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¿Merece verdaderamente el Malbec argentino su propia copa?


“Imagine al vino como la música”, dice Georg Riedel, responsable de la famosa cristalería que lleva el nombre de su familia. “Somos fabricantes de instrumentos. No escribimos la partitura; somos los amplificadores”.

Estamos en el consulado argentino en Nueva York para un taller de cata destinado a ver qué forma de copa “amplifica” mejor el sabor a baya oscura y rica con matices violáceos y taninos aterciopelados del sumamente popular malbec.

La primera copa en la historia para exhibir el tinto característico de Argentina hará su debut el 1 de abril, justo a tiempo para el Día Mundial del Malbec el 17 de abril.

¿Es algo que el mundo necesita?

La bodega argentina Graffigna considera que sí. Encargó a Riedel que pensara el diseño dándole la exclusividad durante un año para utilizarla y venderla.

Hacer diseñar especialmente una copa por Riedel implica convertirse en un rito de iniciación para una bebida, una manera de anunciar que por fin ha llegado un estilo de vino o varietal. La bodega canadiense Inniskillin, por ejemplo, se asoció en relación a una copa para el vino helado en el año 2000 con el fin de elevar la imagen de esa categoría.

Como todo el mundo sabe, el malbec argentino es un gran éxito. Según un informe encargado por Wines of Argentina, el crecimiento anual de las ventas estadounidenses de malbec mantuvo una constante de dos dígitos desde 2004 hasta 2011, y desde 2007 hasta 2012, el número de cajas exportadas a los Estados Unidos aumentó más del doble.

El padre de Georg Riedel inició la locura por las copas específicas para varietales en 1958, cuando su diseño para su Borgoña grand cru fue inmediatamente aclamado por la crítica. Transcurridos cuarenta y cinco años, la cartera de la empresa incluye 29 formas diferentes.

Uvas deseables

La idea es usar la forma y el tamaño del cáliz de la copa para realzar las características más deseables de una uva.

“Todo es cuestión de ingeniería”, dice Riedel, de 64 años, que luce una chaqueta negra cruzada con seis botones y una camisa a rayas, ambas prendas diseñadas por él mismo. “Se relaciona en primer lugar con el olfato. El olor crea el sabor”.

Mientras Riedel describe sus teorías sobre el vino y la cristalería, hablando de la importancia del grosor de la piel de una uva, yo me siento bastante escéptico.

Los experimentos científicos han demostrado que un vino servido en una copa de cristal con pie se considera generalmente superior al mismo vino servido en un vaso de bar.

Muchos estudios han puesto en ridículo la idea de que la forma del vaso realza significativamente los sabores de un vino, y sugieren que las percepciones de diferencias son meramente psicológicas, basadas en la expectativa.

Pruebas relativas al sabor

Maximilian Riedel, el hijo de Georg, de 35 años, que asumirá como presidente de la empresa en julio, describe el proceso de seis meses que llevó a las seis copas definitivas en nuestra alineación: las pruebas relativas al sabor en Riedel, con sede en Kufstein, Austria, y luego múltiples catas en Argentina con el equipo de producción de vinos de Graffigna.

Dado que malbec fue en un tiempo la principal uva en el Bordeaux, probaron copas de cabernet –y rápidamente las eliminaron a todas.

“Los restaurantes argentinos sirven casi siempre el malbec en una copa de cabernet”, dice Federico Lleonart, embajador global de Graffigna. “Descubrimos que era la peor opción”.

Georg Riedel se estremece y agrega: “El malbec tiene mejor sabor en un vaso de plástico que en una copa para cabernet”. Yo lo dudo.

¿Coincidirán 10 críticos de vinos en que la forma definitiva elegida por los Riedel y el equipo de producción de vinos de Graffigna es la mejor?

Antes de sentir el aroma y beber un sorbo, Riedel nos aconseja: “Esta es una degustación muy emocional, su paladar y el vino. Nada más”.

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