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Mark Zuckerberg, Donald Trump y las políticas del poder FT Weekend

Mark Zuckerberg, Donald Trump y las políticas del poder

En el ejercicio del poder blando, las grandes compañías tecnológicas ya pueden superar a los organismos de políticos electos, no sólo en Estados Unidos sino en gran parte del mundo interconectado.


Por John Thornhil *

A principios de este año, hubo un centenar de rumores de que Mark Zuckerberg se postularía a la presidencia de Estados Unidos. Si un viejo e irritable multimillonario pudo llegar a la Casa Blanca, entonces ¿por qué no alguien de moda?

El fundador de Facebook parecía entusiasmado con la idea de embarcarse en una gira por 30 estados e iniciar una conversación con el pueblo estadounidense. Además publicó una carta abierta dirigida a los 1.800 millones de usuarios de Facebook explicando cómo la red social quería construir una “comunidad mundial”.

Tanta fue la magnitud de la especulación, que Zuckerberg se vio forzado a negar cualquier tipo de interés en el sillón presidencial. Pero quedó dando vueltas una pregunta: si alguna vez él cambiara la administración de Facebook por la de la Casa Blanca, ¿estaría ganando o perdiendo poder? Si eso nos deja pensando, seguramente es un indicador de cuánto está cambiando el sentido de poder en nuestro mundo interconectado.

En términos de poder duro, no cabe duda que la presidencia de Estados Unidos es incomparablemente más fuerte. El presidente encabeza al poderoso ejército estadounidense y tiene su dedo puesto en el botón nuclear.

Pero, la mayoría de las veces, la habilidad de persuadir, en lugar de obligar a las personas, tiene más peso. Esto, a su vez, depende de la capacidad de reunir, analizar y usar información de los ciudadanos y empujarlos hacia ciertas acciones.

En el ejercicio del poder blando, las grandes compañías tecnológicas ya pueden superar a los organismos de políticos electos, no sólo en Estados Unidos sino en gran parte del mundo interconectado.

Desde la época del libro Domesday, los gobernantes han estado obsesionados con llevar la cuenta del patrimonio de sus súbditos, y con la llegada de la democracia, obsesionados con entender su mentalidad.

Hoy en día, las tendencias de Facebook y Google pueden obtener acceso a las cabezas de los sufragantes más fácilmente que los políticos. Las compañías tecnológicas están rastreando nuestras necesidades, deseos, ambiciones y temores en tiempo real, y si están lo bastante interesados, tienen la capacidad de configurarlos.

Este cambio de equilibrio de poder, fue el tema de una dinámica conferencia en la universidad de Cambridge que reunió hace pocos días a científicos, políticos e informáticos. En una de las discusiones se planteó que los actuales titanes de la tecnología se parecen a los rockefellers y carnegies de tiempos pasados. Ellos son las temibles máquinas lucrativas que están reescribiendo las reglas de la competencia del mercado, aventajando a los reguladores e intentando influenciar la agenda política.

Colectivamente, la industria tecnológica ha surgido como la mayor fuerza de presión empresarial en Washington.

“Las compañías tecnológicas están haciendo lo que las compañías de aceite y acero han hecho durante décadas, pero ellos tienen un aura que los rodea”, indica Lawrence Quill, profesor de ciencias políticas de la universidad estatal San José en California.

Los votantes liberales pueden incluso considerar este centro de poder alternativo como algo bueno, así como los disturbios que genera el presidente Donald Trump en Washington. La industria tecnológica de enfoque internacional, bien podría actuar como una especie de contrapeso a la introspectiva del nativismo, visto tanto en Estados Unidos como en Inglaterra.

Pero en otros aspectos, los titanes tecnológicos son bastante diferentes de los ladrones capitalistas del siglo XIX. Ellos han manifestado públicamente sus ambiciones que van más allá de producir dinero y están extendiendo su alcance hacia diferentes áreas, como transporte, salud y educación. Su influencia se está volviendo omnipresente tal como nuestras instituciones delegan progresivamente los poderes de decisión a sistemas de maquinarias.

Para sus críticos, las compañías tecnológicas son tanto un problema como una solución. Han estado habilitando operadores virtuales de opinión, mientras que inhabilitan a los que dicen la verdad dándoles igual acceso a sus plataformas.

Han mermado a los modelos empresariales de las empresas de comunicación, dependientes de la publicidad, que presentan noticias serias en vez de sensacionalistas. Dirigen tomas regulatorias e intelectuales creando un “Truman Show de ideas”.

Una forma de poder también puede interferir en otra. Quizás el escenario más desconcertante es lo que sucede cuando los regímenes de la política regresiva adoptan estas nuevas tecnologías.

Ron Deibert, director del Citizen Lab de la Universidad de Toronto, dice que las primeras esperanzas de que Internet pueda potenciar la sociedad civil y debilite el autoritarismo han resultado ser equívocas. En todo caso, se está probando lo contrario, como se puede ver por todo el Medio Oriente y China, donde la tecnología está siendo utilizada para socavar la sociedad civil. «Este es un modelo muy atractivo para los gobiernos de todo el mundo», comentó.

Eso puede ser el equivalente del señor Zuckerberg gobernando tanto Facebook como la Casa Blanca. ¿Es allá hacia donde se dirige nuestro planeta?

* Traducido por Cindy Navarro, Traducción Inglés Español Universidad Arturo Prat de Iquique (UNAP).

 

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