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Ciberseguridad y competencia desleal, los nuevos desafíos de los robots

Ciberseguridad y competencia desleal, los nuevos desafíos de los robots

Los robots están saltando de la ciencia ficción a la realidad cotidiana y los expertos en tecnología pronostican que los seres humanos pronto viviremos rodeados de inteligencia artificial: las máquinas cuidarán a los ancianos, atenderán a los enfermos y conducirán los coches.


El desembarco de los autómatas en nuestra sociedad plantea muchas incertidumbres, tanto en el ámbito de la ética o del empleo como en el de la seguridad, pues los piratas informáticos podrían utilizar lo que hoy son amigables humanoides de ojos grandes y formas redondeadas para convertirlos en armas letales contra sus propios dueños.

«La inteligencia artificial se puede utilizar de forma muy poderosa para defendernos de las amenazas pero, al mismo tiempo, los malos pueden penetrar en ellas», explicó a Efe en el Festival Digital de Bruselas el experto en tecnología de la consultora Accenture Allan Haughton.

El asesor británico en seguridad de los objetos conectados apunta que «actualmente, las máquinas solo hacen las tareas para las que están programadas», de forma que «los piratas solo pueden explotarlas si los humanos cometen errores (…) al programarlas o al utilizarlas». Es decir, que las máquinas son vulnerables porque los humanos que las fabricamos somos vulnerables, prosiguió Haughton. «Pero la inteligencia artificial es un área fascinante porque las máquinas serán capaces de aprender, de descubrir amenazas y compartirlas con otras máquinas. Es un arma de doble filo», resume.

Lejos de ser hipotética, esa amenaza se concretó de forma masiva el año pasado a través del ataque informático Dyn, en el que los piratas se sirvieron de ordenadores domésticos y aparatos conectados para multiplicar el poder de su ciberatentado.

La maniobra afectó a buena parte de internet en Estados Unidos y a empresas de internet como Twitter o Reddit, de comunicación como Spotify o WhatsApp, de seguridad como Paypal o medios de comunicación como The New York Times. «Potencialmente, podría ocurrir de nuevo y tenemos que defendernos», añadió Haughton, quien tampoco descartó que los cibercriminales puedan alterar dispositivos médicos como marcapasos o prótesis electrónicas. «En teoría es posible, pero es poco probable. No obstante, las instituciones médicas generalmente son las peor financiadas», agrega el experto.

Y cita el ejemplo del ciberataque internacional del virus WannaCry lanzado este mismo mes y que afectó, entre otros, a la estructura sanitaria del Reino Unido, equipada con ordenadores basados en un sistema operativo de Microsoft de 2001 que dejó de recibir actualizaciones de seguridad en 2015.

«Tenemos que elevar el nivel de conciencia general sobre la ciberseguridad» en lo que debería ser «una responsabilidad compartida» entre los fabricantes tecnológicos, los poderes públicos, el sector privado y los hogares particulares, añade.

El consultor en ciberseguridad y estandarización Franck Boissiere, empleado del sector privado tras 25 años trabajando para la Comisión Europea, comparte la misma visión de que en la tecnología «la dimensión humana es esencial».

Y subraya la necesidad de «que todo el mundo tenga más conocimientos y sea más consciente del entorno tecnológico» en el que vive.

Esa dimensión humana referida a la tecnología de la que habla Boissiere, además de ayudar a la sociedad a protegerse mejor contra las nuevas formas digitales de criminalidad, también permitirá que las personas salgan victoriosas de la competición contra los robots que se avecina, resume la socióloga digital Lisa Talia Moretti.

En su ponencia «El hombre contra el robot. Última llamada para embarcar, querido humano» en el Festival Digital de Bruselas, la investigadora animó a sus semejantes a que aprovechen las cualidades que nos diferencian de las máquinas en vez de intentar procesar datos como los «cerebros» elaborados con chips para combatir la competencia desleal de la inteligencia artificial.

«Estamos tan mezclados con las máquinas que olvidamos dónde acaban ellas y dónde empezamos nosotros» y «nos hemos colocado ante la amenaza de intentar convertirnos en máquinas», explicó Moretti.

Sin embargo, nuestro verdadero talento reside en «resolver problemas desestructurados» utilizando las capacidades de las que carecen los robots: la exploración del entorno, la evaluación de la situación a través del pensamiento crítico y la capacidad de adaptar nuestro comportamiento de manera creativa para superar un obstáculo.

«Ser seres humanos es algo que se nos da muy bien», concluyó.

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