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«Stefan versus Kramer»: hace reír, pero le falta acidez

Aunque el relato parte algo lento y del humor, en particular el de un comediante que muy bien imita a políticos, podemos esperar un guión más corrosivo, esta película consigue su objetivo de hacer reír de buena gana. Lamentablemente, lo que no funciona bien es lo cinematográfico: no hay plano, ni movimiento de cámara, ni creación sonora o cromática que nos recuerde que esto es cine.


Stefan Kramer ha demostrado una extraordinaria capacidad mimética al adoptar fielmente gestos, ademanes y voces, así como inquietudes y obsesiones, de conocidos personajes de la política, el espectáculo y el deporte, casi siempre con una comicidad a prueba de tontos graves. Su arte es el de la imitación y en esto ya no tiene que demostrar nada a nadie.

El anuncio de su primera película, “Stefan versus Kramer”, ofrecía, por lo tanto, la incógnita de cómo se las arreglaría el exitoso comediante para atrapar la atención y entretener con imitaciones que, en la mayoría de los casos, ya conocemos.

La respuesta no podía sino estar en la propia naturaleza del cine narrativo, en el que se inscribe su filme: la historia, factor clave para lograr que las representaciones, entre otros, de Sebastián y Miguel Piñera, Pablo Zalaquett, Leonardo Farkas, Marcelo Bielsa, Arturo Longton hijo y Rafael Araneda, adquirieran un sentido más allá de la parodia.

Si bien en sus shows en vivo Stefan Kramer despliega un hilo conductor, esta vez el desafío era más grande: contar una historia donde todas y cada una de las escenas tuvieran relación con el relato completo y aportaran al desarrollo dramático.

No se trataba, en consecuencia, de sumar más y más imitaciones para hacer reír sin freno. Se trataba de pasar de una serie de imitaciones a la narración cinematográfica.

Para resolver el desafío, Kramer y el equipo de la película idearon una intriga: un grupo encabezado por el mismísimo presidente Sebastián Piñera, cansados de las parodias, trama una farsa para conseguir que su reputación caiga al punto de hacerlo perder contratos e incluso cuestionar el sentido de su carrera.

La conspiración tiene terreno ganado porque la historia nos sitúa ante un comediante muy exitoso, con una agenda copada de presentaciones, pero sin tiempo para su familia y, casi sin  darse cuenta, cada vez más desinteresado en lo que sucede con su mujer (Olivia, interpretada por la propia mujer de Kramer, Paloma Soto).

Esta no se siente considerada y vuelca su energía hacia sus hijos y también hacia un show creado con el objeto de confabular contra su marido, pero en el que ella encuentra la oportunidad para materializar su pasión por el canto y brillar con luces propias.

Riesgo no menor el que asume Kramer: ponerse a sí mismo y a su señora al centro del argumento, en una historia que bien podría ser la del comediante que, hoy por hoy, es el más exitoso de Chile. Un riesgo porque nada de eso (el éxito de un artista, los efectos de esto en su entorno familiar) supone una situación novedosa, pero sobre todo porque la popularidad y el reconocimiento de Stefan Kramer radica en sus imitaciones, no en la interpretación de sí mismo.

Aun así, la apuesta logra un interesante cometido. Si bien Kramer ratifica su maestría para construir personajes a partir de gestos, voces y otros elementos, ello sucede porque las imitaciones interactúan en torno a un relato donde hay intriga, humor y hasta una cuota de drama familiar.

Zalaquett, los Piñera, Bielsa, Farkas, Longton y Araneda son divertidos en la expresión de Kramer, quien rescata y caricaturiza ciertos rasgos de ellos, reales o inventados, con la gracia habitual. Pero se hacen incluso más divertidos al relacionarse y ser parte de una historia: Bielsa dejando a Zalaquett como un inepto, Miguel Piñera reprochando al Presidente por una ley, Arturo Longton hijo retando al “Negro” porque sólo se dedica a comer y holgazanear, Araneda saludando a Kramer con cínica amabilidad…

Por lo mismo, personajes como Diego Armando Maradona, Alexis Sánchez o incluso Diana Bolocco parecen sobrar, no porque no sean graciosos, sino porque poco o nada aportan al desarrollo dramático. Así también sobran los muchos placement de la película, inserciones publicitarias de marcas que acompañan diversos momentos, y que si bien podemos entender desde una óptica de financiamiento, bien pudieron ser eliminadas, dosificadas o, al menos, dispuestas de un modo más creativo en la secuencia de imágenes.

“Stefan versus Kramer” funciona bien como entretención porque combina equilibradamente una historia familiar, actuaciones creíbles (la familia del protagonista), imitaciones hilarantes y una intriga tan divertida como descabellada. Es cierto que el relato parte algo lento y que del humor, en particular el de un comediante que muy bien imita a políticos, podemos esperar más acidez; un guión más corrosivo, más “políticamente incorrecto”. Quizás sea un desafío para un segundo filme. Pero éste, por ahora, consigue su objetivo de hacer reír de buena gana.

Lo que no funciona bien es, lamentablemente, lo cinematográfico. Esta es una película que bien puede ser vista en una pantalla de televisor, sin sentir que nos perdemos de algo. El motivo es simple: no hay plano, ni movimiento de cámara, ni ángulo, ni creación sonora o cromática que nos recuerde que esto es cine. Se supone que eso es lo que fuimos a ver.

Película: “Stefan versus Kramer”. Año: 2012. Duración: 100 minutos. Dirección: Lalo Prieto, Sebastián Freund y Stefan Kramer. Reparto: Stefan Kramer, Paloma Soto y Javiera Acevedo. Todo espectador.

Trailer subtitulado:

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