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Aurora Venturini y sus personajes oscuros e inocentes en “El marido de mi madrastra”

Sus historias parecen pequeñas biografías de los personajes, retrocede a instantes de sus vidas para contarnos cómo cambió su destino, personajes queribles, niñas que deciden quedarse en la infancia, niñas que no tienen infancia, historias sin tiempo, malformaciones y un tremendo catálogo de historias raras e inocentes. Donde los gitanos, que aparecen y desaparecen en sus relatos, para quebrar, (mejorar o empeorar), el destino de sus heroínas.


Aurora Venturini en una entrevista para el diario argentino Clarín dijo: “Se muere el que quiere”, si lo dijo ella debe ser cierto. Aurora Venturini tiene 90 años, a los 88 se cayó de su cama y estuvo en coma por algunos meses y volvió, tuvo que aprender a hablar y a caminar de nuevo, en la misma entrevista señala que estuvo en el infierno, que resucitó, tiene toda la razón se muere el que quiere, ella sigue escribiendo a diario, sigue viviendo.

Como se cuenta en todas sus crónicas y entrevistas se volvió a escuchar su nombre en las literatura Argentina con el premio de Nueva Novela de Página 12, (de la que es jurado en su nueva versión), con Las Primas, (Mondadori, 2009). Sorprendió a muchos con esta novela autobiográfica y oscura, sobre todo por su edad. Es cierto, leer a Aurora Venturini es incómodo y extraño, uno piensa que una persona a esa altura de su vida no puede ser tan oscura, al límite de lo gótico, tan violenta e inocente a la vez, sus personajes son seres abusados, seres extraños. Solo puedo pensar en Sidney Lumet y su última película, Before the Devil Knows You’re Dead, como alguien que pasado los 80 años pueda crear seres tan violentos, sin moral.

Su nuevo libro «El marido de mi madrastra» (Mondadori, 2012) es un conjunto de cuentos que se encuentra dividido en dos; la primera parte, con el mismo título que el libro y la segunda : Hadas, brujas y señoritas, es una reedición del año 1997. Personajes oscuros e inocentes, pasados rancios, viejas sucias, criadas pobres abusadas por sus padres o padrastros, un catálogo de vidas oscuras contadas desde la inocencia de sus personajes: “¿por qué no darle en el gusto? Resultaba muy gracioso el salto de resorte de las partes del señor Stafolaro cuando ella le pasaba la manita por encima.” (Las Vélez).

Un humor retorcido envuelve los relatos de este libro, descendiente de Felisberto Hernández ,(“En la mansión Taruga, aunque sobran las luces eléctricas, una oscuridad sofocante resulta invencible”), pariente de esa otra gran escritora argentina, Hebe Uhart; sus historias parecen pequeñas biografías de los personajes, retrocede a instantes de sus vidas para contarnos cómo cambió su destino, personajes queribles, niñas que deciden quedarse en la infancia, niñas que no tienen infancia, historias sin tiempo, malformaciones y un tremendo catálogo de historias raras e inocentes. Donde los gitanos, que aparecen y desaparecen en sus relatos, para quebrar, (mejorar o empeorar), el destino de sus heroínas.

Al final del libro, en su último cuento, hay una imagen de un personaje que puede resumirlos a todos: “…es inocente en toda la extensión de la inocencia, su desgarbo, su deficiencia intelectual, lo asqueroso que deslíe, la indujeron a aislarse ante el evidente desprecio de los demás, de ahí que no tuvo oportunidad de ejercitar su juicio, de comparar, elegir, y diferenciar el bien y el mal.”

Es bueno que Aurora Venturini no quiera morirse, es bueno que siga escribiendo a diario, que vuelva a caminar, es bueno que nos siga sorprendiendo con sus historias, que tenga seis novelas sin editar, que en la próxima nos cuente como fue su experiencia de estar muerta y resucitar. Es mejor leerla que no hacerlo.

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