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La multiculturalidad plasmó su colorido en carnaval de barrio Yungay Se extendió desde las 18.00 hasta pasadas las 22.00 horas

La multiculturalidad plasmó su colorido en carnaval de barrio Yungay

Grupos como la Comparsa Usach, Banda Chillksuña y Batería Pincoya animaron un evento en el cual más de una docena de grupos desfilaron mientras eran celebrados por una diversa multitud.


El barrio Yungay vivió ayer su propio carnaval, en el marco de la Fiesta del Roto cuya celebración comenzó el miércoles y culminó la noche del domingo con un recital en la plaza Yungay.

La cita de inicio del Carnaval del Roto y de la Challa 2014 era para las 18.00 horas frente al Liceo Amunátegui, en Esperanza con Portales, pero el desfile comenzó recién media hora después. Grupos como la Comparsa Usach, Banda Chillksuña y Batería Pincoya animaron un evento en el cual más de una docena de agrupaciones desfilaron por la calle haciendo su espectáculo mientras desde la vereda eran celebrados por una colorida multitud.

Migrantes sentados en los portales de sus casas, familias con guaguas, estudiantes, jóvenes europeos provistos de la clásica botella de agua, trabajadores, oficinistas y jubilados fueron testigos de una procesión que avanzó por Esperanza hasta Rosas, dobló hacia la plaza Yungay (repleta por la feria artesanal que también es parte de la celebración) hasta Sotomayor y luego volvió al parque Portales, en un evento que se extendió hasta pasadas las 22.00 horas, donde abundó la challa lanzada a los artistas y entre el propio público.

En medio de la fiesta se dio cita la clásica batucada junto a grupos andinos o bandas de música gitana, con bailarines que podía ser desde un niño hasta una mujer que bailaba con su bebé en su fular, una mujer pasada de los 50 en bikini o un travesti. Los grupos hicieron sus propias interpretaciones de clásicos de la música chilena y universal, pasando del himno nacional a “Cariñito”, “La Marsellesa”, canciones de Víctor Jara y Violeta Parra.

Tambores de todos los estilos o instrumentos de viento, ritmos africanos, de Europa del Este o de Bolivia: hasta el Che Guevara y Chaplin estuvieron presentes en dos marionetas gigantes. Los trajes podían ser andinos o de carnaval brasileño, según el estilo de cada uno, en un ambiente donde abundaron los celulares convertidos en cámaras fotográficas o de video, así como los vendedores de latas de cerveza y el melón con vino o algún trago que se vendía en cubitos de hielo.

Fue una fiesta a todo dar, en medio de un calor que incentivó a las hermosas de poca ropa para exhibir los tatuajes para enloquecer a más de uno, mientras distintos acentos latinoamericanos dieron la razón a quienes llaman a esta la fiesta del “roto sudaca”. Fue un tremendo esfuerzo coordinado por la Escuela Carnavalera Chinchintirapie que debe recibir su merecido aplauso por organizar una fiesta que en vez de local debiera ser universal, como el carnaval de Río y Barranquilla, o las “llamadas” de Montevideo, cuyos ecos resonaron ayer para más de uno en el centro poniente de Santiago.

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