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Pedro Lemebel: «Mi escritura es estrategia de sobrevivencia más que novelería o letra de vitrina» Esta nota fue publicada originalmente en noviembre de 2013

Pedro Lemebel: «Mi escritura es estrategia de sobrevivencia más que novelería o letra de vitrina»

Héctor Cossio López
Por : Héctor Cossio López Editor General de El Mostrador
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Lemebel no daba muchas entrevistas, le caían mal los periodistas, desconfiaba de ellos. En una de sus excepciones a la regla concedió una entrevista a El Mostrador Cultura+Ciudad, el 2013, con motivo del Premio de Literatura José Donoso, que le entregó la Universidad de Talca.


Causan expectación tus apariciones públicas. En el pasado Festival Internacional de Literatura de Buenos Aires fuiste ovacionado en Chile y Argentina. ¿Te imaginabas esos recibimientos?

No lo imaginaba tan masivo, tenía temor a que no me respondiera la voz artificial que uso ahora. Pero en Buenos Aires tenía confianza. «Háblame de amores» estaba recién aparecido y al parecer ha tenido buena recepción, aunque es un libro complicado de formato: crónicas, fotos, etc. Acá en el GAM, en su tiempo Unctad, fue muy emotivo, ya que era un lugar emblemático de nuestra memoria urbana y política.

En ese lugar presentaste la performance «La ciudad sin ti», en la que evocas a un joven Lemebel de secundaria, valiente y enamoradizo. ¿Te queda algo de ese joven hoy en día?

No fue performance, sólo una puesta en escena parecida a lo que hacía en radio. Creo que hay algo en mí de esa adolescencia. Cuando  leo «La ciudad sin ti», me emociono aún. Creo que es mi crónica preferida y le da nombre al espectáculo que hacemos con Constanza Farías, mi sonidista y asesora técnica, con quien viajo. Este espectáculo tiene mucho trabajo de preparación, ecualización de voz y pruebas de sonido, de imagen, en escena sólo ves el resultado final.

Ahora, en la Feria del Libro de Santiago aprovecharán de entregarte el premio José Donoso. ¿Tienes preparado algo especial?

Iré sólo a recibir el premio, qué más. El día 2 de noviembre presento «Poco hombre», a las 4 de la tarde en la Sala de las Artes de la Feria del Libro. Es la antología hecha por Ignacio Echevarría y eso será una presentación donde están todos invitados, menos los fachos, jajajaja.

¿Qué significa para ti haber ganado ese premio?

Este reconocimiento lo agradezco sin soberbia, pero con dignidad de letra proletaria. No lo sé, quizás siga siendo un outsider como dicen. A pesar de los  homenajes, sigo estando al borde del camino letrado. No me asusta, ya que antes había obtenido la beca Guggenheim y el premio Anna Segers. Pero los premios, más que reconocimientos, son lápidas.

Con el paso del tiempo tus crónicas cobran más vigencia, ¿a qué crees que se deba eso? 

Quizás, el mensaje político literario de mis crónicas, que después de tanto tiempo se asume y se habla. Me refiero a los contenidos de denuncia que están en mis textos desde la dictadura. Para mucha gente que nunca me leyó, por prejuicio o porque yo publicaba en lugares proscritos, ahora se sorprende, pero siempre escribí, dije, grité, y enarbolé los textos como bandera de opresión.

¿En qué ha cambiado tu obra?

Ha pasado el tiempo y han ocurrido transformaciones de mi trabajo: desbarroquizaciones, decantaciones de la adjetivación. Creo que hay un acercamiento a mi biografía , aunque mi memoria me juega malas pasadas, a veces se me confunde el lo viví, lo soñé o me lo contaron. Tiendo a confundir memoria e historia, memoria y sueño, memoria y deseo, en fin… al final no me queda claro si lo soñé, me ocurrió o lo ficcioné, aunque la ficción no me queda. En fin, es el vértigo inestable de la escritura.

 ¿Qué diferencias observas en tu literatura y en la de Pablo Simonetti?

Mi escritura es estrategia de sobrevivencia más que novelería o letra de vitrina. Más cercana al panfleto o al graffiti y a la canción popular. Me identifico más con la poesía callejera que con la narrativa actual.

 ¿Estás trabajando en nuevos proyectos?

Hay algunos en carpeta: la reedición de «Adiós Mariquita linda», por Seix Barral Planeta; una novela corta, «El éxtasis de delinquir»; otro libro de crónicas; y uno sobre Gladys Marín. En fin, ya vendrán…

El arte

¿Piensas que durante la conmemoración de los 40 años del Golpe faltó un reconocimiento mayor a la labor de las Yeguas del Apocalipsis? Un reconocimiento explícito del mundo del arte tal vez…

Por supuesto que sí y, como dice Francisco Casas, el trabajo de las Yeguas debiera estar en el Museo de la Memoria. Fuimos un colectivo homosexual que, anteponiendo nuestras demandas, homenajeamos a los Detenidos Desaparecidos, único caso en el continente. Estamos en la historia de este país porque Gerardo Mosquera, crítico extranjero, nos reconoció. No porque nuestros prejuiciosos amigos del arte lo quisieran. En ese sentido, después de veinte años, seguimos siendo estigmatizados, pero ya no importa, cruzamos las fronteras a pesar de la miopía nacional.

¿Cómo te caen las personas que vienen del mundo del arte?

Hay de todo, también hay gente valiosa. Pero en general hay oportunismo. Ayer estaban con el arte denunciante, después con el posmodernismo, luego con el kitsch y, ahora, con el neoliberalismo de feria comercial.

 Hace poco Arakis, un crítico transexual de arte feminista, dijo en una entrevista que el mundo del arte sigue respondiendo a una cultura decimonónica. ¿Compartes esa opinión?

La crítica fetichista siempre te analiza con lupa, poniéndote como objeto de especulación moral. No entiendo esas palabras: ¿décimo qué?, ¿heteronorma qué? Son palabras adoptadas del nuevo cuiquerío cultural. No me apasionan los estudios queer, encuentro que crean otro gheto, la loca académica me da náuseas. Me interesan más los movimientos sociales, las marchas estudiantiles, los estallidos políticos clandestinos que remecen la subjetividad social. Los colectivos de estudiantes secundarios que han aparecido, como El colectivo Lemebel del Liceo Barros Borgoño, donde yo estudié, o las Putas de Babilonia del Lastarria.

Y en política, ¿cómo ves el panorama a semanas de las elecciones?

Convulso, esquizoide, se me confunden los programas presidenciales, se parecen, se mimetizan en la misma desesperación. No sé si iré a votar. Y si voy, lo haré por la izquierda como siempre. Sólo que no sé si mi izquierda estará en el voto.

 ¿Algo que agregar?

-Chapalapachala…blue.

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