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La paciencia, el mejor recurso del cubano para capear el temporal de Matthew Sociedad

La paciencia, el mejor recurso del cubano para capear el temporal de Matthew

Como si de una tarde normal se tratara y no los amenazara el mayor huracán que ha pasado en los últimos nueve años por el Caribe, los vecinos de Baracoa conversaban, reían y filmaban -móvil en mano- la olas de varios metros que azotaban el emblemático malecón, o miraban curiosos los pocos autos que se aventuraban a circular.


Nada ilustra mejor la calma con la que los cubanos se toman la vida y las grandes dosis de humor que le inyectan a las adversidades que su actitud cuando esperan, pacientes, el paso de un huracán: el martes  lo demostraron con Matthew, que prometía hacer pasar una larga noche a las gentes del oriente de la isla.

En Baracoa, ciudad costera famosa por ser la primera villa fundada por españoles en el país y uno de los puntos de desembarco de Cristóbal Colón, el estereotipo se repetía en la mayoría de las casas que no fueron evacuadas, donde en portales y balcones los vecinos se reunieron a conversar para matar el aburrimiento.

Como si de una tarde normal se tratara y no los amenazara el mayor huracán que ha pasado en los últimos nueve años por el Caribe, los vecinos de Baracoa conversaban, reían y filmaban -móvil en mano- la olas de varios metros que azotaban el emblemático malecón, o miraban curiosos los pocos autos que se aventuraban a circular.

«No quiere decir que no seamos precavidos, pero nos aburrimos y aprovechamos que no hay nada que hacer -más que esperar- para reunirnos en familia a conversar para matar el tiempo», explicó a Efe Ramón, un baracoense «nacido y criado» en la villa primada de Cuba, que el pasado 2011 cumplió cinco siglos.

Este trabajador estatal contó que hace dos días aseguró la fachada de su vivienda, una construcción de mediados del siglo pasado, porque «por Baracoa han pasado muchos temporales, pero ninguno como este».

Desde que hace unos días las autoridades cubanas decretaron las fases «informativa» y luego de «alerta ciclónica», Baracoa comenzó a mudar de apariencia mientras sus habitantes tapiaban las fachadas con madera y aseguraban las cubiertas, principalmente las antiguas de tejas de barro.

Los árboles fueron podados y las alcantarillas limpiadas, al tiempo que las edificaciones en la línea de costa quedaban vacías a medida que sus inquilinos se trasladaban a terrenos más elevados y a salvo de las inundaciones.

Aproximadamente una hora después que Matthew tocara tierra apenas a unos kilómetros, Baracoa esperaba bajo la lluvia, azotada por rachas de viento de más de 100 kilómetros por hora, a que el huracán siguiera su trayectoria y amainara el temporal.

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«En momentos como este solo queda tener paciencia y muy importante, no arriesgarse ni ser inconsciente», insistía Aleida, una de las 227.000 personas que han sido evacuadas en la provincia de Guantánamo, el territorio más oriental de la isla, donde se sitúa Baracoa.

Para esta baracoense es una «suerte que el Gobierno cubano se ocupe de que nadie quede desamparado», dijo sin perder de vista a sus niños, que jugaban cerca.

El casi centenar de turistas extranjeros que visitaban la zona, atraídos por sus bellezas naturales y por la producción del célebre chocolate cubano, también fueron puestos a salvo en el hotel «Porto Santo», que marca el lugar de uno de los desembarcos de Colón.

El dominó -popular juego de mesa en Cuba- el ron y el aguardiente también se mostraban buenos compañeros de quienes esperaban a que Matthew partiera de Cuba.

Los lugareños, ajenos al ruido del viento y la lluvia, golpeaban las fichas y vociferaban gritos de victoria, alumbrados por velas.

Ya de noche y cuando las ráfagas de viento comenzaban a hacer estragos en las viviendas, todos comenzaron a recluirse en sus casas a hacer tertulia.

Fuera quedó solo de vigía la estatua del Almirante que una vez aseguró que Cuba era «la tierra más hermosa que ojos humanos han visto» y que esta noche miraba hacia el mar embravecido.

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