es una combinación de leches, entre ellas en polvo, con edulcorantes artificiales  y colorantes que pueden acentuar el cuadro”. No obstante, si se quiere consumir productos de este tipo, confirmó que “hay lácteos mejores”, como los fermentados, los yogures naturales y de pajarito, los cuales no representan una amenaza a quienes no poseen alergias ni similares. 

Tratarse, una necesidad

A diario, frases como “me hincho hasta con el agua” escucha la profesional ante la pantalla mientras realiza una atención virtual. Hay personas que logran identificar qué alimento(s) le hacen daño, después de comer un pan, o al comer brócoli, y “en estos casos lo que debe hacer, sencillamente es dejarlo”. En otros casos, hay que buscar el origen del problema y no dejarlo pasar, destacó con el tono más alto que en el resto de la conversación.

“Si el cuadro no se trata lo más probable es que se siga acentuando y ante tales situaciones, muchos profesionales sólo medican y así no se resuelve el problema, hay que hacer una terapia nutricional”. 

Este 31 de marzo se conmemoró el Día Mundial del Cáncer de Colon, una enfermedad que se evidencia en cambios en los hábitos intestinales y en la consistencia de las heces, la presencia de sangre en estas  y la incomodidad abdominal. Previo a llegar a esta etapa, más crítica, los síndromes de intestino irritable no tratados, aseguró Paula Karime, “predisponen a desarrollar, úlceras, pólipos, divertículos, diverticulosis (saquitos que se van formando y se llenan de agua, se juntan y si se revientan, pueden causar hemorragias)”. De ahí, poca distancia hay del desarrollo de cánceres. 

Distintos pacientes, distintas necesidades alimenticias 

La nutricionista hizo un llamado a los especialistas de la salud y también a los pacientes. A los primeros, los invitó a “salirse de los estándares de los libros que los educan ya que, según comentó, son instructivos que en el fondo, dicen qué hay que hacer en distintos casos, pero la receta no es la misma para todos los pacientes. “Las personas tienen distintas posibilidades económicas, preferencias culturales, y otros problemas de salud que a veces la nutrición no toma en cuenta a la hora de indicar tratamientos y dietas, y es necesario tener eso en cuenta” dijo y agregó “ hay una dieta diferente para cada persona”. 

A menudo, se suelen recomendar productos muy específicos, “ciertos tipos de sal, de yogurt, cocinar de una sola manera, por ejemplo en cocción” y eso, destacó, sin tomar en cuenta las posibilidades económicas, pueden terminar en el abandono de los tratamientos. “Una misma función puede encontrarse en distintos alimentos”.

En el caso de los pacientes, valoró la importancia de “no automedicarse” así como también asistir a profesionales “actualizados”. Muchas vitaminas y suplementos alimenticios son de venta libre, y eso junto al crecimiento sostenido de canales de youtube y perfiles en redes sociales como Instagram y TikTok dedicados a la salud, incrementaron los autodiagnósticos y con ello las automedicaciones. 

“Si tengo estreñimiento, no va a servir mucho consumir ciertas bacterias porque pueden acentuar el cuadro. Por eso siempre hay que asesorarse para consumir alimentos y medicamentos más adecuados a la situación personal de cada uno. Muchas veces la información de redes sociales se basa en experiencias personales que no se pueden generalizar porque todos los cuerpos son distintos”. 

Por último, y para cerrar la entrevista, la nutricionista se refirió al tiempo que puede tomar regular el funcionamiento del intestino: “con un tratamiento psicológico y nutricional adecuado al caso, se pueden notar cambios considerables en la calidad de vida desde la sexta semana de tratamiento”.

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