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Albert Llovera, el piloto parapléjico que va por su cuarto Dakar Vida Inclusiva

Albert Llovera, el piloto parapléjico que va por su cuarto Dakar

Una grave caída cuando disputaba una competencia de esquí en 1985 le cambió la vida. Hoy está enfocado en conseguir con su camión el mejor resultado posible en una nueva versión de la competencia de rally considerada por muchos como la más relevante y dura del planeta.


En pocos días, el piloto Alberto Llovera, de 50 años, iniciará por cuarta vez la aventura de correr el rally Dakar, un desafío que por segundo año consecutivo lo tendrá compitiendo en la categoría camiones, representando a la marca checa Tatra.

Y es también un nuevo reto personal, considerando que hace 21 años quedó parapléjico durante una competencia de esquí en Sarajevo.

Está claro que su condición hace tiempo ya que dejó de ser un obstáculo y hoy está enfocado en la prueba que se correrá a partir del  2 de enero en un recorrido que se inicia en Paraguay, que tendrá sus siguientes y duras etapas en Argentina y Bolivia, para concluir el día 14 en Buenos Aires.

“Es una carrera peligrosa del primer al último kilómetro. Entre las etapas, la vida en el vivac también resulta muy complicada. Hay mucha arena y me cuesta desplazarme. Porque si en general es difícil manejarse con una silla de ruedas, en el Dakar ya ni te lo explico”, dice Llovera en una entrevista publicada en el diario El País.

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El accidente que le cambió la vida se produjo cuando un juez se atravesó en su camino cuando descendía montado sobre sus esquíes a más de 100 kilómetros por hora. Venía de participar en los Juegos Olímpicos de Sarajevo de 1984, donde consiguió no un buen resultado, sino que mucha motivación para mejorar. Y aunque el destino hizo su parte, lo que no perdió fueron las ganas de salir adelante.

“Vinieron médicos de la NASA a conocerme. Buscaban perfiles como el mío: deportistas que hubieran tenido accidentes medulares. Me llevaron primero a Houston, donde tuve entrenamientos muy duros. Después fui a Virginia, donde jugué la liga americana de baloncesto en silla de ruedas y fuimos subcampeones”.

El básquetbol sin embargo, no era lo suyo. De regreso a su natal Andorra, estudió ingeniería gráfica y se puso a trabajar, mientras su madre se dedicaba a llevarlo a cuanto curandero encontraba. Fue entones cuando comenzó a manejar constantemente un vehículo adaptado y se dio cuenta que conducía bien… y rápido.

“El esquí y el automovilismo tienen mucho en común. Los movimientos son muy parecidos, para absorber los golpes y que no te desplacen; la visión es la misma, hay que fijarse en dos o tres curvas hacia adelante, para anticipar. Pero en lugar de pesar 70 kilos, manejas una máquina de 1.200 kilos. De eso hay que ser consciente”, dice.

Para correr el Dakar utiliza un vehículo donde controla todo con las manos: el acelerador, el freno, la caja de cambios y por supuesto el volante.

Sus inicios en el rally no fueron fáciles y debió insistir mucho para conseguir una licencia. Primero compitió en la Copa Peugeot en Andorra, donde todos los participantes se medían con el mismo auto. Reconoce que al comienzo su participación fue discreta, principalmente porque temía que pasara algo que significara que le prohibieran correr. Pero alentado por su copiloto, el último día de carrera decidió jugársela y terminó ganando el campeonato.

Lo que siguieron fueron competencias para Renault, Citroën y finalmente con Abarth, la marca competición de Fiat, con la que disputó en dos temporadas el mundial de rally.

Y tras correr dos veces con un buggy, ahora su especialidad son los camiones:

¿Su receta para correr sin temor a un accidente? “Intento no darle vueltas. Me dedico a esto y está claro que tengo muchos números para que pase. En un rally siempre vas muy a fondo y para estar delante debes arriesgar (…)Creo que hay un punto de inconsciencia: cuando dejas de pensar es cuando más te diviertes”.

Y remata: “Cuando otros se arrugan, donde tengo opción de recuperar terreno”.

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