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Pedofilia en la Iglesia Católica y el eterno encubrimiento institucional

Escrita por Jorge Díaz y dirigida por Pablo Krogh, Oficio de Tinieblas busca escarbar en la mente de cada espectador, reflexionando acerca de las constantes retóricas ambiguas y encubrimientos eclesiásticos, con el fin de tapar «con un manto sagrado», conductas religiosas censurables y deplorables, preservando así, la santidad de la Iglesia.


No es ajeno para nadie los dobles discursos ni los encubrimientos instituciones con los que por décadas, la Iglesia Católica ha mantenido su «santidad». Abusos sexuales, pedofilia e ingresos fraudulentos, han repletado portadas de periódicos por años. Sin embargo, una especie de auto defensa corporativa «en nombre del Señor», se ha encargado de tapar innumerables baches morales dentro de la institución.

La reflexión de la obra Oficio de Tinieblas -escrita por Jorge Díaz y dirigida por Pablo Krogh- se puede aplicar a cualquiera de estas instituciones corporativas. Escrita a principios de 2003, se refiere a un caso de abuso sexual en un colegio de religiosos en Chile, lo que provoca, según Díaz, todas las etapas que se han llamado «manual de crisis» para preservar la imagen del afectado y de la corporación.

Interpretada por Andrés García (obispo), Sergio Schmied (periodista) y Pablo Striano (siquiatra), la obra aborda las maniobras de encubrimiento de las corporaciones fácticas, el Ejército, la Iglesia o los políticos, cuando hay una inminencia de algún escándalo que enfrenta uno de sus miembros. Entonces se produce un reflejo automático de encubrimiento.

Con una puesta en escena interesante, con una especie de cubículo de tela donde se desarrolla la acción, dividida en tres secciones con tres sillas, Oficio de Tinieblas va jugando poco a poco, mediante los oficios de los protagonistas, con temáticas tan contingentes como la pedofilia en la Iglesia, estableciendo desde un comienzo la pregunta: ¿La «santidad» de la Iglesia está por sobre la justicia ordinaria?

«No pretendemos más que estimular -con nuestros medios- la reflexión, el pensamiento alternativo y la diversidad de criterios. Sin embargo, nos enfrentamos a cientos de años de historia durante los cuales la jerarquía eclesiástica, representando a la Iglesia Católica, ha utilizado campañas mediáticas transmitiendo retóricas ambiguas e imágenes creadoras de realidades falsas, con el único fin de encubrir acciones -por decir lo menos- «ilegitimas» de algunos miembros del Clero, y preservar así la «santidad» de la Iglesia, dejando de lado la dignidad de las personas», comenta Pablo Krogh, director del montaje.

Las culpas católicas

La obra comienza a partir de una denuncia de abuso de sexual a un menor, por parte de un sacerdote. En adelante, y con un intenso humor negro, el obispo, el siquiatra y el periodista, exponen incisivamente sus puntos de vistas y sus particulares argumentos. «No es un delito sino una debilidad», afirma el religioso.

«Conocemos las debilidades humanas mejor que nadie. El confesionario nos ha servido de mucho», comenta el obispo en una de sus discusiones con el siquiatra. La obra logra poner el dedo en la llaga en una especie de denuncia crítica contra la Iglesia y sus dobles discursos, manejando la tensión mediante una acertada mezcla de ácidos diálogos y música que acrecienta la rigidez.

A medida que avanza el montaje las culpas y los sentimientos encontrados se apoderan de cada uno de los personajes, creándose una suerte de juicio en contra de la Iglesia como institución. Las reflexiones comienzan a sucederse y los testimonios del obispo cada vez se hacen más insostenibles. Una potente y tensa escena de cuestionamientos dará el gran cierre a esta representación.

«La escritura y montaje de esta obra nos ha suscitado más preguntas que respuestas, más dudas que certezas. Nos gustaría ser capaces de traspasar estas reflexiones al público, tal como las sentimos: llenas de contradicciones, de miedos, de incógnitas, de sombras, de ambigüedades y de falta de transparencia», señala su autor, Jorge Díaz.

En tiempos donde la Iglesia ha bajado su credibilidad entre la población, Oficio de Tinieblas viene a confirmar aquello que por años se lleva comentando subterráneamente: la religión y los pecados terrenales están íntimamente ligados. Y por si fuera poco, el encubrimiento que se hace de hechos censurables, y a veces criminales, al interior de la Iglesia, logra muchas veces quedar en el más absoluto de los anonimatos. Es muy probable que dentro de esta especie de amnistía clerical, nadie lance la primera piedra.

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