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La subversión de Croma, el libro-bomba de Emilio Gordillo La crítica también lo ha bautizado como la novela-artefacto

La subversión de Croma, el libro-bomba de Emilio Gordillo

Esta novela resultó ganadora del Premio Mejores Obras Literarias inéditas en 2011 y tres años más tarde, luego de haber repensado la versión original, el autor decidió recién publicarla. «Para mí, Croma debía ser un artefacto impecable y un ajuste de cuentas y un boleto de metro hacia cierta paz. Croma ( Editorial Alquimia ) es un artefacto obsesivo e higiénico, como su objeto: la ciudad de Santiago», dice el autor.


croma-frontal¿Por qué decidiste que la novela debía esperar?
Si la realidad sigue asaltando y rondando lo que escribes, a veces es mejor poner oído y esperar. Además, el primer libro suele ser el resultado de una búsqueda mucho más larga y amplia que la escritura de ese libro. Es la búsqueda de algo más parecido a una voz, y buscas la salida de ese nudo que está en tu cabeza, en tus planes, pero también en tu cuerpo, tus experiencias y tu lengua. Con los años uno pasa de las carreras de caballos que algunos escritores suelen ejecutar y se aboca a ensayar con sus obsesiones. Para mí, Croma debía ser un artefacto impecable y un ajuste de cuentas y un boleto de metro hacia cierta paz. Croma es un artefacto obsesivo e higiénico, como su objeto: la ciudad de Santiago.

Croma narra la historia de Santiago, un joven ingeniero que vuelve a Chile a hacerse cargo de su padre, quien padece de un trastorno esquizofrénico. Santiago debe saldar ciertas cuentas con el pasado y así lo vemos deambular por una ciudad devastada, apareciendo y desapareciendo, para iluminar el rostro de unos personajes igualmente devastados, o a punto de desplomarse, cuya dermis, con los años, se ha ido reptilizando. Eso por una parte, y sólo por una parte, porque en la novela va dejando grietas, intersticios, de los cuales cuelgan símbolos que, si son captados, nos permiten acceder a los campos que el autor ha fraguado para que el lenguaje y las ideas estallen al unísono.

emilio gordillo

Emilio Gordillo

Un extraño manual de eficiencia empresarial, el verde recorriéndolo todo, las páginas de papel couché, los mapas de las líneas del metro, todos elementos que operan al servicio de una verdadera obra de ingeniería-narrativa que no se conforma con ser sólo una historia, un historia más, sino que sale a la caza de nuevos soportes en donde las ideas pueden aterrizar libres. De ahí que la crítica haya dicho que estamos ante una novela-artefacto, una novela-objeto, una novela-bomba. Gordillo construye un potente artefacto narrativo que, en sus tejidos, es arma y escudo frente a eventuales atracos, especialmente a los del aparato burocrático, y que además es capaz de instalar una denuncia corrosiva hecha no desde la herida sino desde la cicatriz. Una obra madura, sin duda; un memorable artefacto.

En la novela los objetos son tanto o más importantes que los personajes, sin embargo, hay un personaje crucial, el padre, quien, entre otras estridencias, profesa una profunda admiración por Jaime Guzmán y también por Nicanor Parra, de quien era alumno en la Universidad de Chile.

¿Cómo se mezclan estas dos figuras en el Chile de hoy? O más bien: ¿Qué lugar ocupa la poesía, o la antipoesía, en el entramado político e institucional?
Yo de poesía sé bien poco. Sólo la leo. Pero una amiga mexicana se reía mucho cuando le conté que había antiplanes para celular. Los artefactos de Parra son el primer atisbo evidente de un uso publicitario en su obra, antes de girar hacia el onanismo subjetivo de estos últimos años UDP, cuando Parra ya no usa como máscara al Cristo de Elqui, por decirlo de algún modo, sino a uno más privatizado, que paga de modo más eficiente y mejor. Quién no querría ganar más y mejor. Por su parte, Guzmán construyó los límites del orden actual: propiedad privada, subsidiariedad, corporativismo, gremialismo, jerarquía Opus y una versión rarísima de un capitalismo supuestamente igualitario –que a estas alturas, todos sabemos, no fue así–.

Digamos que el mercado nos iguala y nos cubre de una tonalidad verdosa, a Parra, a  ti, a mí y a Guzmán, bajo la sombra de su Constitución. Hay algo de locura en todos esos discursos, una locura que nos tomó de sorpresa mientras se instalaba y ayudábamos a instalarla. Muchos lectores me dicen que este libro les parece muy actual, un libro escrito hoy, pero yo lo esbocé hace unos cinco años. Nada de esto es nuevo ni ha dejado de suceder, un buen ejemplo es el debate entre Peña y Mayol en torno a la reforma educacional, ahora que Eyzaguirre quiere dejar a las privadas con recortes estatales para sumar puntitos con la izquierda. Ahí está el parriano Carlos Peña, armando un sofismo de la talla del Cristo de Elqui en versión couching, en donde lo privado resulta, al fin, un bien público. Si UDP compró la biblioteca de FLACSO Chile, no es por altruismo, es para generar ganancias por cada proyecto de investigación social –nacional o extranjero– que requiera de ese «bien público parriano». Y bueno, a Parra se le paga para ser un logo, pero por los alcances de su pensamiento, creo que deberían pagarle muchísimo más.

En una parte de la novela queda dando vuelta la idea de la instrumentalización de las ideologías, incluso el Manual de Productividad (TPM) habla de cierta homogeneidad en los discurso de Locke, Smith y Marx. En este sentido, ¿qué posición toma Santiago, el personaje protagónico, al respecto? ¿Qué le aporta el caos a la desesperanza?  

Más que igualar, dialogan. Se filtran mutuamente. El TPM, ese manual de ingeniería que «humaniza» la producción, va dando un ritmo entrecortado al relato sobre Santiago. El relato y el manual chocan. Dialogan. Se contaminan estéticamente. Todo libro tiene su contraparte interna. Santiago se la pasa pensando, hasta que ejecuta, y su accionar es ambiguo y opaco. A mí siempre me ha atraído la idea de una bomba en ese cruce de pueblo que es Baquedano. Sobre todo porque pareciera algo muy difícil pero en realidad no lo es. Yo no sé de qué servirá ir a poner una bomba en un espacio masivo, más que para volver a darle más poder al sistema que potencia –y hasta inventa– sucesos como este. Ojalá no nos olvidemos de Hinzpeter, Peña y su parafilia de fuego y micros. Como escribió Patricia Espinosa, lo inquietante es que el sistema falla justo en la pieza aparentemente más débil: los individuos, anónimos e insondables. Eugenio Santángelo también se dio cuenta de esto, y escribió que Croma se parece sospechosamente a eso que pretende destruir, con su papel couché y su esteticismo. En la ambiguedad no puede haber desesperanza. Al contrario, en la ambiguedad hay posibilidades. Dentro del sistema, pues no podemos ser ingenuos.

¿Cómo ves el panorama editorial en Chile? ¿Cuáles son las complejidades que enfrentan las editoriales independientes?
Para tener rentabilidad tienes que construir un catálogo de unos cuarenta libros. Imagínate. No soy un experto pero me parece que el lío es la ausencia de mercado. Hasta hace poco en los colegios enseñaban a firmar cheques en Educación Cívica. Política de lectura es lo que falta, imaginación y tiempo de ocio. También organización social porque el Estado nunca se ha hecho cargo de nada sin la presión de la sociedad civil. Mi hermano llega a las cinco hecho bolsa del colegio. Darle un libro sería un acto sádico de mi parte. De todos modos, me parece maravilloso este desborde editorial. Sobre todo las agrupaciones que han forzado a la Cámara del Libro a negociar de una vez por todas. Ver a sujetos como Pablo Dittborn escribiendo pataletas en The Clinic con faltas de ortografía es, por decirlo de algún modo, bastante gracioso.

¿Qué estás preparando actualmente?
Estoy terminando un libro llamado Indios Verdes, que tiene que ver con mi vida en México y algunas claves que aprendí ahí, cuando era más joven e ingenuo, y seguía con más atención las huellas de Bolaño, que ya ningún hipster quiere nombrar. Es un libro muy distinto a Croma, aunque raro de todos modos. Iré a presentar Croma al DF en mayo, porque estoy enamorado de esa ciudad y la extraño, pero también por un encuentro en UNAM, con Yuri Herrera y Cárdenas, en mayo. Antes haremos un lanzamiento acá en Santiago, hacia fines de abril.

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