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Homenajes y experimentaciones: El genio de Alfredo Espinoza revivió en el Festival de Jazz de Providencia Tercera y última jornada del evento musical

Homenajes y experimentaciones: El genio de Alfredo Espinoza revivió en el Festival de Jazz de Providencia

La ocasión era recuperar algunas de las creaciones originales de Alfredo Espinoza, el “Charlie Parker chileno”, el más admirado internacionalmente de los jazzistas nacionales, fallecido en 2015. Un valioso trabajo patrimonial liderado por el guitarrista Federico Dannemann que permitió apreciar la inmersión de Espinoza en el swing y bop de los 50’ con un perfecto sentido melódico que el solista ruso Zhenya Strigalev interpretó con brillantez técnica.


La decimoquinta edición de Festival de Jazz de Providencia llegó a su cierre anoche con un programa que en el papel podría verse como arriesgado para un final: la propuesta casi experimental del talentoso vibrafonista chileno Diego Urbano, y la contundencia del Ensamble Quintessence, una personalísima big band autoral compuesta por varios solistas consagrados de la escena.

Más que fiesta y jolgorio como fue la Orquesta Huambaly en el final de la edición 2015 (ese rol lo cumplió Donald Harrison la noche del viernes), este cierre de jornada requirió una escucha atenta y concentrada frente a la delicadeza y rigor de dos puestas en escena que abren caminos renovados para el jazz nacional: uno donde tanto la libertad formal como la (re) revisión de una tradición local logran grandes momentos de inspiración para ser tomados en cuenta.

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Diego Urbano es un joven vibrafonista chileno con estancias en Buenos Aires y Los Angeles, EEUU, y que se ha caracterizado en su carrera en explorar nuevos caminos melódicos ajenos a estructuras preconcebidas. Con dos discos editados y un tercero grabado en EEUU y que será lanzado este año, lo de Urbano giró exclusivamente en el nuevo material, ejecutado junto a la australiana Anna Butterss y el oriundo de Los Angeles, Jonathan Pinson.

El interés de por ver a Urbano radica en cómo ha influido en su evolución la beca de tres años en el Thelonious Monk Institute, el programa que realizó en California y del cual fue el único latinoamericano de siete jóvenes músicos de todo el mundo, con profesores como Herbie Hancock y Wayne Shorter.

De entrada, la libertad formal del Diego Urbano Incident sorprende. Una estructura en apariencia simple que explora las posibilidades armónicas en distintas direcciones marca la sonoridad del trío, un concepto que podría acercarlo al planteamiento estético del Free Jazz, pero que el propio Urbano prefiere llamarlo “Post Jazz”: un diálogo casi a dos instrumentos solistas, el vibráfono de Urbano y la batería de Pinson, dialogando en continuas sucesiones libres afirmadas por el contrabajo de Butterss, a la manera de un cable a tierra rítmico. Un pequeño guiño a David Bowie (Life on Mars?) y ecos del estilo de Wayner Shorter se cuelan en la propuesta del vibrafonista, dándole sentido a una “estructura sin estructura” en el que juega a apelar a una música “deliberadamente tocada mal”, como dice, y que da sentido al título de su nueva placa: All the wrong notes.

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A su manera, lo del Ensamble Quintessence es también una apuesta por encontrar nuevos cauces conceptuales al trabajo en torno a una Big Band. La agrupación, con diez años de existencia, agrupa a varios de los mejores solistas de la escena (Sebastián Jordán, Agustín Moya, Federico Dannemann) y a algunos de los más ascendentes músicos jóvenes (Alfredo Tauber, Alejandro Pino), en una conjunción que más allá de lo musical, habla de una humildad y sentido colectivo que excluye cualquier afán personalista y búsqueda de protagonismo de sus integrantes.

La ocasión era recuperar algunas de las creaciones originales de Alfredo Espinoza, el “Charlie Parker chileno”, el más admirado internacionalmente de los jazzistas nacionales, fallecido en 2015. Un valioso trabajo patrimonial liderado por el guitarrista Federico Dannemann que permitió apreciar la inmersión de Espinoza en el swing y bop de los 50’ con un perfecto sentido melódico que el solista ruso Zhenya Strigalev interpretó con brillantez técnica.

En su trabajo, Quintessence ha revertido la imagen de un combo de jazz orientado a la ejecución de standards bailables, y entre el repertorio propio y la reescritura de cierto cancionero latinoamericano, ha logrado una identidad singular, del que ayer, en el programa swing compuesto por Espinoza, brilló a gran altura por los depurados arreglos y perfecto sentido melódico que ofreció cada uno de sus integrantes.

La edición 2015 del encuentro del Parque de las Esculturas quedará marcado como el del regreso a la masividad y el carácter gratuito: su lleno total demuestra lo correcto de esta decisión, y es también un punto a favor haber compactado el programa a dos shows por noche. La parrilla tuvo momentos brillantes con la performance explosiva de Rudresh Mahanthappa (sin duda uno de los músicos del año en el planeta jazz), y estuvo bien tamizada entre apuestas de corte masivo, formato de cámara y sonoridades experimentales, faltando quizás faltó un exponente local de mayor repercusión durante el 2015. En la suma final, la consolidación de un espacio tradicional que recupera su mejor nivel luego de algunos años de errático deambular.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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