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Cambio de paradigma en STEM: cómo las niñas científicas están liderando la discusión para lograr la igualdad en tecnología, ingeniería y matemáticas BRAGA Créditos: Foto de ThisIsEngineering en Pexels

Cambio de paradigma en STEM: cómo las niñas científicas están liderando la discusión para lograr la igualdad en tecnología, ingeniería y matemáticas

Humillación, hostigamiento y subestimación de sus capacidades. En todo el mundo, el sexismo y los estereotipos de género siguen siendo parte del entorno escolar, académico y laboral; la baja presencia femenina en las disciplinas STEM (ciencia, tecnología, ingeniería y matemáticas) pone en cuestionamiento qué es lo que sucede en antes, en el colegio. Es por esta razón que durante el mes pasado, el Ministerio de Ciencia y Tecnología le dio la palabra a 133 estudiantes de todo el país para ser parte de la Primera Política de Igualdad de Género. Las mismas niñas que alguna vez fueron marginadas y menospreciadas por el entorno, hoy están colaborando con el Estado para alentar a sus compañeras a seguir ese camino y eventualmente, cerrar la brecha de género.


La estudiante de Licenciatura en Física Carolina Pino (22) y bachiller en ciencias siempre se consideró a sí misma una joven curiosa y amante del conocimiento. Su pasión por las matemáticas se mantuvo en el tiempo, aunque en el colegio la hayan hecho sentir incapaz.

“Durante la enseñanza media, especialmente en primero y segundo medio, tuve que lidiar constantemente con comentarios de profesores y compañeros quienes ponían en duda mis capacidades y conocimientos, hasta el punto de afectar mi rendimiento escolar, donde también se comenzó a manifestar mi trastorno de ansiedad”, declara.

El profesor de la materia la dejaba sentada sola, no le permitía ingresar a todas las clases y cuando ella desarrollaba bien los ejercicios, la ponía en duda frente a todo el curso. Todo esto le afectó psicológicamente: “Mi desempeño en esa asignatura bajó bastante y me afectó en la percepción de mis capacidades, de si realmente soy tan buena en lo que hago o no. Incluso, aún hay veces que me cuesta confiar en lo que sé”, afirma la joven científica.

Explica que nunca supo si esto sucedió porque él tenía algo en su contra o algún problema personal, o porque simplemente era una niña, porque según ella, no pasaba lo mismo con sus compañeros hombres.

Recientemente fue elegida por la Universidad de Harvard para participar en el Crossroads Emerging Leaders, un programa que busca potenciar las capacidades de estudiantes talentosos de todo el mundo para que tengan un futuro laboral brillante. Un logro que alcanzó gracias al apoyo de la organización Tremendas, que la ayudó a confiar en sus capacidades y hoy está siendo crucial, junto a Amuji (Asociación de las Mujeres Jóvenes por las Ideas) otros colectivos más en el proceso de elaboración de la Primera Política de Igualdad de Género: están trabajando codo a codo con el Estado.

La estudiante pretende especializarse en la Astrofísica y las Ciencias Planetarias en un futuro cercano, un terreno donde la presencia masculina sigue siendo predominante.

La experiencia de Carolina no es un hecho aislado. Su historia se repite incansablemente: más niñas en Chile y en el mundo han pasado por lo mismo. De igual manera, ella forma parte del bajo porcentaje de mujeres que actualmente están optando por una carrera STEM.

Aún persisten distintas formas de violencias –que van desde lo imperceptible hasta lo evidente– dentro de contextos de estudio y trabajo en estas disciplinas en todo el mundo. Las barreras en forma de prejuicios y estereotipos se mantienen presentes a lo largo de su carrera.

Según la Unesco, la igualdad de género en STEM “es la base” para alcanzar los 17 Objetivos de Desarrollo Sostenible de la Agenda 2030. Solo el 28,8% de los investigadores del mundo en 2018 eran mujeres, según cifras del Instituto de Estadística de la Unesco (UIS).

Mujeres en la ciencia: la situación de Chile y el mundo

En el caso de nuestro país y según datos recogidos por el CONICYT puede ser alentador que el 51% de los matriculados totales en una carrera universitaria son mujeres. Sin embargo, la participación de ellas en la ciencia llega al 22%.

En relación a las posiciones de liderazgo, la presencia femenina continúa siendo baja: solo un 34% de los investigadores son mujeres, según información de la “Radiografía de género en ciencia, tecnología, conocimiento e Innovación” publicada este año.

Y lo mismo es lo que sucede incluso dentro de STEM, donde se puede observar un sesgo dentro de las mismas carreras tecnológicas, de las más estudiadas en Chile. En 2017 solo un 2,4% de los matrículas de ingeniería en electrónica fueron mujeres, mientras que en ingeniería civil bioquímica alcanza el 62,7%:

Entretanto, la cantidad de mujeres graduadas en ingeniería pertenecientes a los países de la OCDE –incluido el nuestro– es menor que el promedio mundial: Francia con un 26.1%, Australia (23.2%), Estados Unidos llega al (20.4%), Corea (20.01%) Canadá (19.7%), Chile (17%), Suiza (16.1%) y Japón con un 14%.

En relación a las ciencias básicas, son la física, la astronomía y matemáticas áreas con presencia mayor de hombres, mientras que la participación femenina en la bioquímica, química y biología supera el 50%, según los datos del Sistema de Educación Superior (SIES) recolectados por Comunidad Mujer.

En 2019 el Estado de Chile decidió hacer algo al respecto. Se implementó la metodología SAGA, (STEM and Gender Advancement) un proyecto de la Unesco encargado de levantar cifras valiosas con el objetivo de guiar a los creadores de políticas públicas a tomar las decisiones más idóneas.

Para comprender mejor la situación, el Ministerio de Ciencia ha estado trabajando junto a un grupo de mujeres jóvenes y niñas para generar políticas eficientes y así cerrar la brecha existente.

Nuevas ideas: las que llevan la batuta del cambio son las niñas

La programadora chilena, estudiante de ingeniería y activista feminista por los derechos digitales, Valentina Muñoz, ha sumado una serie de hitos a los 18 años. A los 15, se convirtió en la primera campeona –nacional e internacional– del First Lego League, la competencia de robótica educativa más grande del mundo.

Es embajadora de la ONU Mujeres, Unicef, Defensoría de la Niñez e Inspiring Girls, y además es la presidenta y fundadora de la Asociación de las Mujeres Jóvenes por Las Ideas (Amuji), una ONG sin fines de lucro que busca reducir la brecha de género desde la educación primaria.

Muñoz se destaca por ser la contribuyente más joven del Ministerio de Ciencias en dos proyectos cruciales. El año pasado hizo historia al ser la persona más joven en colaborar en la Primera Política de Inteligencia Artificial en Chile (AI) y hoy –a través de Amuji– está representando a 133 estudiantes de todo el país en el desarrollo de la Primera Política de Igualdad de Género.

Las autoridades le pidieron a la también estudiante que convoque organizaciones para formar mesas de trabajo. Así fue como propuso también Unicef y Tremendas –entre otras– que además de protagonizar una serie de charlas y encuentros, fueron un puente directo entre los creadores de políticas públicas y las 133 niñas de quinto básico hasta cuarto medio de todo el país. Así, ellas expusieron lo que significa ser una niña y las barreras a las que se suelen enfrentar, solo por el hecho de serlo.

La bachiller en ciencias e integrante de Tremendas, Carolina Pino, también formó parte de la discusión. Lo que se dialogó en las mesas giró en torno a los estereotipos de género: “Hablamos sobre cómo los prejuicios afectan a las mujeres en las distintas etapas de nuestras vidas, desde que nacemos con los colores, los juguetes y las actitudes que deben tener las niñas versus los niños. Cómo se da esto en el colegio, los profesores tienden a impulsar más a los niños que las niñas en asignaturas de ciencias y matemáticas”, rememora Pino, quien pasó por lo mismo.

“Este es un problema que compete a todos por igual” es una de las conclusiones a las que llegaron en las charlas. “No solo nosotras debemos luchar por la erradicación de los estereotipos de género, o la brecha en sí. Sino que también lo deben hacer los hombres, porque a nosotras nos cargan con toda la responsabilidad de educación y de pelear por lo que es justo. Ellos también tienen un rol crucial en esto”, afirma la chilena seleccionada por Harvard para integrar el curso que potencia el talento joven.

Mientras que el mes pasado, la Subsecretaria de Ciencia, Tecnología, Ciencia e Innovación, Carolina Torrealba, llegó a una interpretación parecida a la de Carolina Pino: “Los desafíos de la pospandemia requieren de la participación conjunta de hombres y mujeres en el sistema nacional Ciencia, Tecnología, Conocimiento e Innovación. Quedó en evidencia que la diversidad y la inclusión son un prerrequisito para la generación de investigación científica-tecnológica de calidad. Revertir esta mirada en el corto plazo, es uno de los objetivos que nos hemos propuesto con esta Política”, expresó en un comunicado oficial.

También se recalcó la importancia de la participación de los niños, niñas y adolescentes y “que nos den espacios como estos para poder también decir lo que pensamos al respecto. Que no solamente somos el futuro, sino que también el presente”, concluye Pino.

“Cómo vas a venir a hablarme de Inteligencia Artificial”

¿Pero cómo se llegó a esa instancia? ¿Cómo el Ministerio de Ciencia confió en las propuestas de Valentina Muñoz para escuchar y estudiar las inquietudes de las escolares? La verdad es que en un principio la minimizaron por ser adolescente. No bajó los brazos y buscó amparo de la Unicef para que más niñas no pasaran por lo mismo que ella; que sus ideas sí sean tomadas en cuenta.

Todo comenzó el año pasado, cuando se desarrolló la primera Política de Inteligencia Artificial (IA) en Chile y era a través de las Consultas Ciudadanas que cualquier civil podía mostrar sus propuestas. Programadora desde los 12 años, Muñoz ya llevaba cinco “muy metida en la inteligencia en la IA”, afirma. Y se le ocurrió una idea: “dije que convoquemos una mesa para que niñas y adolescentes puedan dar su opinión también”, recuerda.

Pero el planteamiento sonó descabellado para quienes, en ese momento, estaban recibiendo las consultas. “Nos dijeron «cómo se les ocurre que van a venir a hablarme de Inteligencia Artificial»». Y yo les respondí que era algo súper fácil: «tal vez ustedes se están complicando más de lo necesario», pensó ella en esa oportunidad.

Sin embargo, existió solo una condición para aceptar su solicitud: el documento final lo tiene que entregar un adulto. “Tuvimos rabia, si al final nosotras vamos a aportar, por qué tiene que firmar una persona ajena. Afortunadamente, Muñoz cumplió 18 y logró estampar su nombre en el documento, cuyo contenido sería religiosamente –sin saberlo en ese momento– replicado más adelante por el Ministerio de Ciencias.

Así fue cómo junto a sus compañeras lograron presentar sus aportes y, aún con un sabor amargo en la boca, junto el apoyo de Unicef, enviaron una solicitud formal al Ministerio con el objetivo de que esto no vuelva a suceder: “Les pedimos que replanteen el proceso de consulta ciudadana para mayores de 18 años y que permitieran generar instancias para que niñas, niños y adolescentes pudiéramos también aportar”, explica.

Finalmente, desde el Ministerio de Ciencia reconocieron su error y le dieron la razón a la activista. “Y me llamaron en diciembre del año pasado para decirnos que aceptaron mi solicitud. Nos comentaron «la recibimos, ya no podemos arreglar lo que hicimos mal con esta instancia». Sin embargo, este año se realizará la Política de Igualdad de Género y que en este proyecto acogerán mi idea”, recuerda.

También les dijeron que el documento era parte de los mejores que habían recibido. “Entonces, ellos claramente nos habían bajado el perfil y habían pensado que no íbamos a lograr un resultado de esta calidad”, afirma.

Junto a sus compañeras recabaron información sobre la realidad de la IA en Chile: mostraron de forma clara lo que significan los algoritmos y cómo están siendo utilizados todos los días: “Estas son los niños y niñas en Chile que están accediendo a la IA, ellos son los que usan Face App, una aplicación que utiliza IA. Si hay niñas y niños utilizando IA, entonces tienen que haber niños en esta discusión”, enfatiza Valentina Muñoz.

“Tienes demasiadas ideas”: niñas subestimadas por el entorno

Lo que incitó a Muñoz a crear Amuji fueron precisamente los episodios de “mucho hostigamiento” que recibió por parte de su profesor de matemáticas, quien era su guía en su equipo en el concurso de robótica Lego League, en el que triunfó más de una vez. “Fue terrible. Él nos decía «ustedes son muy cabras chicas, no saben cómo funciona la vida. No, sus ideas no van a funcionar, que son demasiadas y no son correctas». Tenía como una obsesión conmigo y hablaba mal de mí con mis compañeras de curso”, rememora la programadora.

Esta historia recuerda a la de Carolina, quien según sus propias palabras, estuvo mucho tiempo bajo la sombra del «síndrome del impostor», un término acuñado por las psicólogas clínica Pauline Clance y Suzanne Imez y que da cuenta sobre el fenómeno que viven ciertas personas que no creen ser conscientes y responsables de sus logros.

A pesar de las secuelas psicológicas que quedaron de ese maltrato y que a veces la hacen dudar de sí misma, sostiene que “ser parte de Tremendas ha influido en que confíe más en mis capacidades, ya que constantemente entre todas las chicas de la fundación nos apoyamos, creo que es bastante importante y significativo”, expresa.

Para comprender esta situación, los investigadores confirmaron su hipótesis. El problema pareciera gestarse desde mucho antes, la primera infancia; niños y niñas son prematuramente capaces de absorber los arraigados estereotipos de género. Desde su primera infancia, creen que son “buenos y malos” para algo, aunque eso no sea necesariamente cierto.

Están constantemente sujetos a expectativas culturales y de la sociedad.

Y estas autopercepciones alimentadas por el entorno pueden hacer que, eventualmente, tengan un menor desempeño en el área, deserten los estudios –o peor aún– nunca sigan el camino de las ciencias, o por lo menos esta fue categórica conclusión a la que llegaron los investigadores estadounidenses Lin Bian y Andrei Cimpian en la publicación “Los estereotipos de género sobre la habilidad intelectual emergen tempranamente e influencian los intereses de los niños”, en la revista Nature en 2017.

Según la doctora en filosofía y el psicólogo, respectivamente, esta estereotipación de la habilidad intelectual entre niños y niñas es determinante. “Es a la edad específica de seis años que las niñas comienzan a tener una noción errada sobre sus propias capacidades y atribuyen características como “genio” y “ser brillante” a ellos”, afirman.

De 400 niños en total, se observó la tendencia de la automarginación de ellas ante actividades que –se supone– están destinadas para aquellos niños que son “muy, muy inteligentes”. De igual manera, fue altamente menos probable que las niñas entre seis y siete años se identificaran con tales adjetivos.

La paradoja de la participación en STEM

Según información obtenida de 450.000 adolescentes de 67 países del mundo, dos investigadores de Reino Unido y Estados Unidos se dieron cuenta que en los países con menor igualdad de género, más mujeres habían ingresado a los estudios científico-tecnológicos. Por el contrario, hay menor participación femenina en los países con mayor igualdad de género, según el estudio publicado en 2018.

En general, notaron que en todos los países se podía observar un desbalance. No obstante, la cantidad de mujeres que terminan una carrera STEM en Argelia y Albania, por ejemplo, es significativamente mayor que Finlandia, Suecia y Noruega.

Según los dos investigadores de la Universidad Leeds Beckett, en Reino Unido, y de la Universidad de Missouri, en Estados Unidos, esto se puede deber a factores económicos: en los países donde ellas pueden tener más problemas financieros, ven en el camino de las ciencias una oportunidad de desarrollo: “son carreras seguras y bien remuneradas”, explicó el investigador de la Universidad de Missouri, David Geary.

“En los países más prósperos donde cualquier elección de carrera se siente relativamente segura, las mujeres pueden sentirse capaces de tomar decisiones basadas en factores no económicos. Por el contrario, en países con menos oportunidades económicas, o donde el empleo puede ser precario, una carrera de STEM relativamente bien remunerada y segura puede ser más atractiva para las mujeres», interpretó el profesor Gijsbert Stoet, quien también colaboró en el trabajo.

Por su parte, Geary sostuvo también que es más probable que los niños tengan como carrera preferida las matemáticas y las ciencias, y que las mujeres tengan una inclinación hacia a ámbitos que no pertenecen a STEM: «Entonces, aunque las niñas pueden equipararse a los niños en términos de lo bien que se desenvuelven en ciencias y matemáticas en la escuela, si esas no son sus mejores materias, y están menos interesadas en ellas, entonces es probable que elijan estudiar otra cosa», declaró.

Es por esta razón que concluyeron que los países deben focalizar sus esfuerzos en las políticas que desarrollan, para que el tiempo y energía que utilicen no sea “una pérdida de tiempo y recursos”, dijo el investigador estadounidense.

Una carta para las científicas y STEM del futuro

“Les diría que tienen que confiar en ellas, en sus sueños y metas, que aunque hayan momentos difíciles deben creer en sí mismas. Las carreras no tienen género, no existen áreas exclusivas para hombres o mujeres, todas podemos estudiar y ser lo que queramos. Lamentablemente, los comentarios de otras personas nos afectan de distintas maneras, pero debemos ser fieles a nosotras mismas y luchar por lo que creemos justo. También les diría que busquen actividades científicas donde puedan compartir con más chicas que tengan sus mismos intereses, es muy enriquecedor tanto intelectual como socialmente, ya que te das cuenta que no estás sola”.

Carolina Pino

“A las niñas que quieren seguir el camino STEM pero que no están seguras, les diría que la ciencia y la tecnología es un camino para mejorar la calidad de vida para las personas y que tenemos que verlo también como un tema de lucha social. Entender que no solo somos científicos sino que también somos humanos haciendo ciencia y tecnología. Y eso es lo que nos hace diferentes. También los llamo a que no solo sean mujeres haciendo ciencia, sino que también sean feministas”.

Valentina Muñoz

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