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Crítica literaria: Eslovenia, neorrealismo a la chilena El primer libro de Esteban Catalán

Crítica literaria: Eslovenia, neorrealismo a la chilena

Víctor Minué Maggiolo
Por : Víctor Minué Maggiolo Periodista, Máster en Edición. Universitat Autónoma de Barcelona.
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Gracias a un estilo lacónico y convincente, la primera apuesta literaria resulta exitosa y de inusual madurez en apropiarse y disimular las limitaciones y convertirlas en aciertos. Las polaroids capitalinas de realismo duro, incómodo y la vez reconocible, están lejos de cualquier existencialismo newage o lirismo “indie” con que, no tan infrecuentemente, sucumben nuevos narradores. Esteban Catalán asume el riesgo de alimentar su literatura de realidad con un buen herramental literario y honestidad con sus posibilidades.


Bajo el título Eslovenia, acaba de publicar Montacerdos Ediciones el primer libro del chileno Esteban Catalán (1984) radicado actualmente en Texas, EE.UU.

esloveniaSon nueve relatos realistas los que les bastan al autor en este llamativo libro para esbozar con admirable precisión y aspereza los contornos de personajes catapultados a un destino adverso y azaroso, cruzados por una melancólica estética de la derrota. La mayoría de estos personajes pertenecen a esa elástica categoría social o bien, esa abstracción imaginaria y caótica que son hoy en día los jóvenes chilenos de clase media nacida en democracia. El autor los desnuda en sus parafilias, en trabajos mal pagados, casi siempre endeudados, follando mal – el sexo es explicitado sin tremendismos – siendo padres por accidente y enfrentados a la violencia, a la ignorancia por su condición humilde o sometida; a la innegociable melancolía, que en palabras del cineasta Raúl Ruiz, es el rasgo más propio de los chilenos.

Walter Benjamin, el célebre crítico afirmaba “solo por amor a los desesperados conservamos todavía la esperanza”. A Eslovenia le vendría bien esta idea, más bien a sus personajes, y aunque en la contratapa se anuncie que transitan “sin esperanza, sin desesperación” se podría presumir que por compasión a ellos el autor decidió retratarlos, porque aún conserva algo parecido a la esperanza. En este mismo sentido, es la desolación quizás – que bien definió Gabriela Mistral como un estado de ánimo nacional –, la que predomina en los relatos, más que la desesperanza que es casi siempre irreversible.

Es así como en «Ayuda Social», un grupo de compañeros de curso forman un colectivo para salir en ayuda a los niños pobres de la comuna de El Monte. En «Libro de ilustraciones» se expone la conciencia de un precoz acosador de metro, más travieso que degenerado, pero sobre todo aburrido, viviendo solo con su madre en pensiones de alquiler. En “Verano”, un empleado común que trabaja en una conocida compañía de materiales de construcción, después de aceptar por equivocación un cheque mal emitido, debe viajar en bus a recuperar el pago antes que se quede sin trabajo: el viaje terminará en una inquietante secuencia junto al mar. Todas historias mínimas, de gente que trabaja, que tiene miedo, que espera algo, algo como un golpe de suerte para resucitar entre el hostil paisaje mientras se les pasa la vida. No hay una crítica explícita ni sistemática a la vida moderna, esta está insinuada y puesta en tensión en la acción y destino de sus personajes; un ejemplo de ello es “¿Te gustan las rubias?”, historia de un día cualquiera entre un padre e hijo, que después de pasar a un McDonald’s, terminan devorando la popular comida chatarra, pegados frente al televisor, mientras miran una película de Bruce Willis.

Los restantes relatos que completan Eslovenia repiten escenarios poco visitados en nuestra literatura  (Independencia, Cerrillos, Maipú, Recoleta) y la misma consigna narrativa. El mejor logrado, y más breve alcanza lo señalado, “Podrías escribir un cuento sobre música” muestra con gracia y sutileza a un padre jubilado, ex maestro orfeón de carabineros en su intentona por heredarle el difícil arte, instruyéndolo paso a paso a tocar el trombón.

Gracias a un estilo lacónico y convincente, la primera apuesta literaria resulta exitosa y de inusual madurez en apropiarse y disimular las limitaciones y convertirlas en aciertos. Las polaroids capitalinas de realismo duro, incómodo y la vez reconocible, están lejos de cualquier existencialismo newage o lirismo “indie” con que, no tan infrecuentemente, sucumben nuevos narradores. Esteban Catalán asume el riesgo de alimentar su literatura de realidad con un buen herramental literario y honestidad con sus posibilidades.

Eslovenia, el país que da el título al libro, aparece mencionado en un fragmento del primer cuento como un paisaje remoto y paradisiaco, y funciona como la utopía liberadora sobre el presente opresivo que supone la vida moderna en cualquier gran capital. Valdría la pena hacer el juego de inversión e imaginar si en Eslovenia habrá alguien sentado frente al televisor fantaseando con Chile y con sus vacaciones soñadas, el único lugar posible de redención.

Al menos como paisaje, hay razones para entusiasmarse.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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