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Escritora feminista española, María Sánchez: “Es hora de visibilizar a las mujeres rurales, darles luz y que sean ellas las que cuenten sus propias historias” BRAGA

Escritora feminista española, María Sánchez: “Es hora de visibilizar a las mujeres rurales, darles luz y que sean ellas las que cuenten sus propias historias”

Antonia Sepúlveda
Por : Antonia Sepúlveda Periodista en El Mostrador Braga.
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Escritora y veterinaria de campo, trabaja con razas autóctonas en peligro de extinción, defendiendo otras formas de producción y de relación con la tierra como la agroecología, el pastoreo y la ganadería extensiva. Colabora habitualmente en medios escribiendo sobre literatura, feminismo, ganadería, cultura y medio rural.


“¿Quiénes son los que cuentan las historias de las mujeres? ¿Quién se preocupa de rescatar a nuestras abuelas y madres de ese mundo al que las confinaron, de esa habitación callada, en miniatura, reduciéndolas solo a compañeras, esposas ejemplares y buenas madres? ¿Por qué hemos normalizado que ellas fueran parte de la historia? ¿Quién se ha apoderado de sus espacios y su voz? ¿Quién escribe realmente sobre ellas? ¿Por qué no son ellas las que escriben sobre nuestro medio rural?”

Tierra de mujeres, 2019.

Ávida lectora desde temprana edad, repleta de conocimientos sobre literatura y mujeres que la inspiran, María defiende con vehemencia la necesidad de un nuevo sistema de producción, que incorpore a todos los actores implicados, repensando nuevas formas de relacionarnos con la naturaleza y los animales. 

“Cuando yo estaba escribiendo el ensayo Tierra de mujeres, estaba trabajando en el campo y viajaba mucho a Portugal. Conocí a mucha gente de realidades muy diversas, que no tenían nada que ver con el retrato que se hacía de nosotros en los libros o en la prensa, siempre retratándonos muy simples, maldiciéndonos o romantizándonos. Recuerdo titulares que hablan sobre el  “terror rural”, pero en la ciudad nunca se habla de “terror urbano”. Me dio mucha rabia, porque no se correspondía con la realidad. Obviamente, los pueblos no están exentos de conflicto, la violencia y el machismo alcanzan todos los lugares, pero quería contarlo desde dentro, hacer posible que la gente se sintiera reconocida, que no sintiera vergüenza. Por otro lado, ese pellizco feminista que me hizo preguntar ¿y qué pasa con mi madre, mis tías, mi abuela? ¿por qué nunca me he preguntado por qué no quiero ser como ellas? porque simplemente han sido el espejo de “nunca termines como tu madre”, y es muy injusto, sentenciar eso sin nunca haberse sentado a conversar con tu madre, sin saber su historia”, afirma la autora española. 

Habitar entre lo rural y lo citadino

¿De qué forma crees que nos desconectamos como sociedad ante las grandes ciudades, entendiendo el extractivismo de las tierras, la destrucción de ecosistemas y hábitats? 

El sistema capitalista, extractivista y colonial en el que vivimos, rompe este vínculo y nos mete en una burbuja en el que nos hace creer que somos seres independientes que no necesitamos nada ni nadie. Ese hombre independiente que define la economista feminista y escritora, Amaia Pérez Orozco, que define como sujeto Blanco Burgués Varón Adulto, también heterosexual, urbanizado y funcionalmente normativo (BBVA).

—¿A qué se refiere con el sujeto BBVA?

—Dice: “El capitalismo es un sistema que permite la acumulación material de poder y recursos en manos del sujeto privilegiado de esa cosa escandalosa: el BBVA. Esa es la única “vida” que se impone a sí misma como la que de verdad vale, a costa de poner en riesgo las vidas del resto. Esa cosa escandalosa refleja todos esos sistemas de desigualdad imbricados”. ¿Qué hay detrás de ese sujeto BBVA? Mujeres en lo privado, haciendo lo posible por lo que se ve públicamente.

—¿Y cómo podemos resignificar esas posiciones de poder?

—En esta época de crisis y emergencia climática, creo que es fundamental visibilizar que somos seres interdependientes, que necesitamos cuidado, somos vulnerables, no somos independientes. Esa es la gran burbuja que nos ha puesto el capitalismo. Estamos tan solos, en trabajos precarizados, sin tiempo de comer bien, que nos han vendido como moderno comer comida rápida en la oficina mientras trabajas, cuando antes la comida era el momento de compartir, celebrar, darle valor a la comida. Estamos tristes, en España hay cada vez más riesgo de depresión, porque esta vida no es buena, no es sostenible para la salud. Creo que tenemos tantas cosas que replantearnos y repensar. 

Cómo reivindicar los medios rurales y los pueblos, el quedarse en tu zona, sin sentir la necesidad de migrar a la ciudad para “producir” ¿De qué forma podemos dignificar y reconocer la labor que ya se realiza en zonas rurales?

Para resignificar primero hay que sentarse a escuchar y aprender del otro sin paternalismo. Conocer otras realidades. Poner un huerto en un colegio de la ciudad, enseñar agricultura, que sepan que todo tiene una vida que cuesta, por eso a mí me gusta mucho la científica indígena, Robin Wall Kimmerer, ella tiene un libro titulado Una trenza de hierba sagrada, que habla de esa gratitud, de preguntarme de dónde proviene lo que consumo; el agua, el alimento, las libretas. Siendo conscientes de las cosas, podemos valorarlas, y no caer en el consumismo insaciable. Y por otro lado, sería muy interesante descentralizar los países, porque no es sostenible vivir en las grandes urbes una vida invivible. La pandemia también nos ayudó a darnos cuenta de ello, de lo limitada que es la vida. 

¿Cómo terminar con la caricatura de los pueblos y lo rural de la que hablas en tu libro o incluso esa idealización?

Dejar a un lado el paternalismo, la condescendencia y acercarnos de verdad, con curiosidad. Yo siempre pienso que cuando éramos niñas y niños no nos daba vergüenza preguntar y querer conocer. Acercarse desde la honestidad, es necesario porque a fin de cuentas los medios rurales y urbanos nos necesitamos mutuamente, y creo que debería existir un diálogo y entendimiento desde el mismo nivel. Y viceversa, porque a veces en el pueblo también se da este paternalismo, y hay que romper con eso en ambas direcciones.

Cultivar la memoria 

Tu infancia se rememora constantemente a lo largo de Tierra de mujeres, ¿de qué forma los libros se transformaron en tus aliados? 

Yo creo que los libros fueron los amigos que tuve cuando no encajaba con el resto de los niños de mi clase. Y es súper curioso porque Córdoba es una ciudad rodeada de pueblos rurales, y ahora que lo pienso qué desconocimiento más grande, con todo lo cerca que tenemos. Para mis amigos era un extraterrestre, y me sentía tan sola que me refugié en los libros. A veces pienso que si no hubiese tenido esa infancia, quizás hoy no sería escritora. Me siento muy agradecida por esos libros que me acompañaron de pequeña.

—Hablando de memoria, vi que visitaste el Museo de la Memoria, ¿qué te pareció? ¿por qué crees que la memoria y el recordar es importante?

Muy necesario. Muy duro conocer todo lo que pasó aquí. Hablando de esos nuevos mañanas y futuros, creo que es muy importante saber de dónde venimos, con lo bueno y con lo malo, para que no vuelva a pasar. Saber todo lo que se sufrió, perdió y permitió. Me gustaría que existiera un museo así en España.

¿Cómo crees que la pandemia, y los cambios medioambientales, afectarán esta relación entre la naturaleza y el humano?

La socióloga boliviana, Silvia Rivera Cusicanqui, habla del pachakuti, que es el momento en el que el planeta, por acumular desastres y problemas, empieza a fracturarse, la exploción final. Y me gusta mucho cómo a través de la expresión pachakuti suceden grietas, y cómo en esas grietas puede haber nuevos espacios para rehacer, reimaginar y repensar los modelos de vida en comunidad. Qué mañana queremos vivir, qué medios queremos habitar, cómo queremos comportarnos con el otro, y creo que en esa reflexión, la pandemia nos ha traído segundos de lucidez, porque la gente se ha dado cuenta de eso: que son vulnerables, que necesita a otros, y que necesita el contacto con la naturaleza. Ahora ven cosas que siempre estuvieron allí, pero nunca les prestaron atención. 

En el libro me gustó mucho cuando definiste la palabra cultura, donde tiene la acepción de “cultivo”, ¿cómo crees que la cultura de los pueblos puede ayudar a enfrentar la emergencia climática, sobre todo desde las mujeres rurales?

Ahora más que nunca estamos en crisis de emergencia social, climática, alimentaria, estamos en tiempos de incertidumbre. Desde muchos grupos científicos lo que están haciendo es volver a mirar conocimientos y saberes indígenas, para saber cómo convivir con la emergencia climática, porque esos saberes no-académicos que se han despreciado desde la academia, tienen la clave para enseñarnos de qué manera podemos relacionarnos. Pienso mucho en los pueblos originarios, en las comunidades donde había una mirada de agradecimiento y saber estar en la tierra, cuidarla. Una de las cosas que ha hecho mucho daño en este sistema es separar al hombre y a la mujer de la naturaleza. 

La progenie femenina 

El 15 de octubre se conmemora el día internacional de las mujeres rurales, ¿por qué es importante reconocer y reivindicar esa labor hoy en día?

Porque es un trabajo invisibilizado, no reconocido. No aparece en las estadísticas, y son ellas las que alimentan al mundo. Es hora de visibilizarlas, darles luz y que sean ellas las que cuenten sus propias historias. Creé un colectivo a nivel estatal y cada 8M y también el 15 de octubre sacamos un manifiesto de mujeres rurales, traducido a todas las lenguas del Estado, para dignificar y reivindicar, desde la alegría y el apoyo mutuo. Compartir y combatir. Creo que es fundamental que se les escuche, porque sino parece que no existimos.

Si tuvieras que reconocerte con una rama del feminismo, ¿cuál sería y por qué?

Estoy en contra de esa jerarquización y orden, me gusta ser de muchos sitios, y tener la oportunidad de cada mañana poder reflexionar desde lugares distintos. Me siento muy amparada en los feminismo indígenas, latinoamericanos, decoloniales. Una de mis pensadoras y socióloga favorita es Silvia Rivera Cusicanqui. También para mí es muy importante la inclusión de mujeres trans en el feminismo, sin ellas no se entiende el feminismo. Pero también me reconozco en el ecofeminismo. 

¿Cómo incorporar el feminismo rural a la lucha colectiva, sin ser paternalistas ni exigir que demanden las mismas cosas que otras mujeres de realidades diferentes?

Hacer posible el espacio de debate y diálogo. Acompañarnos y escucharnos de verdad, sin prejuicios. Hay una frase de una escritora trans, española, que dice algo como “lo que me cuenta otra mujer, me construye”, y es importante pensarlo desde allí.

En tu libro hablas de esta intersección entre ser mujer, vivir en una zona rural y ser desplazada de las “tareas productivas”, pero, ¿qué sucede con las hembras no humanas? ¿Cómo se puede extrapolar la explotación femenina a animales?

Hembras no humanas y machos no humanos. Volvemos al sistema. Pensemos también en los árboles y los cultivos intensivos, porque los árboles, los hongos, se comunican entre sí, que no sea nuestra forma de pensar no significa que no exista esa comunicación y lenguaje. Reducimos nuevamente al reino animal, pero qué pasa con el resto de seres. Para mí es muy importante señalar este sistema industrial donde los animales son un elemento más de la cadena, como las personas. Son sistemas que explotan, contaminan y matan. Genera dolor. 

—¿Y cómo combatirlo?

Ahora mismo trabajo con razas autóctonas en peligro de extinción, que son animales que no son rentables para el sistema. La ganadería a pequeña escala es la que se debe proteger, y que la comida se quede en la zona donde se produce. Debemos trabajar y luchar por una soberanía alimentaria. Además, la mayoría de la gente que trabaja en estos sistemas intensivos, son migrantes, y viven en campamentos, sin agua potable. Esa es la realidad de esa fantástica huerta que venden en Europa. 

—Desde esa perspectiva, ¿cómo conseguir una reforma agraria con perspectiva de género? ¿Cuáles son las demandas concretas?

No soy experta en el tema, pero creo que es muy importante una política agraria común que incorpore el “la”, porque solo está pensada por y para hombres. Y fortalecer esas pequeñas productoras ganaderas para que tengan facilidad para poner en marcha sus proyectos. Lamentablemente en España es más fácil poner una industria. 

—¿Cómo ves estos avances a futuro?

Se nos juzgará en un futuro por lo que pasa en el mundo, en un sistema agroalimentario donde todos los días se tiran toneladas de comida, y hay gente que se sigue muriendo de hambre, sin acceso ni a agua potable. Los grupos más vulnerables son las principales víctimas de este sistema. 

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