Inclusión
Desde el 2006, en Chile, las personas en situación de discapacidad visual que tienen un perro guía pueden ingresar a toda construcción, infraestructura, espacio público o privado de uso público, y transporte de pasajeros. Sin embargo, a más de 15 años de la promulgación de la ley, todavía existen diversos desafíos respecto a la educación de la población y la adaptación de lugares para promover la inclusión de estos usuarios.
Según la Ley 20.025, un perro guía puede cumplir diversas funciones según la necesidad que su usuario tenga. En este sentido, el animal debe ser entrenado para realizar labores específicas y así, ayudar y asistir a las personas en situación de discapacidad.
En 2006, con la promulgación de la normativa, se estableció la no discriminación a personas que cuenten con perros guías para el acceso de ellos en lugares públicos o privados de uso publicó incluyendo el transporte de pasajeros.
A pesar de que los perros deben cumplir ciertos requisitos, como por ejemplo, llevar en todo momento arnés o peto que es entregado por la institución en donde fue entrenado, y poseer una placa distintiva que señale que es un perro de asistencia, las multas por negar el acceso arbitrariamente o ser discriminados por un espacio, entidad u otro van desde las 10 hasta las 120 UTM.
Hace algunas semanas, Florencia Herrera, usuaria del perro guía Otto y profesora asociada a la Universidad Diego Portales, a través de la cuenta de Instagram del animal (@ottoperroguia), denunció: “Paramos en tres estaciones de Copec a echar bencina, comer algo y pasar al baño. En las tres estaciones quisieron echarnos. Nos dijeron que no permitían perros dentro del lugar”.
Esta es una realidad que viven muchas personas en situación de discapacidad visual, ante este escenario Herrera destaca que “lo más importante es que haya información en todos los lugares sobre la labor que cumplen los perros guías y sobre la ley 20.025 que está vigente. Es un derecho de los usuarios de perros guías, es decir, las personas ciegas y con baja visión”.
Agrega que “los perros guías son una asistencia técnica para las personas con discapacidad visual. Decirle a una persona que no puede entrar con su perro guía a un lugar es como decirle a una persona en silla de rueda que no puede entrar con su silla de rueda, es negarle el acceso”.
En ese sentido, se hace imprescindible educar y capacitar a la población para que se conozcan los detalles de este derecho.
“La inclusión de las personas con discapacidad es mucho más importante que un par de pelos que el perro pueda dejar por ahí o cualquier incomodidad que son realmente mínimas”, señala.
La directora de la Escuela Perros Guías Fundación Lucha contra la Retinitis Pigmentosa (Fundalurp), Andrea Morena, destaca que “la educación y la empatía nos permitiría pensar en un otro y, por ejemplo, no estacionar autos en lugares de tránsito peatonal, no dejar que nuestras mascotas sin correa interrumpan el trabajo del perro guía, no dejar scooter ni bicicletas en medio de las veredas, entre muchas otras situaciones cotidianas que no contribuyen a la calidad de vida de personas ciegas”.
Con respecto a la legislación, Moreno, explica que “cualquier usuario de perro guía que se vea impedido de ingresar a cualquier lugar público o privado de uso público puede llamar a carabineros para hacer valer su derecho y además puede iniciar acciones legales contra quién limite su acceso”.
Sin embargo, la especialista lamenta que “la exposición, la burocracia, el costo y tiempo que esto implica, además de la necesidad de contar con pruebas del momento en que ocurrió la infracción generan la mayoría de las veces la impunidad de estas vulneraciones”.
Sin dudas, aún hay diversos desafíos en materia de inclusión. Es por eso que diversas organizaciones buscan fortalecer y visibilizar el rol de los perros guías, como la Escuela de Perros Guías, la cual se centra en la rehabilitación y el apoyo hacia personas.
