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Elías Adasme: «A la larga… Pinochet venció, por lo tanto nuestra labor de resistencia continúa» Su obra «A Chile» utilizó el cuerpo como una metáfora del cuerpo social y político de Chile de los 80

Elías Adasme: «A la larga… Pinochet venció, por lo tanto nuestra labor de resistencia continúa»

Durante las década de los 80, la conspiración artística contra el régimen se manifestó en una serie de acciones de subversión simbólica. Junto a otros artistas tiñeron en dos oportunidades el río Mapocho de rojo para recordar a los caídos el 11 de septiembre. Dentro de sus trabajos más reconocidos destaca la obra «A Chile», en la que en uno de sus módulos aparece colgado de los pies en el Metro Salvador en una metáfora que mostraba el cuerpo de Chile avasallado por la violencia.


Elias AdasmeFoto: Daniel Reyes

Elias Adasme
Foto: Daniel Reyes

Entrevistamos al artista chileno Elías Adasme, quien viajó a nuestro país de manera puntual durante el presente mes de agosto. No acudió a Chile para dar un conferencia, inaugurar una exposición o recibir un premio artístico. Vino como se fue, en silencio. Extraño, teniendo en cuenta su presencia en la exposición colectiva “Perder la forma humana” en el Museo Reina Sofía de España, donde se reivindica el arte latinoamericano de los años 60, 70 y 80. Su obra “A Chile”, en la que aparece colgado de la señal del Metro Salvador, fue la imagen de portada del catálogo. Un trabajo que fue adquirido hace una semanas por el mismo museo.

Adasme tiene mucho que decir sobre lo que ocurrió hace 40 años. Su obra habla (a través del cuerpo) de la represión, el dolor, la dictadura… de forma simbólica. Y gracias a esta entrevista recordamos el otro “Cuarenta aniversario”. En 1973, un grupo de artistas,  Luz Donoso, Hernán Parada y el propio Elías Adasme, invitados por Francisco Brugnoli, comenzaron a gestar el T.A.V.: Taller de Artes Visuales, situado en Bellavista. Un espacio en el que conspiraron y generaron obras de arte político aún por reivindicar.

 ¿Cómo fue vivir la dictadura desde una facultad de arte?

En 1974, a seis meses del Golpe, me traslado de Illapel a Santiago para estudiar en la Universidad de Chile. Ingresé a la Facultad de Artes (en aquel entonces se llamaba Facultad de Bellas Artes), pero en forma paralela estudié Filosofía durante dos años como alumno libre. Era increíble el clima de censura que se vivía en la universidad. Por ejemplo, acudía a la biblioteca y comenzaba a buscar en los tarjeteros índices, ciertos nombres de filósofos e intelectuales: Bakunin… no estaba;  Marcuse… no estaba; Jacques Maritain… ¡no estaba! De Sartre habían muy pocos títulos. Su célebre ensayo “Los intelectuales y la política”… no estaba. Y ni hablar de Trotsky, Lenin, o el mismo Marx.  También recuerdo como en medio de una clase aparecía un funcionario y le daba al profesor un sobre con el documento de su despido en presencia de los alumnos. Otro día, un cura ultraconservador, que alababa a Franco (en el fondo era un fascista declarado), estaba dando una clase de filosofía. De pronto, un muchacho brillante le empieza a rebatir su postura tomasiana desde una visión marxista y lo pone entre las cuerdas, en el debate. Se ha exasperado a tal grado este cura que grita: “Si hay alguien de los de servicios de seguridad aquí, yo denuncio a este extremista marxista”. Dio por terminada la clase. La semana siguiente no vino el cura, y sí el alumno. La siguiente no vino ni el cura ni el alumno. Averiguando, nos enteramos de que al cura lo habían trasladado a otro campus y del alumno, nada más se supo. Casi un año más tarde, vi su foto en los carteles que la Vicaria de la Solidaridad publicaba sobre los detenidos-desaparecidos. Aquella vez lloré de rabia e impotencia.

Mapocho entintado de rojoFoto: Elías Adasme

Mapocho entintado de rojo
Foto: Elías Adasme

¿Cómo se empezaron a tejer las primeras conspiraciones artísticas?

En 1978 hago mi primera exposición individual en Galería CAL (Coordinación Artística Latinoamericana), y paradójicamente, Waldemar Sommer, el crítico de arte de El Mercurio, alaba lo allí expuesto. Vinieron más exposiciones colectivas y concursos donde también mi participación tuvo buena crítica. Entonces Francisco Brugnoli me invita a integrarme al Taller de Artes Visuales Bellavista (TAV). Los años que viví allí haciendo gráfica y dando clases de foto-serigrafía, los tengo atesorados como uno de los mejores periodos de mi formación artística. Allí conocí a Luz Donoso, Hernán Parada y Patricia Saavedra, instituyéndonos como un cuarteto creativo y rebelde. Mi gran amigo Hernán tenía a su hermano, Alejandro, detenido-desaparecido. Desde el TAV  “conspirábamos” ideando acciones callejeras que testimoniaran la situación de represión que se vivía: como intervenir las vitrinas de algún local comercial de venta de televisores en el Centro de Santiago, por ejemplo. Así, aparecían en las múltiples pantallas de los escaparates, los rostros de… ¡detenidos-desaparecidos! en vez de la programación regular. Otra de estas acciones fue teñir de rojo las aguas del río Mapocho justo un 11 de septiembre, aludiendo a los cadáveres que aparecieron flotando allí durante los primeros días del Golpe. Lo hicimos dos veces. En realidad, la idea de esta acción no fue nuestra, no recuerdo de quién fue, pero se sumaron estudiantes, gente de teatro, de cine, estudiantes. En aquel tiempo estaba emergiendo la Unión Nacional por la Cultura (UNAC), y entre todos fuimos tirando anilina roja al Mapocho. Al llegar la policía les decíamos que eso era “Land Art”; les mostrábamos fotos de Christo en Manhattan o en la Bienal de Venecia, y con esa excusa lográbamos pasar. Pero al tercer año alguien hizo la conexión, dio la alerta y no pudimos repetirla, ya  que había un contingente grande de policías esperándonos. Todo era muy efímero, muy rápido, pero nos dábamos ese gusto de hacer un homenaje a los caídos el 11 de septiembre del 73. Repercusión en los medios ninguna, cero. Sólo ha quedado el registro fotográfico de quienes estuvimos allí..

Tira de prueba A ChileFoto: Gentileza Elías Adasme

Tira de prueba A Chile
Foto: Gentileza Elías Adasme

¿Cuáles fueron los factores de subversión que tuviste en cuenta para generar “A Chile”?

Me dije que tenia que dar testimonio, ni pintura ni fotografía. Ahí llegué a cuestionar los códigos con los que se hace arte. Tenía que subvertir todos los mecanismos de producción del arte, porque en realidad no me sirven ante esta realidad tan dramática. Para nosotros pintar florecitas, paisajes, o cualquier cosa, era ser cómplice de la situación. Considerábamos que el arte tradicional era ilusionista y enajenante, y nosotros queríamos romper con aquello. Comencé entonces a explorar la idea de la “exposición”. Un artista expone sus trabajos. Yo voy a hacer un arte en el cual el artista se expone, pero no en un sentido narcisista, sino en el sentido de utilizar mi cuerpo como una metáfora del cuerpo social y político de Chile. Para reforzar eso y que no quedara como -saltando en el tiempo-, un Spencer Tunick cualquiera, busqué algo mas. Quería, desde la metáfora,  recuperar el territorio tomado por asalto por los militares. Que fuera una intervención en el espacio urbano. De ahí llegué al mapa. Yo, que soy delgado, me voy a exponer al lado del mapa de Chile y lo voy a hacer calzar. Lo voy a hacer dialogar. La primera sesión de fotos fue en la estación Las Rejas del Metro. Estuve en la cárcel, Chile está enrejado…vamos para allá. No pudimos por el fuerte viento que había. Además empezó a llegar mucha gente y decidimos abortar. Podía caer preso una vez más y no podía permitírmelo. Pinochet tenia una de sus tantas cabronadas, por lo que si te detenían una segunda vez te desterraban a un pueblito donde el diablo perdió el poncho o te desaparecían. La otra opción fue la estación Salvador en Providencia, por la connotación religiosa, la redención, además que ese nombre apelaba al compañero presidente Salvador Allende.

 Y Nicanor Parra cuando a finales de los 70 dijo que Pinochet era un salvador…

Desconocía eso de Parra. ¡Qué triste! Bueno… también Borges hizo una apología, que hablaba de una espada, en términos mesiánicos, hacia Pinochet. Pero volviendo a lo  nuestro… me gustó la idea de Salvador. El 16 de diciembre de 1979 con Patricia Saavedra, Donoso, Parada y unos cuantos más, pudimos hacer la acción performática en dicha estación. El trabajo completo resultó entonces en un conjunto de cinco módulos con el registro fotográfico de estas intervenciones en espacios públicos y privados de Santiago. Las fotos son más que elocuentes: En el primer módulo, «Intervención corporal de un espacio privado», estoy en mi estudio, descalzo, con el torso desnudo y en posición invertida con un mapa de Chile al lado. En el segundo módulo, «Intervención corporal de un espacio público» (la imagen más poderosa de todo el conjunto), se muestra la misma acción pero esta vez cuelgo de un poste de una estación del Metro en Santiago. El lugar específico elegido para esta arriesgada intervención es muy significativo, ya que apunta a la represión pública y manifiesta del régimen en los lugares de tránsito colectivo. En «Intervención corporal de una geografía íntima» (tercer módulo), se enfatiza a través de la desnudez y la proyección del mapa de Chile sobre mi espalda, la denuncia de la tortura, las ejecuciones y las desapariciones ocurridas en esa época. En el cuarto módulo «Intervención corporal por una esperanza», encaro de frente al espectador, con la palabra Chile escrita en el pecho y la misma palabra tachada en el mapa al lado. La imagen significa la redención del país desde el dolor. El quinto módulo muestra de manera muy escueta las labores de difusión de un cartel que contiene las cuatro fotografías descritas, y que fuera pegado en los muros de distintos sectores urbanos de Santiago. La permanencia de estos carteles en las calles fue documentado, durando algunas veces, sólo unos minutos, dependiendo del sector socioeconómico donde fueron pegados. Se pretendía de esta manera obtener una microsociología de la ciudad a través de un evento visual. En Providencia nos insultaron y nos llegaron a tirar piedras. En una ocasión un carabinero me pilló poniendo el cartel, y luego se detuvo para mirarlo, pero no hizo nada. Habría sido una gran fotografía. En San Diego, los libreros retiraban los carteles cuando venía la policía, y cuando se iban, los volvían a poner.

Jamás imaginé la proyección internacional que esta obra tendría 30 años más tarde. En el momento en que la realicé, mi motivación principal era testimoniar desde el arte la grave situación de represión y violación de los derechos humanos que vivíamos a manos del régimen militar. Recuerda, es una obra que nace desde la rabia.

Elías Adasme y Hernán ParadaFoto: Gentileza Elías Adasme

Elías Adasme y Hernán Parada
Foto: Gentileza Elías Adasme

¿Crees que tu obra no ha sido lo suficientemente reivindicada?

Sí. Creo que hubo un silenciamiento durante muchos años. Lo que percibo es que la historia se ha estado escribiendo con cuatro o cinco nombres y se pierde el contexto general. Ellos se llevan la presencia. Pero ahora mi obra y la de otros artistas, igual de meritorios, está siendo analizada gracias a estas nuevas generaciones. Creo que es necesario, no por personalismos, sino que es necesario que se historice el contexto, no las figuras. La Escena de la Avanzada no son tres o cuatro figuras, sino también, por ejemplo, la Asociación de Plásticos Jóvenes que hacían arte en las poblaciones, por mencionar algunos.

Y sin embargo como dices ahora, en eventos como la exposición del Museo Reina Sofía en España, se reivindica tu trabajo, ¿cómo estás viviendo ese momento?

Jamás lo imaginé. Creo que es el inicio de un proyecto mayor, en el cual se conjuguen y se reivindiquen los trabajos de otros artistas que no han aparecido hasta ahora, al igual que yo. La obra de mi querida amiga Luz Donoso, por ejemplo.

“A Chile” además acaba de ser comprada por el Museo Reina Sofía

Es paradójico. Después de 30 años no aparecía en ninguna colección en Chile, hasta el 2011, en que doné la obra al MAC. Y ahora, en el exterior está siendo más que considerada. De hecho, se expuso hace poco en Buenos Aires y en noviembre estará en una importante colectiva de arte latinoamericano en la Fundación Cartier, de París.

¿Cómo ves Chile 40 años después del Golpe?

Por un lado tengo la ventaja del que puede ver la situación desde fuera. La desventaja es que no estoy empapado al 100% de lo que está pasando. Pero esa dicotomía me permite hacer un análisis más o menos ponderado. El Chile que me reencuentro es un Chile totalmente distinto al que yo imaginé. Y al que quisiéramos todos los chilenos. Noto unas diferencias diametrales en términos sociales. Cada día hay unas barreras imposibles de superar en términos de equidad social, aún cuando se vive en el espejismo de que Chile es el “jaguar” de Latinoamérica, y de que el sistema neoliberal ha logrado sacar a gente de la pobreza. Yo digo lo siguiente: sí, los han sacado de la pobreza, pero los han metido en el consumismo. Porque el modelo neoliberal necesita de hordas consumistas y enajenadas. Y eso significa ser más pobre aún. En Chile no se ha elevado la calidad de vida. Y eso es lo que le critico al país. Porque veo que a la larga Pinochet ganó. Triste es decirlo, pero Pinochet venció, porque logró instaurar en el país un régimen de un capitalismo salvaje. Y ése no es el Chile que queríamos cuando éramos más jóvenes. Pero no todo está perdido. Si a la larga Pinochet venció… por ende, nuestra labor de resistencia aún  continúa.

 

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