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Mujer denuncia acoso sexual en bus interurbano: «Me sentí avergonzada, tonta, ridícula y nerviosa» La profesora de Matemáticas acudió a la PDI

Mujer denuncia acoso sexual en bus interurbano: «Me sentí avergonzada, tonta, ridícula y nerviosa»

Alejandra Valle
Por : Alejandra Valle Periodista, porteña. Conductora de televisión, editora de revistas, con un largo currículum en diversas plataformas de información. Directora en www.elmostrador.cl/braga @siliconvalle
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Nuevamente las redes sociales se transforman en el único lugar donde las personas que son acosadas sexualmente en la calle encuentran un alivio. Esta vez fue una profesora, quien tras ver cómo un hombre se masturbaba mirándola fijamente en el asiento frente a ella durante el viaje Santiago-Las Cabras, lo grabó y denunció al auxiliar, quien lo dejó bajar en la mitad de la carretera y al final del viaje le pidió «disculpas por las molestias» a la afectada.


Mientras las Ley Contra el Acoso Sexual Callejero siga descansando en El Congreso, las mujeres y hombres que sufren situaciones que se catalogan dentro de ese espectro continuarán haciendo sus denuncias a través de las redes sociales.

Es lo que pasó con una profesora de Física y Matemáticas de la Universidad de Chile, quien el día viernes en la mañana pasó por lo que ella calificó como «uno de los momentos más desagradables que recuerde» en el interior de un bus Santiago- Las Cabras.

Nos contactamos con Pía Aravena, quien estaba en ese instante en la PDI y nos autorizó a usar su «funa» por Facebook, la que se atrevió a hacer por varias razones que ella misma describe en su escrito: «No pretendía hacerlo porque es una exposición incómoda, pero entendí que esto NO PUEDE AVERGONZARME A MÍ. Además, es un ¡deber! visibilizar y denunciar a estos gallos, y es necesario hallar sus datos de alguna forma. Soy profesora. No quisiera que este tipo se lo haga a un/a adolescente o un/a niño/a. Si yo, siendo mayorcita y con carácter, me sentí desprotegida e indefensa, ¡imagine a sus hijo/as o a sus hermano/as menores! Segundo, qué falta de humanidad, empatía y colaboración de las personas, por la cresta. Entiendo que pueda aterrar enfrentar a un enfermo, pero ni cuando el tipo se bajó recibí apoyo de alguien. La rabia, la impotencia y la repugnancia por el gallo se sumó a la pena de no sentirme apoyada (y a la vergüenza). Tercero, cuático que haya tenido que guardarme el asco y la degradación grabándolo, sólo para tener pruebas y evidencia para enfrentarlo».

Entonces comenzó a recibir el apoyo que nadie en el bus se atrevió a darle. «No imaginas los cientos de mensajes que he recibido de mujeres que han pasado cosas así, y que también nadie las ayudó», cuenta. Y agrega que ya está asesorada por dos abogados, quienes, por ejemplo, le aconsejaron bajar el video que Facebook consideró porno y que por esa razón habían bajado su primera publicación (la segunda, por consiguiente, la hizo sin video): «La idea es que esto no quede como ‘daño a la moral y buenas costumbres’, como está tipificado. Una señora me dijo que a su hija el mismo gallo la acosó en otro bus, y me dijo que me prestará declaración cuando sea necesario».

Mientras Pía sigue adelante con los trámites y esperamos seguir informando de cómo evoluciona este caso, les dejamos la denuncia que es pública en su Facebook y algunas de las fotografías que la acompañan, y que dan cuenta de la necesidad de que exista una Ley de Acoso Sexual Callejero. Al menos, así lo explicó María Francisca Valenzuela, fundadora del Observatorio Contra el Acoso Callejero (OCAC), a El Mostrador Braga: «Por no haber legislación pertinente, no haber buenos marcos normativos, sucede esto, que al final ellas sienten refugio en las redes sociales, en un accionar que muestra lo cojo que tenemos al nivel de protección legal a las mujeres en casos de violencia sexual. No hay ley de acoso callejero, está durmiendo en el Senado hace mucho tiempo, por lo tanto los procedimientos son inadecuados».

«Me largué a llorar como pocas veces»

Ya que Facebook insiste en eliminar mi publicación por contenido pornográfico, dejaré las fotos del tipo acá. El video no será publicado.
(Republicado)
Queridos amigos:
El día viernes viví uno de los momentos más desagradables que recuerde. ¿Por qué lo comparto? Porque quisiera averiguar el nombre de este viejo cerdo y tomar todas las medidas necesarias para evitar que a alguien más le vuelva a ocurrir, me cueste lo que me cueste (abogados, plata, tiempo):
Hoy iba en el bus Santiago-Las Cabras de las 07:15 horas de la empresa Buses Tacoha, patente JKTZ-15.
Cuando cerca de las 09:00 hrs, quedando alrededor de 15 personas en el bus, un tipo que iba sentado más atrás se quedó parado en el pasillo, junto a mí. Yo iba leyendo y no me llamó la atención, ya que pensé que se dirigía hacia adelante para bajar del bus. Sin embargo, al rato, se sentó en el asiento de al lado mío, cruzando el pasillo y reclinó su asiento, por lo que no podía ver su cara. Noté que constantemente se movía, así que lo observé y vi que se estaba manoseando la entrepierna. Pensé incluso que se podía estar acomodando las bolas, así que seguí leyendo. Sin embargo, de reojo se veía que movía sus piernas. Me di vuelta y lo vi directamente. El tipo se seguía tocando y me observaba fijamente con cara de califa. Lo miré feo y seguía, como si quisiera que lo estuviera observando.
Ahí quedé paralizada. Los que me conocen saben que no acostumbro a quedar callada, pero en ese momento no me salió el habla. Pasaron algunos minutos. No sabía qué hacer.
Volví a mirarlo para que dejara de hacerlo, por último por vergüenza, pensé, pero no. Seguían sus ojos de mierda sobre mí.
Pensé cambiarme de asiento y atreverme a decirle un par de chuchadas, pero también pensé que debía tomar mis resguardos en caso de que me dejara de mentirosa o de loca en público, por lo que decidí grabarlo. ¡Temí enfrentarlo sin pruebas!
Lo grabé unos segundos muy asustada, y tomé mis cosas para cambiarme de puesto. Cuando me levanté (y él seguía en eso) le dije: «cerdo, esa hueá no se hace», y se lo dije piola, por temor a hacer el ridículo. El gallo se rió y me gritó: «qué cosa, loca, ridícula». Le respondí: «eso, po, estarte tocando el pene, viejo cochino». Ahí los pasajeros del bus comenzaron a mirar. Caminé unos asientos adelante, mientras él me trataba de enferma y loca, y cuando me sentí «más segura» le grité, con el celular en mano: «Te tengo grabado». Ahí el gallo puso cara de urgido y se acercó hacia mí para quitarme el celular de las manos. Alguien en el bus gritó «¡que no se acerque a ella!» (este fue el acto más heroico que alguien del bus hizo por mí).
En ese segundo llegó el auxiliar del bus y le conté lo que pasó, temblorosa y llorando. Me sentí protegida. Le mostré los videos con el gallo a un metro de distancia, y el auxiliar dijo «pero caballero…». Eso fue todo.
El tipo comenzó a gritar que se iba a bajar para llamar a los pacos por loca, y le dije que por favor lo hiciera, para que se fuera preso por depravado. El auxiliar acompañó al gallo hacia adelante, y estuvo unos segundos ahí, donde va el conductor. Al rato el bus se detuvo y el tipo se bajó en medio de la carretera.
Yo quedé ahí, sola, con el celular en la mano sintiéndome avergonzada, implorando apoyo sin decirlo. Algunos me observaron y otros miraron hacia la ventana.
Ahí me largué a llorar como pocas veces. Continué mi recorrido entre sollozos, sintiéndome avergonzada, sola, tonta, ridícula y nerviosa. Por unos segundos sentí arrepentimiento. Tal vez debí callar, o tal vez debí cambiarme de puesto en silencio.
Cerca de llegar a mi destino, un caballero me habló y me dijo: «era obvio que el gallo lo hizo, si se bajó rapidito y urgido en medio de la nada, pero ¿sabe qué, mijita? No saca nada con tratar de hacer algo, si deja constancia no sirve para nada, y para poner denuncia, necesita sus datos».
Al bajar del bus en el terminal de San Vicente de TT, sintiéndome nuevamente observada y avergonzada, el auxiliar me dijo «disculpe por las molestias». ¡Disculpe por las molestias, po!
Más tarde, cuando pude contactarme con mis cercanos y compartir la evidencia, pude calmarme e interiorizar sus reflexiones.
Primero, hay que funar a este gallo. No pretendía hacerlo porque es una exposición incómoda, pero entendí que esto NO PUEDE AVERGONZARME A MÍ.
Además, es un ¡deber! visibilizar y denunciar a estos gallos, y es necesario hallar sus datos de alguna forma. Soy profesora. No quisiera que este tipo se lo haga a un/a adolescente o un/a niño/a. Si yo, siendo mayorcita y con carácter, me sentí desprotegida e indefensa, ¡imagine a sus hijo/as o a sus hermano/as menores!
Segundo, qué falta de humanidad, empatía y colaboración de las personas, por la cresta. Entiendo que pueda aterrar enfrentar a un enfermo, pero ni cuando el tipo se bajó recibí apoyo de alguien. La rabia, la impotencia y la repugnancia por el gallo se sumó a la pena de no sentirme apoyada (y a la vergüenza).
Tercero, cuático que haya tenido que guardarme el asco y la degradación grabándolo, sólo para tener pruebas y evidencia para enfrentarlo.
Eso…
… Y debí seguir mi día, con mis responsabilidades y actividades, con la cara de que nada había pasado.
PD1: tengo antecedentes de este viejo haciéndoselo a otras chicas. Me estoy organizando con una mamá.
PD2: Gracias por las palabras de apoyo..!!!!
PD3: Para quienes dicen que por qué no hablé en el bus, por favor leer, sí se hizo. Y por qué no he denunciado, porque necesito datos. Sin datos, no se puede hacer nada, salvo constancia.
PD4: Esta línea de buses no registra datos de los pasajeros.

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