Publicidad
Especial 14 de febrero de Mauricio y Beatriz: Contigo… ¡¡¡hasta el último suspiro!!! Historias de sábanas

Especial 14 de febrero de Mauricio y Beatriz: Contigo… ¡¡¡hasta el último suspiro!!!

Conti Constanzo
Por : Conti Constanzo Descubrió su pasión por los libros de pequeña, cuando veía a su abuelo leerlos y atesorarlos con su vida. Cada ejemplar de su biblioteca debía cumplir un único requisito para estar ahí: haber sido leído.
Ver Más


Cansada, agotada, pero sobre todo exhausta llego a mi departamento. La primera en recibirme con un “miau” demasiado agresivo para mi gusto es Soledad. Imagino que tiene hambre así que voydirecto al tarro donde guardo su comida.

Maldición, no le queda nada, y esta gata a pesar de ser recogida en la calle, o de la Vega, no come cualquier cosa. Me acuerdo de todos los antepasados del animalito y camino a mi dormitorio esquivándola porque ella aún enojada se pasea entre mis piernas, impidiéndome el avance.

-¡Córtala, Soledad! -le grito. Creo que me estoy volviendo loca y de las de verdad, además de todo ¡hablo con un gato!

Vamos bien, Beatriz Andrade, mañana mejor, y en un par de años seguro directo al “Opendor”. Solo espero que me den una habitación con vista al cerro y las locas de mis amigas queden en las habitaciones del lado. Al menos así me podré reír.

Cansada me tiro en la cama, riendo de las estupideces que se me ocurren, pero rápidamente algo cambia, algo pasa y me quedo en silencio.

Afuera está helado, incluso el viento me enreda el pelo. La calle está a oscuras y al mirar la luminaria veo que está apagada.

«¿Qué acaso la gente de la municipalidad juega al luche todo el día que no se da cuenta?», pienso y sigo caminando. De pronto, frente a mí, veo a un hombre, me cuesta verle la cara, la niebla que no sé de donde salió hace que aparezca y desaparezca en cosa de segundos, incluso parece un fantasma.

Con un valor que no sabía que tenía me acerco y escucho:

-Llevo un buen rato esperándote, Beatriz.
-¿Mauricio? -pregunto alucinando al verlo estacionado.
-Así supongo que me dicen, o Mauri -menciona desafiándome con su gélida mirada.

Y sin decir ni media palabra, abre la puerta, no sé si me indica o me ordena que me suba. Justo cuando estoy por retroceder un paso, no sé cómo él sujeta de mi mano llevándome hasta su auto. Intento zafarme, pero no puedo. Imposible.

Con la rabia que ya me está dando al sentarme le suelto todo lo que tengo atragantado:

-¿Me puedes decir qué estás haciendo aquí?, si no te he visto hace tantos días.
-Así que cuentas los días -murmura mirando hacia delante. No me pongo el cinturón y él tampoco me lo ordena, y como estoy enojada, prefiero seguir discutiéndole.
-No cuento los días –miento con descaro.
-Pues así lo parece, Beatriz. Y aquí estoy haciendo lo que quieres, lo que tú necesitas. ¿No es así?
-Estoy… estoy confundida.

Lo veo tomar aire, apretar las manos al volante hasta que sus nudillos se ponen blancos, y es ahí que con una voz de ultratumba me empieza a hablar:

-A pesar de todo, quiero estar contigo.
-¿A pesar de qué? –pregunto a cada segundo más confundida. Pero ni caso me hace, pasa la mano por mi espalda y acaricia mi nuca.
-Me gustas tanto, y a pesar de todo quiero follar contigo, ¿eso sí lo entiendes?

Nada del frío que sentía antes siento ahora, es más, al escuchar esa palabra que odio tanto, mi cerebro solo se queda con el concepto “follar” ¡Y no me importa!

-Por supuesto que lo entiendo. Pero si quieres, tiene que ser ahora y en mi casa. Eso tú… ¿lo entiendes? -le suelto con un desparpajo demasiado extraño incluso para mí. Pero mando ese pensamiento para algún recóndito lugar en mi mente, uno que no me recrimine ahora. ¡Vivan las románticas!
-Comprendo -me dice aún sin mirarme, pero con una voz cargada por el deseo-. Abróchate el cinturón. Cuando lleguemos a tu departamento voy a follarte hasta que pierdas la noción del tiempo.

¡¡Csm!! Solo con escucharlo mí entrepiernas se humedece, y a pesar de que sé que me estoy comportando algo diferente, no voy a dejar que nada me martirice ahora.

Conduce como un loco, tanto él como yo sentimos una urgencia inexplicable, incluso se pasa el rojo del semáforo y ni siquiera me importa, y claro. Mucho menos a él.

Cuando se estaciona, ni siquiera abre mi puerta, solo camina hacían el lobby y me extraña que todo esté tan vacío, pero dejo de pensar apenas llega el ascensor, y en menos de un segundo Mauricio está sobre mi devorándome los labios y su mano hurgando bajo mi blusa, en tanto yo respondo feliz a su asalto. De un momento a otro en estas cuatro paredes solo se escuchan gemidos.

Cuando las puertas se abren, como podemos llegamos hasta mi puerta, al abrirla el silencio y las luces apagadas nos invaden, ni siquiera un miau escuchamos.

Una vez dentro de la habitación, ambos perdemos la cordura, y con dificultad nos desvestimos el uno al otro. Me empuja no sé si con suavidad a mi cama, pero me encanta. Se queda observándome desnuda, sin decir nada, como si estuviera pensando por dónde empezar. Me estoy excitando con solo mirarlo delante de mí, Mauricio únicamente está con sus bóxer, y no sé porque siento como si esta fuera nuestra primera vez… cosa que claramente no es.

-Eres increíble -murmura ronco sin siquiera tocarme-. Haré que pierdas todo el control.
-Hazlo -digo y no sé de dónde proviene este total desparpajo de mi lengua, supongo que de mi calentura. No siento ni siquiera pudor, es más, quiero que me vea y disfrute con mi desnudez.

Nos miramos a los ojos, no puedo leer lo que dicen, pero lo que sí sé es que lo quiero.

-Mauricio, por favor, no necesitamos más preámbulos -le digo en un jadeo ahogado, necesito sentirlo, ¡pero ya!

Como si fuera un ser obediente que no es, se pone encima, mis piernas se abren gustosas para recibirlo, incluso siento su sexo justo en mi entrada…pero nada, no sucede nada.

-¿Por qué te detienes?- quiero saber apretando sus glúteos para acercarlo, pero claramente su fuerza es mayor a la mía y lo impide.
-Pídemelo, por favor -responde tan lento que me excita aún más, ¡cómo si eso fuese posible!
-No me estás haciendo ningún favor -sonrío levantando mis caderas.
-Hazlo -me ordena- . Si no lo haces, no voy a follarte, Beatriz. Repite después de mí. Fóllame, Mauri.

Abro los ojos alucinada, ¡Mauri! ¡¿Quiere que yo le diga Mauri?!

-Ahora -repite enajenado como si fuera otra persona.
-Por favor, Mauri –ruego tragándome mi orgullo-, hazme el amor…
-Te voy a follar ahora, Beatriz -me corta con una sonrisa digna de un cabrón con experiencia, y sin dejar de mirarme, introduce su pene lentamente mientras me voy adaptando a él.
-Ni te imaginas cuánto he deseado esto -confieso- , hasta he soñado estar entre tus brazos -susurro en sus labios, lamiéndoselos y mordiéndoselos al mismo tiempo.

¡¡Dios!! Estoy en el séptimo cielo cuando se empieza a mover tan acompasado que parece una verdadera tortura. Me gusta, me encanta, me vuelve absolutamente loca, el deseo le gana a mi cordura y mi cerebro deja de funcionar. Solo me dedico a sentir sus labios exigentes y húmedos que me están reclamando por completo.

De pronto, se acaba la suavidad, entra y sale de mi interior dejándome un vacío que necesito que vuelva a llenar en tanto ahora deja de besarme, ahora lame mi cuello desesperándome porque quiero sentir sus labios sobre los míos.

Todas las terminaciones de mi cuerpo están sintiendo algo, y estoy absolutamente segura de que no me está haciendo el amor, me está follando con todas sus letras, porque esto es solo sexo y del duro. Incluso mi cama está sufriendo las consecuencias, solo espero que los vecinos de abajo estén en algún otro lado.

-Contigo pierdo el control -reconoce mordiéndome el cuello, no me quejo solo para no arruinar el momento, pero me duele.

Estamos como dos conejos moviéndonos de prisa, porque yo no me quedo atrás, mis caderas vuelan para no dejar de sentirlo, acelerando el ritmo tanto como si estuviera corriendo una maratón a punto de alcanzar la meta.

Cierro los ojos para concentrarme porque estoy a punto de romper la cinta y escucho:

-Abre los ojos, quiero que acabes mientras me miras y no te olvides jamás de lo que ves. Córrete ahora para mí -me ordena y sus palabras producen una sensación tan extraña que en cosa de segundos convulsiono ante el placer. Es tanto lo que siento que incluso veo hasta borroso, pero si siento como lame mi oreja y un rasguño me alerta.

Vuelvo a abrir los ojos, y al hacerlo veo sobre mí una bola de pelos. Me siento tan rápido que me mareo, miro para todos lados y me doy cuenta que me encuentro completamente sola.

Mi corazón se acelera tanto que apenas logro comprender lo que acaba de suceder.

¡Todo, pero todo esto ha sido un maldito sueño!

Cojo a Soledad y la aprieto contra mi pecho.

-Lo extraño tanto -murmuro mientras una lágrima rueda por mi mejilla. Y como si por primera vez Soledad solidarizara conmigo, se pone a ronronear.

Mis esperanzas de que todo hubiera sido real se esfuman como agua entre los dedos, y no es una canción de la vieja ola, sino que es mi dura realidad. Yo alejé a Mauricio y él jamás sabrá ni siquiera el por qué.

Suspiro y me encojo todavía más, quiero volver a soñar que estoy envuelta entre sus brazos, y si fuese posible, por favor, por favor que me bese una vez más…

Publicidad

Tendencias