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Novela “Autoayuda”, de Matías Correa: la ilusión de tener el mundo entre las manos Crítica literaria

Novela “Autoayuda”, de Matías Correa: la ilusión de tener el mundo entre las manos

Chancacazo Publicaciones Limitada, edita en la ocasión, el segundo libro de ficción del licenciado en Filosofía, Matías Correa Molina (1982). Al correr de las páginas de este texto, el escritor intenta recrear la cotidianeidad de un treinteañero abogado de la clase alta santiaguina, quien se debate entre la perdida amorosa, la autocompasión, la frustración vital, y la juerga sin límites. ¿El resultado? Un libro para nada original, que se nutre del dogma sociológico, interesado, por supuesto, de cultivar la privacidad ignota de las clases altas sudamericanas. AL FINAL DEL TEXTO NOTA DEL EDITOR


AutoayudaLas aspiraciones creativas del honorary fellow del Internacional Writing Program de la Universidad de Iowa, Matías Correa, no son para nada originales, digámoslo, en la escena literaria criolla de los últimos 25 años.

Desde que Alberto Fuguet lanzara su ya mítica Mala onda (1991), hace más de dos décadas, constituye un leit motiv de algunos novelistas nacionales, ese anhelo por retratar con genio inventivo, el día a día de un “reventado” de la high society capitalina. A veces el resultado es francamente decepcionante, como esa recordada trama (por su mala calidad dramática), del periodista Hernán Rodríguez Matte, titulada Barrio alto (2005).

A nuestro entender, lo difícil de conseguir esa meta, comienza porque el narrador de turno hace tiempo que dejó formar parte de ese colectivo social, o bien nunca lo hizo, y le faltan el talento y el espíritu observador, para realizar ese esfuerzo con cierta gracia memorialística.

Por más que abunden en el nombre los apellidos vinosos o bancosos, el pertenecer a un determinado estamento, es un estado material más que mental, que se vivencia en detalles mínimos, prácticos y también imaginarios, y si los recuerdos no son lo demasiado poderosos o presentes, resulta siempre cuesta arriba emprender esa maniobra escritural. Menos, si el principal interesado tiene su buhardilla en Ñuñoa, Providencia o peor…, en el centro, ¡qué atroz!

La última novela satisfactoria que leímos al respecto –en la cronología de su publicación, por lo menos- fueron los párrafos de Cuando éramos inmortales (1998), la tercera creación literaria del también licenciado en Filosofía, Arturo Fontaine Talavera (1952): el respetado ex hombre fuerte del Centro de Estudios Públicos. Antes, debemos remontarnos a los libros de Cristián Huneeus (1935 – 1985), los que lanzados originalmente en la década de los ‘80, han sido nuevamente puestos en circulación, debido a la labor entusiasta y generosa del equipo que conforma Sangría Editores.

Y con mayor anterioridad, tenemos que citar dos textos canónicos de esos manuscritos que pretenden contarnos cómo es la alta burguesía chilena: a Según el orden del tiempo (1962) y a Muy temprano para Santiago (1965), ambos firmados por Juan Agustín Palazuelos Varas (1936 – 1969). Entre medio, postulamos al colchagüino Mauricio Wacquez Acuña (1939 – 2000), con su Toda la luz del mediodía (1965) y Elegía de una sombra (2000).

Sumemos a José Donoso, y paremos de enumerar. El tópico, por lo menos en el período que comprende desde la recuperación de la democracia, decimos 1990 en adelante, termina siendo un tema pendiente de la literatura chilena actual. En ese sentido, recomiendo leer los breves cuentos recogidos en revistas under y alternativas de la escena metropolitana, urdidos por el joven narrador Juan Carlos Echazarreta Ruiz-Tagle.

Tengo entendido que Matías Correa se educó en el Colegio Cumbres, establecimiento educacional que pertenece a una congregación católica de profunda raigambre “en la cota mil”, los Legionarios de Cristo, y que esta novela que reseñamos, Autoayuda (2014), la redactó luego de ser abandonado por la mujer, con quien, se me confirmó, iba a contraer vínculo matrimonial.

A su autor no lo conozco personalmente ni de lejos, pero tenemos la misma edad. Estos datos los anoto porque nos sirven para comprender el sustento biográfico de sus objetivos literarios en este caso concreto, y sobre los cuales nos hemos extendido con afán crítico y pedagógico al correr de estas líneas, pues en ningún caso son del conocimiento ni la moneda corriente, de un amplio grupo de lectores.

Quizás por eso, y aunque no sea para nada un artefacto artístico “logrado”, disfruté leyendo Autoayuda. Porque si bien La Dehesa a la que le “hinca el diente”, se observa de cerca y de lejos, de plástico, irreal, absolutamente inventada y poco creíble, sus páginas contienen la desmesura y la honestidad de la íntima confesión, la hilaridad triste que en el fondo siempre guardan “los cuentos” que uno se escribe a sí mismo, con el propósito de evitar sentirse menos perdedor.

Al concluir de revisar la historia de Jean-Michel Mena Viollier (hasta el nombre suena de mentira) y del deformado Genaro Scott (otro detalle que aumenta la invalidez del relato), me acordé de esos versos de Enrique Lihn: “Pero escribí: tuve esta rara certeza, / la ilusión de tener el mundo entre las manos / ¡qué ilusión más perfecta! como un cristo barroco / con toda su crueldad innecesaria”.

La potencia de su sinceridad (ya lo enunció con bríos el nicaragüense Rubén Darío), en efecto, termina por salvar la escritura algo predecible de Matías Correa Molina. Sobrepasar los 30 años, y creer, erróneamente, claro -los recuentos son la mayoría de las oportunidades injustos-, que lo único bueno que ha hecho uno en la vida, ha sido sentarse frente a una pantalla y una hoja de Word, y ponerse a enlazar mentiras con elegancia y encanto, evidencia un acto de valentía nunca menor ni prescindible.

Más todavía, si la soledad es lo único tangible que nos rodea: sin amor, sin hijos, hasta sin trabajo conocido, salvo sentirse desdichado y escribir, lo que equivale, en Chile, a declararse de una inutilidad que roza con la indigencia.

Una caída que no podemos dejarle pasar a Correa. ¿Hasta cuándo se difunde el dogma sociológico, interesado, por supuesto, de cultivar la privacidad ignota de las clases altas sudamericanas? Eso es hacerle un flaco favor a la verdad que persiguen en última instancia las artes y en especial la literatura. Hay que grabárselo en la cabeza: sólo poseen la costumbre de acceder al dinero con naturalidad y la facilidad de aparearse con mujeres bonitas. A veces, ni eso. En el resto, somos todos iguales.

Nota del editor:

A través de una solicitud de rectificación del autor de la novela Autoayuda, Matías Correa, en la que repara que en la crítica que se antecede se afectó su dignidad al aludir a informaciones personales e inexactas que en nada contribuyen a la valoración de una obra literaria y estética, El Mostrador Cultura declara compartir con el autor que «la intromisión en la vida privada de un autor no contribuye a iluminar los propósitos de una obra de ficción» y que lo importante en la difusión de contenidos culturales es «cultivar la discusión seria en torno a la cultura y las Artes».

Adicionalmente, el Mostrador Cultura aclara que las opiniones vertidas en las críticas y en las columnas son de exclusiva responsabilidad de quien las emite, y que no representan, necesariamente, el parecer editorial de este suplemento cultural.

 

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