Los protagonistas del movimiento estudiantil de 2006 han desaparecido y una nueva generación busca mantener vivo el espíritu de protesta. Pero, cuáles fueron las consecuencias sociales que la revolución de los pingüinos trajo al país. La dimensión del tiempo es una obra que indaga en esta pregunta y plantea un escenario ficticio ante lo que seguramente pasó hace nueve años. El montaje se estrena el 2 de julio en el Anfiteatro del Museo Nacional de Bellas Artes.
Es 2006, Michelle Bachelet encabeza su primer gobierno, y se vive un ambiente sin precedentes desde el retorno a la democracia, los estudiantes secundarios han salido a las calles para manifestar un descontento acumulado desde la dictadura. Las leyes que rigen la educación chilena no son una vía para combatir la desigualdad desde la formación escolar y el principal enemigo es la Ley Orgánica Constitucional de Enseñanza (LOCE). Más de cien colegios movilizados y un país expectante ante los primeros atisbos de revolución, era el año de los pingüinos.
Fue el antecedente para lo que se desataría en 2011, esta vez liderado por los universitarios. Un año completo de movilizaciones que volvieron a poner todos los ojos sobre los estudiantes, y que en esa ocasión despertaron el descontento latente entre los chilenos.
En este contexto una serie de testigos mudos veían la posible llegada de cambios sociales. Tres personajes ficticios se ven impactados en su vida privada por la fuerza del movimiento estudiantil en Las dimensiones del tiempo. El texto escrito y dirigido por Cristián Ruiz se centra en Daniela, una joven madre dependiente de una fotocopiadora, que partirá en seis semanas a España para realizar un breve curso, y necesita la ayuda de su madre para cuidar de Benjamín, su dotado hijo de 10 años que sufre Síndrome de Alicia (alteración de la percepción que hace ver las cosas más pequeñas de lo que son).
Ruiz, quien el año pasado presentó Yo, Manuel, un monólogo basado en el personaje de Manuel Rodríguez, pone como telón de fondo las marchas y demandas estudiantiles de 2006, donde los paros en el colegio del niño provocan que sea trasladado a uno particular. Es así como el personaje de Daniela decide romper con el esquema familiar luego de ver la convicción de los estudiantes.
Bajo la compañía La Máquina Teatro, fundada en 2001, Las dimensiones del tiempo se plantea como una pieza teatral que posee dos líneas de acción: “Una en el presente representacional, el de los actores que hablan directamente a público y evidencian la ficción del 2006 desde el presente, y la otra en 2006, donde la familia protagonista se siente afectada por el creciente movimiento estudiantil”, señala el director.
Una puesta en escena que mezcla una realidad histórica con una ficción bastante apegada a la realidad, donde todos los personajes perciben de diferente manera el tiempo y los procesos sociales. Es este foco el que Cristián Ruiz asegura mantener en todos sus proyectos dramatúrgicos, en los que subyace la idea de construir un diálogo con la historia y las transformaciones sociales que se gestan con el tiempo.
“En todos mis textos cabe preguntarse sobre el tipo de paradigmas que van cambiando en esta historia para reflexionar sobre aquellos desafíos que nos propone una sociedad en constante evolución. Y en este caso la pregunta principal es ¿qué pasó con aquellos testigos mudos de la Revolución pingüina?”, manifiesta Ruiz.
El elenco conformado por Andrea Ubal, Daniela Olmos y Claudio Vallejos desarrolla un modo actoral casi realista, “pero también dialoga con el tiempo proponiendo un mecanismo tosco y abstracto sobre el escenario, una especie de máquina del tiempo sobria y con luz propia, por lo que casi no se trabaja con los focos del teatro”.
La obra se presentará entre el 2 y el 26 de julio en el Anfiteatro del Museo Nacional de Bellas Artes, los días viernes a las 21:00 horas, sábado y domingo a las 20:30 horas.
