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El asombroso, revolucionario y olvidado pasado del kindergarten

El asombroso, revolucionario y olvidado pasado del kindergarten

Para el científico alemán Friedrich Fröbel el concepto de kindergarten era literalmente un jardín de niños en el que crecían y florecían, no una mera antesala del colegio. Los niños criados bajo su visión educativa revolucionaron el mundo.


Por Margaret Wertheim Directora del Institute For Figuring

Para muchos niños, el jardín de infancia suele ser una variedad de actividades lúdicas sueltas, una suerte de antesala a la escuela de verdad.

Pero en su encarnación original el kindergarten era un sistema formal inspirado en la ciencia de la cristalografía.

Durante sus primeros años, en el siglo XIX, el kindergarten se basaba en un sistema de ejercicios abstractos que tenían como objetivo inculcar en los niños pequeños la comprensión de la lógica subyacente generada matemáticamente en el Universo.

Este revolucionario sistema fue desarrollado por el científico alemán Friedrich Fröbel, cuya visión de la educación de la niñez cambió el curso de nuestra cultura, sentando las bases para el arte, la arquitectura y el diseñomodernista.

Le Corbusier, Frank Lloyd Wright y Buckminster Fuller asistieron a esos kindergártenes. Y otras personalidades que le dieron forma a la era moderna, como los artistas plásticos Piet Mondrian, Wassily Kandinsky y Georges Braque, fueron educados en un ambiente impregnado de la influencia frobeliana.

El artista plástico Wassily Kandinsky fue a uno de los kindergártenes originales.

La ciencia de la vida

Fröbel creía que la educación de los más jóvenes permitiría el florecimiento del potencial humano, pues el kindergarten era literalmente el jardín de niños, en el que los brotes humanos podían crecer y dar fruto.

Para el pedagogo, la educación de los niños era nada menos que un deber sagrado, «una requisito necesario universal» que estaba comenzando a afirmarse como un derecho natural de toda la humanidad.

No fue sino hasta finales del siglo XVIII que los niños pequeños empezaron a ser vistos como sujetos apropiados para la reflexión pedagógica sistemática. Algunos estudiosos han argumentado que la misma idea de «infancia» fue un invento de la Europa de la post Ilustración.

Friedrich Fröbel creó el concepto de kindergarten y acuñó el término en 1840.

En cualquier caso, siguiendo las novedosas ideas del educador y reformador suizo Enrique Pestalozzi, Fröbel comenzó a desarrollar un programa mediante el cual las mentes jóvenes pudieran ser guiadas y formadas.

En su obra «La educación del hombre», Fröbel expuso su misión conceptual: «El conocimiento de la vida en su totalidad constituye una ciencia: la ciencia de la vida», escribió.

La armonía de las esferas

El objetivo final del movimiento de jardín de infancia «era inculcar en los niños la comprensión de lo que una generación anterior habría llamado ‘la armonía de las esferas’ (la idea de que el universo está gobernado según proporciones numéricas armoniosas y que el movimiento de los cuerpos celestes se rige según proporciones musicales)», explica en su libro «Inventando el kindergarten» el investigador y coleccionista Norman Brosterman.

Los niños, para el pedagogo alemán, son como cristales, que empiezan como formas solitarias y van desarrollándose armoniosamente en muchas direcciones.

Filosóficamente, el kindergarten se cimentaba en la creencia de Fröbel en la unidad de todas las cosas, así como en la existencia de leyes y principios simples bajo la aparente complejidad de la naturaleza.

Desde el punto de vista de Fröbel, el cristal era la forma arquetípica de la que podríamos obtener un modelo para toda la naturaleza.

Y el niño podía ser considerado como un cristal.

El papel de la educación era guiar el desarrollo de su mente cristalina naciente de «la unilateralidad, la individualidad y el carácter incompleto» hacia «la multilateralidad, la armonía e integridad».

[cita tipo=»destaque»]»Jugar es la expresión más alta del desarrollo humano. Es la libre expresión de lo que hay en el alma de un niño»[/cita]

20 regalos

Fröbel diseñó su experiencia educativa en torno a una serie de actividades físicas y mentales, entre ellas el canto, el baile y la jardinería.

En el centro de este universo pedagógico se formalizaron ejercicios centrados en torno a un conjunto de 20 «regalos», es decir, herramientas orientadas a fomentar la exploración de la forma.

¿Cómo, por ejemplo, se podían organizar líneas o cuadrados o cubos para hacer la forma de un pájaro o una silla o un árbol, o la simetría de un copo de nieve?

El primer regalo para los niños más pequeños: seis bolas blandas para enseñarles sobre los colores, la derecha y la izquierda, y desarrollar «los movimientos de los ojos, manos, brazos y pies en varios juegos».

Así como los cristales crecen a partir de su semilla molecular, se podían ensamblar animales, plantas y edificios a partir de las unidades primitivas de los regalos frobelianos.

Cortando y plegando papel, tejiendo y posicionando bloques de diferentes tamaños, profesores y alumnos juntos podían construir el mundo.

Los ejercicios se enfocaban en hacer tres tipos de formas:

1.- Formas de la naturaleza (o la vida)

2.- Formas de la belleza (arte)

3.- Formas de conocimiento (ciencia, matemáticas y especialmente geometría)

Regalo número 20: materiales para modelar. Cera, arcilla y otros materiales eran trabajados con un pequeño cuchillo de madera sobre una superficie clara y lisa.

En el transcurso de su formación, los profesores fabricaban ejemplos de ejercicios de «trabajo de fantasía» que organizan en álbumes, progresando desde diseños simples a más complejos.

Revolución estética

Tras de la muerte de Fröbel en 1852, el kindergarten se extendió rápidamente por toda Europa y otros países del mundo como Estados Unidos, donde el primero abrió en 1873.

Para la década de 1880, Japón tenía decenas de estos jardines de infantes y el sistema se afianzó en Rusia mucho antes de la Revolución.

Llegaron hasta Cuba: esta foto fue tomada en un kindergarten en la isla en 1910.

Los defensores del kindergarten lo consideraban como una forma de lograr «un mundo más equitativo y mejor para la clase obrera».

Pero los efectos del kindergarten se sintieron por sobre todo en las áreas más artísticas.

Brosterman argumenta que los niños de la era clásica del jardín de infantes estaban «programados» para ver el mundo de una manera nueva.

En las superficies de las mesas llenas de bloques y madejas pinchadas con alfileres, estos jóvenes aprendieron a deconstruir y reconstruir el espacio de representación.

¿No se parecen a representaciones científicas de mucho después? Este es el regalo #19: las arvejas, que se remojaban durante 12 horas, y trozos de alambre de diferentes tamaños eran para «imitar formas de la vida y varias figuras geométricas». Foto: Norman Brosterman.

Fertilizado por el humus de jardín de infancia, la sensibilidad estética occidental se fue reconfigurado y, según Brosterman, la revolución visual de siglo XX puede ser vista como resultado de la evolución de este experimento educativo.

Afinidades con las bases atomísticas del kindergarten también se pueden detectar en las técnicas de digitalización de la era del computador, así como en las perspectivas estructuralistas utilizadas por Claude Levi-Strauss y Jean Piaget para entender la mente humana.

No quedan huellas

Desafortunadamente, mientras que el siglo XX estuvo permeado por los efectos frobelianos, en los jardines de infantes se fueron borrando los rastros de Fröbel.

Los profesores también aprendían y muchas mujeres en todo el mundo, deseosas de la estimulación mental en una época en la que se les negaba la educación superior, aprovecharon la oportunidad. (Imágenes gentileza de Manfi.B.)

Con pocas excepciones, lo que experimentamos hoy en la escuela infantil es una versión muy diluida de esa visión rigurosa y espiritual.

Los niños de 3 a 7 años que tuvieron la suerte de nacer en el momento y lugar adecuado para asistir a los kindergártenes froebelianos, crecieron y cambiaron el mundo.

Imagínate cuántas más revoluciones podríamos esperar si, para usar la expresión de Platón, el alma de cada niño fuera nutrida con la abundancia educativa de ese entonces.

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